En 1998 me hice con un cd de Fátima Miranda, que publicó EL EUROPEO, en su colección Lcd, número 19: ArteSonado. Me sorprendió agradablemente. O eso de agradable dependía del momento, el estado de ánimo, el tiempo y el tema que pusiera. Estuve como dos meses escuchando, casi a diario, todo el disco, de forma repetitiva y obsesiva, pese a que por aquella época pasaba por un estado lamentable de salud, que no voy a precisar. De manera que casi lo podía ejecutar, si ello me fuera posible y tuviera la voz y los matices de la misma de Fátima.
Siempre ha sido una meta personal liberar la voz, por el grito, el canto, el simple juego de voces sin matices ni nada que diga, simplemente la voz. Cuando era adolescente lo hacía con un grupete de amigos. Y era realmente espiritual, sobre todo cuando terminabas rendido y cansado de tanto esfuerzo, grito y de hacer el paria de lo vocinglero.
Me encanta cantar a solas, hacer diferentes versiones de mis propias canciones, acompañado de la guitarra. Algunas las creo realmente buenas; pero me sería casi imposible hacerlo para alguien, o para los demás, y estoy en ponerme a grabar eso que canto, a fin de que alguno lo escuche. Lo hago por mero placer liberardor de mi voz, intentando hacer arte musical. No todo el que canta tiene que hacerlo para la fama, un público, ofrecerlo... Son canciones de finales de los setenta y de los primero ochenta, que alguna vez canté por ahí. Pero llegó un momento en que, la vida, dejé de hacerlo y me quedé sin guitarra y todo lo demás... La mayoría las he olvidado. No conservo más que una decena como mucho de canciones con letras y músicas mías, y otras cuantas que son poemas de diversos poetas que canto con música mía, y en fin otra decena que son versiones de canciones de otros. En total como treinta canciones que varío a menudo, versiono, etc. Pero cuando me pongo a cantar algunas, lo hago de cinco o seis, sólo, que me permanecen sin saber bien razones. Y alguna puede durar horas, con variantes y variaciones que vamos a llamar jazzísticas.
A ver si grabo algo, de esas sesiones solitarias y lo subo por este sitio. No defraudarán y sorprenderán seguro.
Mientras tanto vuelvo a Fátima Miranda y su voz fascinante, sus mágicos matices, su maestría maravillosa. Mi largo recuerdo me lleva a la única vez que la vi, en vivo y directo, en las semanas de arte que montó en gran Wolf Vostell en el Cáceres de inicios de los ochenta.
Siempre ha sido una meta personal liberar la voz, por el grito, el canto, el simple juego de voces sin matices ni nada que diga, simplemente la voz. Cuando era adolescente lo hacía con un grupete de amigos. Y era realmente espiritual, sobre todo cuando terminabas rendido y cansado de tanto esfuerzo, grito y de hacer el paria de lo vocinglero.
Me encanta cantar a solas, hacer diferentes versiones de mis propias canciones, acompañado de la guitarra. Algunas las creo realmente buenas; pero me sería casi imposible hacerlo para alguien, o para los demás, y estoy en ponerme a grabar eso que canto, a fin de que alguno lo escuche. Lo hago por mero placer liberardor de mi voz, intentando hacer arte musical. No todo el que canta tiene que hacerlo para la fama, un público, ofrecerlo... Son canciones de finales de los setenta y de los primero ochenta, que alguna vez canté por ahí. Pero llegó un momento en que, la vida, dejé de hacerlo y me quedé sin guitarra y todo lo demás... La mayoría las he olvidado. No conservo más que una decena como mucho de canciones con letras y músicas mías, y otras cuantas que son poemas de diversos poetas que canto con música mía, y en fin otra decena que son versiones de canciones de otros. En total como treinta canciones que varío a menudo, versiono, etc. Pero cuando me pongo a cantar algunas, lo hago de cinco o seis, sólo, que me permanecen sin saber bien razones. Y alguna puede durar horas, con variantes y variaciones que vamos a llamar jazzísticas.
A ver si grabo algo, de esas sesiones solitarias y lo subo por este sitio. No defraudarán y sorprenderán seguro.
Mientras tanto vuelvo a Fátima Miranda y su voz fascinante, sus mágicos matices, su maestría maravillosa. Mi largo recuerdo me lleva a la única vez que la vi, en vivo y directo, en las semanas de arte que montó en gran Wolf Vostell en el Cáceres de inicios de los ochenta.
Me haces recordar,Agustín,noches de verano con mi hermano en las que hacíamos como juego "cosas" con la voz....las que salían espontáneamente y ese recuerdo está muy vivo en mi memoría entre tantos otros que se han perdido.Y es que era muy liberador.Creo que vivimos en un mundo muy constreñido y eso es duro.Vivimos muchas emociones variadas y como adultos parece que tenemos que mantener el tipo...sino se nos juzga mal.No podemos gritar o berrear como un niño o saltar,por ejemplo bajo la lluvia,de puro gozo y alegría...A veces hay pena y se hacen nudos que podemos sentir perfectamente.......y el espíritu(la voz) pide volar libre...y no quedarse ahí estancado/a...Ahora recuerdo aquella película de Lars Von Trier;rompiendo las olas....aquella historia de amor y entrega en la que en un momento dado la protagonista...creo que Emily Watson se va a berrear y gritar todo su dolor donde rompen las olas en una escena de una fuerza impresionante......Liberador para salir de un ambiente o situación opresor donde no se pueden expresar sentimientos con libertad....como es el caso en la película.Pero como comento más arriba tambien las expresiones de alegría han de ser medidas....a eso se nos ha enseñado,así se nos ha educado....Cuando yo era niña recuerdo haber oido ,cuando nos moriamos de la risa, por parte de los adultos, que cuando uno se rie tanto algo malo va a pasar.....
ResponderEliminar¡Increible!...pero como la vida misma de cierto...Siempre nos queda cantar.Cantar es estupendo.A ver si tenemos la suerte de escucharte por aquí.
Gracias por tu entrada ...siempre inteligente y sugerente
Sin ofender... ¿qué caca de canción, no?
ResponderEliminarer dumbo