22 de junio de 2008

ZERBANTIANA: CERVANTES MUDÉJAR





En la abierta llanura manchega, la larga figura de Don Quijote
se encorva con un signo de interrogación, es como un guardián 
del secreto español, del equívoco de la cultura española.

Don José Ortega y Gasset


A Juan León, in memoriam

Los lectores del Quijote conocemos su universalidad, manchega y pueblerina. Recordamos el intento continuo de endilgar la autoría de la obra, por parte de don Miguel, a otros, sobre todo a un autor arábigo llamado Cide Hamete Benengeli. Ya que también otros trataron de robar, plagiar el invento a Cervantes, como hoy los famosos de la tele, con la bendición de marujas y pueblo general.
Conociendo los tiempos cervantinos, cuando fraguaba su Don Quijote de la Mancha, esto era una provocación, una rebeldía insurrecta contra los poderes establecidos, que tanto marginaron y vilipendiaron al Príncipe de los Ingenios, como siempre ocurre con los ingenios. Pero lo de atribuir su obra a un moro era algo tremendo, pues entonces se estaba eliminando y expulsando lo poco que quedaba de la cultura islámica, llamada ya mudéjar por los cristianos intolerantes, en la península ibérica. Es mucho más que eso lo del que llaman Manco de Lepanto o del Espanto.
Cervantes mudéjar, sí. Una breve reflexión sobre cierto pasaje del Quijote nos hará ver que el adjetivo le cuadra a nuestro principal ingenio. La palabra mudéjar aparece documentada, por vez primera (en castellano), en 1571 y en el Quijote es la tercera vez que aparece en documento impreso. Curioso e interesante asunto nos traemos entre manos. Por esas manías que tienen ciertos españoles nacionales en marginar lo que no comprenden, la palabra fue, deliberadamente, olvidada en el Diccionario de Autoridades. Aparece, reconocida como del acervo común castellano, en 1884, por la RAE. Lo que demuestra la inquina y mala ley contra lo diferente por los amantes de lo que llaman las esencias puras de la patria hispana, en esta bonita peripecia resumida de las aventuras de la palabra mudéjar. Me refiero a los poderes y sus asilvestrados sabios. Porque Cobarrubias la recoge, puntual, en su diccionario (1611). Y había leído la primera parte del Quijote.
Hoy existe un alto interés por el llamado arte mudéjar, por razones comerciales y de trapicheo turístico, más que por el arte en sí. Parece ser que los padres de la cosa se han dado cuenta de que tenían una niña estupenda, buenorra, y se han puesto a vestirla ceñida, con falda corta, a destaparla para que la disfruten los extranjis, los turistas, como una puta más...
Hace más de veinticinco años que, en Llerena, José Iñesta tomó fotos de fachadas mudéjares preciosas y en franco deterioro, por mi indicación. Me crié en uno de los barrios cuajado de presencia mudéjar y lo conocía. Desgraciadamente esas fachadas fueron, no hace doce años, destruidas y arrasadas con el beneplácito de quienes hoy defienden a ultranza lo mudéjar. La famosa Casa Grande, con su patio, hecha trizas... Vivir para ver. Es historia, ¿O es Histeria?
Vayamos al capítulo IX de la primera parte del Quijote. Ahí Cervantes nos dice como acabaron los desvelos del héroe sin encontrar continuación. Hasta que un día el narrador cervantino, en el Alcaná de Toledo, encontró un muchacho que vendía unos cartapacios escritos en caracteres arábigos. Así que se buscó un morisco aljamiado que los leyese. Morisco aljamiado era un morisco que hablaba castellano y le servía de intérprete y traductor, o sea: un mudéjar. Cuando le comienza a traducir al narrador cervantino, trasunto del propio Cervantes, descubre que es la continuación de la historia de Don Quijote, con lo que compró todos los cartapacios y papeles al muchacho por un irónico real. Y se apartó con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguele me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese... por facilitar más el negocio, y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco más de un mes y medio la tradujo toda del mismo modo que aquí se refiere. La paga del trabajo al morisco fue algo muy interesante para la gastronomía mudéjar: dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo. Eso costó el Quijote, según nuestro narrador cervantino.
Así que tenemos que la obra mayor de la literatura española y universal, según su autor, está escrita por un sabio manchego y arábigo y traducida por un morisco aljamiado (mudéjar), y nada menos que en Toledo, con lo que Cervantes rinde ingeniosísimo homenaje a las famosas escuelas de traductores toledanos, que durante todo el medievo, en sintonía y respeto (no me gusta la palabra tolerancia) de religiones, lenguas, costumbres, razas vivieron y armonizaron hasta la escabechina de la intransigencia moderna. Claro que todo parece ser literatura. Si consideramos el conjunto quijotesco veremos que lo mudéjar, lo morisco está siempre presente. El propio nombre del autor arábigo responde al propio nombre de Cervantes, ya que Cide Hamete Benengeli significa: Cide, Señor, Hamete, nombre propio común en árabe, Benengeli: hijo de ciervo, cerval o cervateño, y de ahí Cervantes, que con el mismo se designó don Miguel, según el orientalista José Antonio Conde.
En fin, el lector puede quedar pasmado ante tanto encaje de bolillo, tanto hilar fino como existe en el taraceado mudéjar cervantino del Quijote, pues como tal arte debe ser considerado y leído. Ya que mudéjar no es sólo arte arquitectónico o de alarifes del ladrillo, argamasa, yeso y escayola, sino de la lengua literaria y algunas de sus más ilustres péndolas, que se extiende a la expresión artística de toda una cultura que se fraguó en la península ibérica con la convivencia de tres culturas, o más, que configuraron algo autóctono: la profundización del legado islámico e hispanorromano peninsular, en todos sus sentidos y no como el único tipo de construcción peculiarmente español del que podamos envanecernos, como dice Menéndez Pelayo. Algo más que construcción ladrillera, muchos más. Las obras de Américo Castro y otros eminentes sabios, hasta la de Juan Goytisolo, pasando por Galdós, han tratado de mostrarnos en literatura, en poesía, en el arte de hacer con el lenguaje. Incluso el débito de nuestro Luis Zapata, en su libro de cetrería, a los hornacheros, y de los cetreros mudéjares...; pero ese sempiterno odio y resentimiento de reconquista quiere poner puertas al campo de algo que ven hasta los ciegos, oyen los sordos y palpan mancos. Por hoy diremos, para siempre: Cervantes mudéjar, Quijote mudéjar. Y, como bien dice uno de los mejores y mayores estudiosos del arte mudéjar: no puede ensayarse una definición de la personalidad histórica si se prescinde del fenómeno mudéjar y particularmente de sus manifestaciones artísticas, una cultura original y única, (Gonzalo Borrás Gualís: El arte mudéjar aragonés: 1987).
En Llerena andamos en pañales restaurando sólo fachadas, sin mirarnos en los interiores, yendo a más. Quien sepa y quiera entender, que entienda: en nuestras costumbres, lengua, cultura popular, literatura oral, gastronomía, albañilería, música, visión tolerante de las cosas y personas, trato, modos de vivir, religión, cosmovisión... ¿No habrá quedado algo mudéjar? Aunque esté en franco estado de desaparición total, ¿No merecería la pena restaurarlo, si con ello se restaura la tolerancia, el respeto al otro y lo distinto, la dignidad por encima de intereses financieros e intrumentalizadores de una cultura que quieren reducir a un espectáculo circense y turístico de cartón piedra o escenario cinematográfico?

(Claro, me digo para mí, cuando recupero este texto publicado en otros sitios hace unos años, concretamente el del centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. En esta Extremadura, en donde el fanatismo cerril de los que mandan en las instituciones, sin tener ni la mitad real del apoyo de las gentes, ya que por esos trapicheos electoreros son los más votados, sí; pero la mayoría no los votamos y no nos respetan, sino que gobiernan contra nosotros, sin respeto alguno, sin la mayor ni menor decencia y sin servicio; como es de obligado por el poder político, no el trinque y el medro personal y de los suyos, tal como es sistemático en esta tierra ahora de forma metódica y medida, cansinamente elaborado... ¿Puede esto llamarse democracia? ¿Puede llamarse democracia el despachito de Ibarra en la Junta, como lugar de tráfico de influencias seguras, el medro de Gallardo y su enriquecimiento a costa de políticos de apoyo que han amasado todo un capital pal partido en mando? ¿Puede llamarse sociedad democrática la que acomete acoso total contra aquellos que somos mínimamente críticos y cabales contra lo que ocurre, que con ser de caciquismo nos quedamos cortos? Acoso en la vida cotidiana con la marginación, el uso de las instituciones contra personas, el uso de cargos y recursos para trepa personal, para simple robo y lucro, para elevar a sus amiguitos y compinches, dándoles becas, participándolos de esos medios de las instituciones. Y eso se da en todas y cada una de las poblaciones extremeñas, en donde esa mayoría talibana ha vencido, con esa entrega servil de los votantes, contra todos los derechos elementales de las personas. Porque si el Euskadi vivir es duro, por el acoso del entorno talibaní existente, no lo es menos en Extremadura, en donde el partido y sus mesnadas arremeten contra la crítica como interesados y sin razones, sino con violencias diversas, que van desde el silencio y el silenciamiento, o sea la muerte civil en vida, la marginación, las miradas, los gestos y el uso cuantioso de los recursos institucionales contra los que son adversos, que somos pocos... Pero eso es asunto que trataremos despacio y en otro lugar, que hace mucha falta, señor Ibarra, que ya hay que irse quitando la careta, la dura careta, o la careta dura... Es que los realmente mudéjares, o sea los sincretistas de todo, los que respetamos todo lo que es repetable, padecemos esos males de los mandos, jefes, mandamases, líderes, trincones, gente de porra, dominadores, caciques, fascistas de vario curso, similares y asimilados, por mucho que sean mucho que se voten y muchos votos que tengan. Los hechos son los hechos y son tozudos: ahí están. Todo esto, entre paréntesis, es un discurrir interior que añado a este texto, que, como digo, ya fue publicado en su día en su lugar).

NOTA.- Mi homenaje con este escrito a Julián Ruiz Banderas con quien nos hicimos cervantistas tempranos. A Juan Goytisolo por abrirme a entender de otro modo el secreto, a voces, de la literatura hispana, a Américo Castro, la realidad histórica, a José Iñesta por su impagable entusiasmo, emoción y amor a Llerena, que no decayó nunca en malos tiempos para el mudéjar, a su familia por su generosidad.

2 comentarios:

  1. Muy interesante!

    No cabía la relación entre Cide Hamete Benengeli y el nombre de Cervantes.

    Por cierto, yo pienso que el Quijote no tiene dos partes, sino tres: El Ingenioso Hidalgo, El Quijote de Avellaneda y El Ingenioso Caballero, y que leído así se disfruta mejor.

    (Por cierto, tampoco me gusta la palabra tolerancia. Sólo el poder puede tolerar, a nosotros no nos queda más que transigir).

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  2. respondo muy tarde, amigo mío, pero respondo..., la relación del nombre de Cervantes con su "alter ego", Cidi Hamete Benemegeli, no sólo no la sabías tú, sino la mayoría de cervantistas, que ocultan toda la verdad sobre Cervantes, como leguleyos del Poder que le ha secuestrado, hay un libro de Rosa Rossi muy esclarecedor al respecto

    abrazo

    agustín

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.