(una lectura de Catalina Clara Ramírez de Guzmán)
NOTAS NECESARIAS AL DÍA
Este trabajo, que no es más que un escarceo a fondo, en un poema del siglo XVII, de una mujer que vivía en la Llerena del siglo XVII. Y con ser nulos, este tipo de trabajos sobre poemas de Catalina Clara Ramírez de Guzmán, no está citado en la última edición de su poesía completa. Editada con el erario público, en una editora regional. El sabio lector, en cuanto pueda leerlo, se dará cuenta por qué razones, oscuras y pastosas, no se cita en esa edición pagada con dineros públicos. Edición muy mala y al uso de esa gentuza de ringorrangos barcenescos y afines. En donde lo de menos es la obra y su valor o valores. Y lo de más una suerte de ocurrencias historicistas que huelgan. Los especialistas que tal edición hacen no tienen jamás en cuenta que editan una obra artística, poética. Urge ponerla y situarla en su valor.
Mostrar o demostrar el valor de una obra literaria, con su sentido moderno, es aún mal vista por la gente académica y relamida. Que van de competiciones y trepas y no de decencia y honestidades creativas, literarias, culturales.
Máximo si al lector le recuerdo la intrínseca maldad del personal de cultura que anida por estos pueblos de Extremadura: que filtran todo lo que pueden, castran, exterminan, ensucian... La extrema mezquindad y la perfecta ruindad. Gentes adoctrinadas en el codazo y la trepa a fondo. Que hablan mal de uno y del otro, para medrar en sus afanes. Gentes que ni sabe, ni entiende ni le interesa la poesía, y menos la literatura. Y menos el arte, como no sea como ornato de ellos mismos y para sus medros. La usan simplemente para sus medros y alcurnias. Así de clarito y así de seco. Ya lo dice Larra y simplemente lo repito.
También, el donoso lector, catará la índole de mi comento del poema, sus intenciones y su doctrina. Nada de ello afecto al régimen de carcamales que domina las instituciones, sus corrreveidiles, soplapollas y afines. Y, mira Antoñito C., ya tienes otras razones para tildarme de panfletario y, unido a la caterva de tus amigos llereníes o llerenises, seguir haciendo daño a todo lo que pilláis en vuestras zarpas, para atrincherar más y mejor el régimen imperante. Encima subvencionaos del erario público.
Al gran falsario Miguel Ángel Muñoz Moya sí lo nombro, con todos sus apellidos, pues me debe unos dineros por un trabajo, y eso se ha de pagar de alguna manera. Que chulear de esa forma a un currante es delito grave, que se ha de pagar ya en los infiernos dantescos. Y máxime tus socios todos que lo saben y se burlan o burlaron. Y no ser tan barcenesco, por mucho nenito de papi que haya, acaudalado en Llerena, para desarrollar mal un proyecto editorial que un buen día te solté, Miki.
Reproduzco un trabajo publicado en la Revista de Fiestas, en Llerena. Con lo toques pertinentes a la decencia intelectual del ahora.
CONSIDERACIONES PREVIAS
Sabido
es que la enseñanza de las artes poéticas es nula en los planes de enseñanza,
desde hace bastante tiempo, más de 40 años. Hablo de la poesía en serio, no de
eso que llaman poesía la tele y los medios publicitarios, escolares e informativos,
que son los mismos. Tampoco hablo de sus pretextos: que si la vida y milagros
de poetas, que si sus circunstancias personales, que si premios y ligas
balompedicopoéticas, que si sus muertes y exilios. En fin, todo ese cúmulo
grotesco de patrañas que no dejan ver los árboles y el material: los poemas de
los poetas, su lectura en intimidad, su conocimiento. O sea, poesía desnuda,
sin espectáculo.
Es mal éste, intencionado, en casi
todos los sistemas educativos del llamado mundo capitalista de libre mercado.
La razón es bien simple: se trata de establecer una ignorancia controlada, y de
hacer ignorantes a la medida de la producción del supermercado cultural, la industria
cultural y sus mecanismos: editoriales, puntos de venta, distribución… Y, como
en otros estamentos de la vida cotidiana (moda, bebidas, deportes, etc.)
obligarnos o persuadirnos, mediante la manipulación publicitaria, a consumir lo
que nos den por bueno. En esos artilugios de la llamada industria del mercado
editorial, los críticos cumplen su misión en el engaño, con la colaboración de
las gentes (intelectuales reptiles) al servicio del capital.
Así se inventan, con las artes en
general, y con la poesía en particular, unos parámetros similares a la liga de
fútbol o a los cuarenta principales. Y crean, por arte de birlibirloque,
aquella mentira de los poetas más leídos, los libros de más éxito, etc. Desde
luego con el autobombo preciso en las televisiones, radios, prensa y la
participación estelar, a veces, de cualquier famoso. El espectáculo falso y
manirroto está servido, y todos engañados y contentos. De tal manera que
cualquier borrico se convierte en escritor de calidad con sólo tener un BIC, con toda la parafernalia
espectacular y falsa. Hoy, más que nunca, la publicidad es mentira, y todo lo
que dice la jerarquía de los que tienen las teles, radios y demás medios
publicitarios es tan mentira, como hemos podido ver en algunos
responsables del ex-gobierno de España, y asimilados, hasta el catorce de marzo
pasado. Y esas mentiras de los negociantes de la cultura, y de la poesía, en
concreto, hace mucho más daño en las ignaras y pobres gentes que una guerra
lejana, y de más difícil curación.
No es este lugar para explayarse en
pormenores del cómo acontece eso. Pero acontece. Hoy la llamada gente carece de
la elemental formación literaria, con solidez, positiva, porque del río
revuelto de sus ignorancias y carencias, hacen ganancia los listos pescadores a
los que importa un bledo eso de la poesía y la literatura. A ellos sólo les
interesa la pasta gansa.
Sí creo necesario hacer estas
consideraciones previas, a la hora de abordar un comentario a la poesía de una
dama llerenense del siglo XVII: doña Catalina Clara Ramírez de Guzmán. De la
que confieso que sólo me interesa su obra literaria, y nada su vida o historia
personal, de alcurnia o no, salvo que explique o ayude a entender sus textos creativos.
Porque eso es lo que debe valorarse de un autor: su obra y no otras
circunstancias que pertenecen al subgénero de la subliteratura, o morralla,
llamada prensa rosa o de risa de cuchufleta pantallesca de caja tonta. Hasta
ahora ha habido muy pocos acercamientos a la obra de esta poetisa llerenense,
en su respetuoso y riguroso sentido literario. Voy a intentarlo con el
comentario de uno que considero entre sus
mejores textos.
¿Por qué? Hasta los años veinte, del
pasado siglo, la poesía de Góngora era totalmente desconocida y olvidada, pese
a que los llamados poetas malditos franceses, del siglo XIX, se saludaban al
grito (en castellano) de ¡Viva don Luis
de Góngora y Argote! Y no sólo los franceses. Un cierto discipulillo suyo
fue el eminente poeta inglés John Donne, el que lo cita, a lo largo de su obra,
en castellano también. Siendo la poesía del mayor poeta en castellano
desconocida y olvidada hasta hace bien poco. Aunque todavía lo es para la masa
ignara y consumista, claro. Digo esto porque fue la labor de Dámaso Alonso,
poeta y filólogo, quien con sus estudios y puesta en valor de esa poesía
gongorina, escondida tres siglos, nos recuperó un altísimo valor de nuestra
cultura. Que revitalizó la poesía en castellano con la pléyade de grandes
poetas de la llamada generación del 27. Góngora fue oscurecido por la desidia,
la ignorancia, los olvidos intencionados de las envidias, tan propias de esta
piel de vaca o toro, que no sé bien…
Modestamente, con lo mencionado en
el último párrafo, no quiero ocultar que
pretendo poner en valor la poesía de Catalina Clara Ramírez de Guzmán. Por sí
misma. En relación con su contexto, sus textos y la relación intertextual. Es
este un primer ensayo de un estudio más amplio, elaborado hace años, en notas
sueltas, por la lectura de lo que se conoce de su obra, que, con no ser amplia,
la considero suficiente para no perder
el tiempo ni las energías con ella. Me voy a limitar a exponer los resultados
de una cala de valoración en uno de sus sonetos, esto es, hacer un comentario
de ese texto, expurgando algunas consideraciones que tal vez fueran engorrosas
para el lector.
SONETO
A UN HOMBRE PEQUEÑO:
DON
FRANCISCO DE ARÉVALO
Mirando con antojos tu estatura, 1
con antojos de verla me he quedado, 3
y por verte, Felicio, levantado, 1
saber quisiera levantar figura. 4
Lástima tengo al alma que, en
clausura, 2
la trae penando cuerpo tan
menguado. 1
Átomo racional, polvo animado, 2
instante humano, breve abreviatura. 1
Di si eres voz, pues nadie determina 2
dónde a la vista estás, tan escondido 2
que la más perspicaz no te termina, 3
o cómo te concedes al oído. 1
En tanto que la duda se examina, 1
un sentido desmiente a otro sentido. 3
Estamos
ante un excelente soneto barroco, de perfección formal insuperable, como
veremos. El asunto de la burla de ciertos defectos humanos, como el de la
pequeñez, es asunto y tema clásico en toda la literatura anterior. No obstante
quisiera indicar sólo dos textos, contemporáneos a nuestra autora, que tratan
el tema. El primero es de Jacinto Polo de Medina: A una dama muy pequeña sobre unos chapines muy grandes. El otro
está más cercano a nuestra autora y es de Quevedo: A una mujer pequeña (ver APÉDICE).
MÉTRICA
En el soneto de Ramírez de Guzmán existe una
sabia disposición de las variedades de los endecasílabos, que son a maiore (tal vez con marcada
intencionalidad irónica, y, por ende, burlesca, ya que habla de algo menor,
pequeño, ínfimo…). Endecasílabos que, de esa manera, refuerzan el tema, la
intención y el contenido del suceso que nos trata, y sobre todo cuando lo dice.
Así tenemos siete versos endecasílabos heroicos (marcados con un 1), cuatro
enfáticos (marcados con 2), tres melódicos (con 3) y sáfico (4).
Según
Tomás Navarro Tomás (Métrica, 1986),
la variedad heroica de endecasílabo aporta una equilibrada uniformidad. Nuestra
poetisa lo utiliza en aquellos versos que pretenden expresar un razonado y
equilibrado sentido de afirmación que potencia la reflexión irónica: Mirando con antojos tu figura/y por verte ,
Felicio, levantado, /la trae penando cuerpo tan menguado/instante humano, breve
abreviatura/o cómo te concedes al oído./En tanto que la duda se examina. Que
están en absoluto contraste con la abundancia del endecasílabo enfático
(generalmente poco corriente) que, al no llevar ninguna sílaba antes del primer
acento rítmico, da impresión de rapidez y energía al verso, con lo que impregna
de esa forma el contenido y lo potencia: Lástima
tengo al alma que, en clausura/Átomo racional, polvo animado,/Di si eres voz,
pues nadie determina/dónde a la vista estás, tan escondido. Es evidente que
la colocación de estos versos endecasílabos enfáticos, justamente en el medio
formal y temático del soneto no es casual, sino ponderado producto de un arte
medido y sabio, como bien puede observarse. Sugeriría al lector que lea el
poema en voz alta y, cuando diga esos versos enfáticos, observe que ocupan el lugar
adecuado y de la forma adecuada. Contienen el centro y el corazón de lo que
Catalina Clara nos dice en su esencia temática, y en sus dardos irónicos.
Una
breve observación sobre la distribución equilibrada de los endecasílabos
melódicos, que aportan el compás moderado a los otros. El único verso endecasílabo
sáfico: Saber quisiera levantar figura,
merece una observación que retomaremos y potenciará el sentido de su
explicación temática: este tipo de endecasílabo se asocia con efectos
estilísticos de suavidad y lentitud. Su uso por parte de Clori (Catalina Clara
Ramírez de Guzmán), en el sentido y significado de la expresión del verso, no
deja de tener cierta coña marinera, o sea, la lentitud, suavidad y recreación o
paciencia que hay que tener, o que quiere poner la autora, para intentar ver lo
que es tan pequeño, o poner en pie lo que no puede levantarse, o creer que
existe lo que, de tan chico, se desea saber cómo poner en pie. Y para eso se
necesita tiempo, recreación, suavidad... Como en los grandes poetas: los
mínimos elementos de la forma expresan el fondo. Cómo en los otros casos, con
un poco de imaginación y sentido común, el lector verá que el tipo de
endecasílabo está elegido y elaborado perfectamente en la imbricación
fondo/forma. Acordando la autora, con maestría sin igual, la llamada forma con
el llamado fondo y viceversa. Con un equilibrio creativo que sorprende, cuanto
menos. Es obvio decir a cualquier lector, medianamente culto, que no es que la
autora estuviera pendiente de esos detalles, sino que la práctica, la
preparación y la creatividad los consiguen. Aquí simplemente lo hacemos notar.
Hecha
esta breve observación sobre un aspecto formal, cual es el ritmo, como simple
muestra de las calidades del soneto, podríamos también analizar otros elementos
formales que lo configuran. No lo haremos porque este trabajo pecaría de
demasiado tecnicista y se haría engorroso para los paganos en esto de las artes
poéticas. Pero invito a interpretar la rima, por ejemplo, a tenor con el tema,
como centro que unifica los recursos literarios formales.
TEMA
Dilucidemos
lo que vamos a considerar el centro de organización de esta obra literaria. En función del cual
están lo elementos formales ordenados para expresarlo, exponerlo, manifestarlo,
potenciarlo.
Se
trata de un soneto satírico y burlesco en manera supina. Expresado con una
burla y una crueldad fuera de lo común y utilizando la exageración radical, (la
hiperbólica barroca), para expresar la suprema pequeñez de una hombre. Que,
así, resulta ser la nada más total, cuando no la mezquindad absoluta, si lo
interpretamos en esa línea, digamos que, ética. Evidentemente la poetisa es
consciente de que no puede matar a lo que se supone que existe como cuerpo,
aunque sí en alma. Clori (nombre literario que la autora se da) hace una burla
cruel, con escarnio y mofa, no ya del mencionado hombre pequeño, sino de otros
valores considerados, sin duda, por sus contemporáneos, como sagrados, o casi. Todo
esto está explícito en el texto y los recursos elegidos por la creadora lo
profundizan en todos sus sentidos. Porque no hay que olvidar que estamos ante
un poema barroco. En aquella época el escritor es muy consciente de que al
material artístico era el lenguaje, utilizado en todos sus recursos. No tanto
lo que se dice, sino el cómo lo dice, cómo se levanta la figura. Es lo que se llama el uso del ingenio, lo que se
logra con el estudio y el conocimiento de la creación poética, y la práctica.
Aunque,
en el fondo, el tema es la pequeñez, la nada del tipo bajito, referido, incluso
a su pequeñez moral o perfil de valía humana, no podemos dejar de señalar
subtemas que rodean, perfilan y esclarecen esa nada de un ser humano tan
mezquino. Porque en la apariencia de la burla externa de la poetisa, yace un
fondo de sabia ética relativa a la
ruindad y pequeñez, en todos los sentidos, incluido el espiritual –Lástima tengo al alma que, en clausura-.
Si un tipo tiene su propia alma clausurada, que se puede entender como cerrada
y en otros sentidos poco favorables a la generosidad, es evidente que el tipo
es un cretino. La ética de Catalina Clara ataca los comportamientos de lo que
no debe ser, y afirma por lo que debe ser, con ese posicionamiento irónico, tan
sumamente inteligente, ambiguo o polifacético. No es la moral
petulante e impuesta por la religión o ciencia alguna. Es el producto de su
posición ante los seres y hechos. En este caso la pequeñez y ruindad de un tipo
que, como veremos, pretende ser un galán de damas. Sabemos que el tal don
Francisco de Arévalo tuvo fama de galanteador, por informaciones ajenas al
poema. Pero en el poema está también esa consideración, de forma más o menos velada.
Sabemos que el señor don Francisco de Arévalo mereció más de un poema por su
pequeñez (Entrambasaguas, 220. Nota 198.
1929).
LÉXICO
En
el léxico utilizado es necesario notar el deliberado uso polisemántico de
algunas palabras, en todos sus posibles significados. Catalina Clara es
consumada maestra en el arte de la ambigüedad, como ya hemos señalado
(Borrachero, Torre Túrdula nº 6,
2003).
Así
encontramos antojos, que es palabra
usada desde el siglo XIII en castellano (Las
Partidas). Según el Diccionario de
Autoridades (1990), significa deseo,
apetito y codicia de una cosa (si pensamos que Catalina Clara está deseando
al tan hombre pequeño, de forma carnal, la ironía se dispara), se llama también el juicio de una cosa que
se hace sin fundamento. El Tesoro de
la Lengua castellana, de Sebastián de Covarrubias (editado en 1611) lo
define como antojadizo, el que tiene
varios apetitos, y toma ansia por cumplirlos, como muchas veces se engaña la
vista al que dice haber visto tal cosa, si los presentes le quieren deslumbrar
o desengañarle, dicen que se le antojó. También en el Tesoro (obra muy cercana a la lengua de Catalina en sus
significados) se considera la expresión Mirar
las cosas con antojos de larga vista: Metafóricamente se dice de aquel que las
agranda, pondera o exagera más de lo que ellas son (que en el caso de
nuestra Clori sería el intento de agrandar, porque, en esa ambigüedad no
sabemos si son de aumento o no, los antojos).
Del mismo Tesoro recogemos la
expresión se antojan berros: frase vulgar
con que se significa haber padecido equivocación en lo que se está hablando, o
no haberlo entendido. Así del que entiende una cosa por otra se dice que se le
antojan berros. Para rematar recogemos el significado del Tesoro de Villanos – Diccionario de germanía (2002): antojos: grillos de prisión. El cual también
puede precisar cierto significado con el que juega la poetisa. Sobre todo si
luego habla de la clausura o cárcel
del alma en que la tiene cuerpo tan mezquino.
Sabemos
que el desengaño es uno de los temas básicos de la poesía barroca. Esta palabra
porta ese significado en la acepción del Tesoro
de la Lengua Castellana (1998), cuando dice que el que tiene deseos y toma ansias por cumplirlos, como muchas
veces se engaña la vista al que dice haber visto tal cosa, si los presentes le
quieren deslumbrar o desengañarle, dicen que se le antojó. Catalina Clara
toma hasta el tema de fondo a humor y lo trata con ironía, ya que los antojos, en todos sus significados la
han desengañado de querer ver al hombre pequeño. Y no vio nada. Puro desengaño
más total no puede haberlo. Pero nuestra poetisa ironiza –con la inteligencia
de la ironía- sobre ese tema del desengaño incluido. Referido al vocablo antojos ya la poetisa lo usa también en
otras composiciones, en todos los sentidos también, sobre todo en la composición
C, de la edición de Entrambasaguas (1929), A
una dama que se puso unos antojos:
Mas si tan bellos están,
que amor los rinde despojos,
bien es que tengan antojos
unos ojos que los dan. (vv.
17-20)
La segunda expresión léxica que
destacamos es la que viene en el verso cuarto: saber quisiera levantar figura.
Se explicaría con las expresiones actuales ser
un figura, hacerse un figura, o
con la tan castiza (referido a la burla de lo pequeño) de estar hecho un figurín. Si nos vamos al nunca bien valorado Tesoro de le Lengua Castellana, de Sebastián
de Covarrubias (edición 1998), nos dice que figura
significa dar forma a cierta materia,
más adelante: Los astrólogos judiciarios
llaman levantar figura disponer en las doce casas que señalan los lugares donde
en aquel punto se hallan los signos del zodíaco, y en ellos los planetas y los
lugares de las estrellas fijas. También Covarrubias recoge la expresión estar a figura, es en el juego de los naipes
esperar la más ruin carta del manjar.
Asimismo figurar: pasar por la
imaginación. Convendría considerar la expresión que recoge el Diccionario de Autoridades (edición
facsímil de 1990): figura de tapiz: por
analogía se toma por el hombre ridículo,
inhábil, o que parece no tiene movimiento, por el correlato que tendría con
lo que quiere expresar Catalina Clara. Sobre levantar, el mentado Diccionario
de Autoridades nos dice: significa
también construir, fabricar o edificar. Se usa también por formar o tomar cuerpo alguna cosa.
Evidentemente nuestra poeta juega, elusivamente, con todos estos significados,
sobre todo con alguien que no es nada, pues desea saber levantar, con
cuerpo que no hay. El uso del pretérito imperfecto, o pasado inacabado, saber quisiera, está elegido
perfectamente. Puede entenderse que nuestro hombre es pasado y que no se acabó,
ni se hizo, ni existe… También la referencia a levantar figura, del mundo de la astrología, lleva esa intención de
ser una patraña, una elucubración judiciaria, un mero juicio especulativo, no
un cuerpo, no algo corpóreo. El querer saber astrología es otro rasgo de esa
terrible ironía que supura el poema por donde se mire.
Así, nos encontramos que el
significado de estas dos expresiones, antojos
y levantar figura, conjugan todos los significados apuntados, y otros más,
al suceso que tratan de describir: la
nada del hombre pequeño. Porque la expresión Mirando con antojos, puede querer decir: Mirando con muchas ganas
de ver, o mirando con anteojos (gafas, lentes). Ese juego verbal poliédrico se
da en toda la gran poesía del barroco. Desde Góngora a Quevedo. Es la
inagotable valía de la buena poesía, de la buena literatura. No se agotan.
Dicen siempre más. Siempre son moda y modos adecuados.
La expresión Saber quisiera levantar figura, se puede
entender en el sentido que lo han expuesto otros comentaristas (Entrambasaguas),
de hacer un juicio judiciario o astrológico. Aquí la burla de Catalina es tanto
contra el tipo como contra la superchería –ayer como hoy- y sus juicios o
formación de figuras de adivinación del futuro o de la personalidad. Catalina
dice, con sorna irónica, que ella no es astróloga, ni vidente, ni adivina para
poder ver al hombrecito, o al hombre. Incluso se adivina un sentido hiriente
contra ese hombre que no ve, sencillamente porque no lo es… Se burla de su
hombría de machito castigador de damas, según decían que era el tal burlado por
Catalina. La expresión está elegida con elegancia irónica que sorprende y alegra
en su inteligencia y uso. He ahí un valor del poema.
Como ya hemos hecho incursión en
el primer cuarteto, en donde se precisa el tema, pasemos al segundo cuarteto.
Destacamos las palabras alma, clausura, átomo, polvo, instante, breve.
En el siglo XVII está aún latiendo un cierto pensamiento neoplatónico. No deja
de verse en algunos poemas de Catalina. Un lugar común del platonismo y del
neoplatonismo renacentista, y posterior, es la creencia de que el alma está
presa del cuerpo, que es su cárcel. Del que sólo se libera con la muerte de
éste. Creencia que impregna a un cierto cristianismo, evidentemente. Existe,
pues –con todas las contradicciones sabidas- un cierto recelo y asco por lo
corporal. No ya tanto por las creencias religiosas, sino porque esas creencias
estuvieron contaminadas de cierta forma de entender lo que se llama platonismo.
Sea como fuere, lo cierto es que la chanza es evidente, tanto al alma como al
cuerpo del pequeñín hombrecito, del que nuestra poeta se burla. Con un genial
endecasílabo enfático, con la mayor de las ironías (pues ya queda claro en el
primer cuarteto que el tipo no tiene nada), Catalina Clara dice: Lástima tengo al alma que, en clausura.
Resulta que no tenemos cuerpo; pero sí tenemos que hay alma en pena (la trae
penando cuerpo tan menguado). Alma en
pena por dos razones posibles: por no tener cuerpo o por ser éste tan exiguo,
pequeño, ruin y mezquino pecador que la pone penando. Cualquiera sabe de la
inconsistencia corpórea del alma y malamente puede ser que algo corporal la
oprima, sin tener ella consistencia. Si existe esa clausura y opresión es de tipo moral y por la ruindad del tipo.
Pero, ¡qué forma más inteligente de decirlo, y tan rotundo! Es evidente la
doble intencionalidad de la poetisa: Si el alma pena, es a causa de la
mezquindad moral del individuo, no de la pequeña corporeidad de éste, con ser
nada. La tralla burlesca está servida en todos los ámbitos y para todos:
físicos, morales, religiosos, filosóficos, etc. Tal es la irónica inteligencia
de Catalina Clara Ramírez de Guzmán. Y para ser irónico, con eficacia, hay que
ser muy inteligente. No confundir ironía con sarcasmo u otros tipos más
vulgares, zafios o menores que usan, pasajeramente, sucedáneos de ironía. (Ver
en APÉNDICE parte del poema de
Quevedo tratando el mismo tema con sarcasmo, más que con ironía. Y también de
forma temática distinta. Pues ahí es el alma de Quevedo, amante de la mujer
pequeña, quien está presa de la clausura, o, tal vez, mezquindad).
Las prosopopeyas, o
personificaciones, agudizan esa clausura del alma: Átomo racional, polvo animado,/instante humano, breve abreviatura,
y son el agobio del cuerpo. En dos dimensiones: la espacial (átomo racional, polvo animado); luego en
la temporal (instante humano), para
finalmente hacer una referencia al propio oficio de la poetisa: escribir, esto
es, (en el caso del soneto) tratar de poner en pie y levantar figura de un algo que no es sino nada, una breve abreviatura. Esta aliteración
simple está sumamente cuidada. Si en átomo,
polvo e instante aparece el
adjetivo pospuesto, ocurre lo contrario en breve
abreviatura. No es casual: breve,
siendo adjetivo, está sustantivizado totalmente por la aliteración. Observar
que en toda la obra de Quevedo (poeta más cercano a Catalina por estilo), sólo
hemos encontrado dos referencias a átomo.
La referida a los mosquitos que beben el vino precioso, del poema 531, de la
edición de Blecua de la poesía de Quevedo (1981). Puede ser esclarecedor del
uso que hace Catalina. Quevedo dice átomos
mezquinos, para definir la pequeñez de los mosquitos… Y otra vez en la
famosa décima Al mosquito de la trompetilla,
donde lo llama átomo armado (Quevedo,
816, pág. 1.553).
En un soneto dicen que los dos
cuartetos exponen el tema y los tercetos lo rematan y terminan. Una vez
expuesto el sujeto y presunto objeto de que trata: según parece el cuerpo de un
hombre pequeño, o a un hombre pequeño, que resulta ser nada, o sólo mezquindad.
Nuestra autora va más allá, y agudiza dos sentidos: el oído y la vista. Hasta
ahora el sexo del hablante, o sujeto lírico, o de la persona que expresa el
poema, no se nos ha manifestado. (Lo de decir genérico o género referido a las
personas es una estupidez incorrecta de los medios de comunicación. El género y
lo genérico son categorías gramaticales). Es en el primer terceto donde
aparece, verso ocho: que la más perspicaz no te termina. Es
de gran novedad y de interés literario novedoso, como observan Julián Olivares
y Elizabeth S. Boyce (1993), que aquí encontramos a una hablante femenina, y la
implicación de que el hombrecito ha sido blanco de chistes y burlas gastados
por mujeres, ya que el tratamiento burlesco de ciertas personas, por sus
características anatómicas, como hemos dicho, es tradicional y tiene sus
fuentes literarias en la literatura clásica y popular. Entrambasaguas (1929) da
a entender que las burlas a Felicio han sido debidas al intento de éste de
cortejar a las damas; pero no explica la razón, que será extratextual. Una
lectura atenta y respetuosa del soneto, lo descubre, de forma sutil, claro es,
ya que rompe el papel impuesto a la mujer en la sociedad del siglo XVII.
La pregunta retórica que se
inicia en el primer terceto, con un endecasílabo enfático: Di si eres voz, y que –tras desechar cualquier intento de que sea
visto- vuelve a enlazarse en el primer verso del segundo terceto: o cómo te concedes al oído, es una
agudeza de recurso, para una respuesta que ya quedó contestada en los dos
primeros cuartetos: nada, el hombre pequeño no es nada y es mezquino, por lo
que esa redundancia agudiza la burla, en la búsqueda de lo que no se puede oír
ni ver. Los dos sentidos por los que se percibe la corporeidad,
fundamentalmente. Lo de llamarlo tan
escondido, o preguntar con segundas: cómo
te concedes al oído, ratifican la intención del profundizar y valorar el
nivel de mezquindad moral que tiene ese hombre pequeño si es que es hombre...
Ya que si alguien anda tan escondido
de su propia figura es que no es generoso, por ende ruin. Y si no se concede, es decir, no se da, no se
manifiesta, también indica la ruindad moral o personal del tal Felicio. Porque
la concesión es una acto cuya iniciativa debe partir de la generosidad de un
sujeto. La poetisa se pregunta –retóricamente- cómo se concede al oído, porque
otras concesiones materiales no han ocurrido. Una vez más la ironía de Catalina
nos sorprende por sus altos vuelos, y la elección de la palabra precisa para
expresarla en el ámbito elegido: el soneto que comentamos.
En un sentido contrario a la no
personificación, la no concreción del cuerpo, o, a lo menos, acústica de
nuestro hombre, aparecen –en un remate contradictorio genial- las personificaciones
poéticas de los dos últimos versos. En esa línea de la ironía de expresar lo
contrario de lo que se piensa o siente, y que el encuentro de la realidad haga
el resto… Personificaciones de la duda,
que se examina y de los sentidos,
que, aunque están en la persona, no tienen personalidad por sí mismos. Tampoco
falta el tono hiperbólico que inunda todo el poema. Sabido es que la hipérbole
tiene un significado enfático y cómico. Así la duda es ya, por sí, examen, pues
se examina a ella misma, con lo cual
se eleva a la enésima potencia infinita de las dudas. No se podría decir mejor
y con tanta economía lingüística, algo que remata el tema: la duda examinada
nos lleva a la nada, como apuntamos de tema de fondo más arriba. La nada de la
mezquindad del hombre pequeño.
El endecasílabo melódico con que
termina el soneto es sorprendente. Podemos preguntarnos: ¿los sentidos de quién
se desmienten? Evidentemente son los de la autora, pensamos en una primera
instancia. Pero bien podría referirse –considerando toda esa abierta
ambivalencia semántica que en el poema se usa- a los de Felicio, rizaría el
rizo burlesco de alturas que ni un Quevedo alcanza. En ambas interpretaciones,
si un sentido desmiente a otro sentido,
es que nada hay, nada ha habido ni nada habrá. Con lo que la autora remata
perfectamente lo que la mirada inicial no le mostró, ni la voz –a la que apeló-
le dijo. O sea, la desesperanza barroca y el desengaño de los sentidos. Sí,
pero con una precisa, clara y rotunda ironía, y una gran inteligencia, contra
ese desengaño mismo, pues no hubo engaño siquiera al no aparecer cuerpo alguno.
Está la nada, y en su fondo la pura mezquindad del hombrecito, repetimos, si es
hombre…
Este verso final también invita
a una interpretación acorde con el gusto por el uso ambiguo de las palabras en
la poesía de Catalina Clara Ramírez de Guzmán: un sentido desmiente a otro sentido. Un sentido pudiera significar, también, alguien que se ha sentido,
que ha sido sentido, aunque ni se ha oído ni se ha visto. Por lo tanto ese un sentido bien pudiera referirse al
hombre pequeño. Y ese hombre pequeño, sentido,
desmiente a otros sentidos, que bien puede ser el sentido de percepción de la
realidad, referido a todos los sentidos: oído, vista, tacto, etc. Pudiera ser
una interpretación o lectura algo rebuscada; pero no carente de posibilidad y
remate perfecto de un soneto bien acabado, con una inteligencia de la ironía
fuera de lo común, en una mujer que tampoco fue, ni es, común. Para desgracia
nuestra.
FINAL
Espero haber mostrado, con
algunos elementos elegidos, ya que nunca se puede agotar el comentario de algo
tan sugerente, que la elaboración de este soneto no se debe a un rapto de lo
que llaman inspiración momentánea, sino de un preciso, y precioso, conocimiento
de la lengua, sus recursos, tanto formales como literarios. Fruto de un oficio
y no de una afición o gusto, por parte de una mujer en muchos casos admirable,
del siglo XVII, en Llerena. Junto a ese conocimiento y manejo del lenguaje,
unió dotes de una inteligencia precisa,
y una alegría y un humor fuera de lo ramplón. Pues la inteligencia es amiga del
humor y del amor. De la altura de miras, en la Llerena pueblerina de entonces,
que diferiría poco de la de ahora. Componer un buen soneto es tanto o más
difícil que una buena sinfonía, una buena pintura, una buena pieza musical…
Aparte del dominio de la técnica se requiere algo qué decir y cualidades
creativas, con todo ese material. La poesía no se hace con sentimientos. Esa
estupidez pretenciosa es obsoleta y falsa. El poeta debe despertar sentimientos,
no dar los suyos, pensamientos también, no imponer los suyos... Catalina Clara
poseía todo eso en un alto nivel, pues supo aprovechar su situación social al
máximo para desarrollar sus potencialidades creadoras todo lo que pudo, y le
dejaron las circunstancias tremendas que tenían las mujeres de entonces. Tal he
pretendido mostrar en este estudio, o, nunca mejor dicho, recreación: pero para
buen entendedor basta el soneto limpio. Mis aportes bien pudieran sobrar.
No obstante, pienso, también, que este trabajo
sea un grano de arena más en la recuperación de la obra de Catalina Clara, para
los que tengan paladar y sepan y quieran leerla. No un suceso escolar o
académico, sino vida de sus textos. No ya por ser paisana, sino por su evidente
calidad e interés (espero que el botón elegido sea muestra). Claro que se
impone pensar en una edición de toda su poesía. Pero también que esa edición
esté a la altura de la poetisa de la calidad que fue Catalina Clara. Cualquier
intento de ediciones populares y de fantasmagoría historicista, hagiográfica,
biográfica y demás pintoresquismos historicistas y de costumbrismo provinciano,
sería un craso error, un intento de desprestigio de una poetisa que merece más
desvelos y, por supuesto, estudio, puesta en valor y respeto por su obra, que
si corta, es de un indudable interés actual. Sobre todo en los últimos veinte
años no deja de despertar interés y estudios, acercamientos, ediciones en
antologías… Por su indudable modernidad. En la estela de los grandes poetas del
siglo XVII.
APÉNDICE
Reproducimos parte del poema de
Francisco de Quevedo: A una mujer pequeña,
que bien pudiera explicar la parte de la referencia al alma, que Catalina hace
en el segundo cuarteto de su soneto. Lo que reforzaría, y matizaría, el
comentario.
A UNA MUJER PEQUEÑA
... … … … … … … …
La alma un tiempo os di, que da,
señora
la alma quien adora;
pero hallábase en vos tan
apretada,
que os la quité por verla maltratada,
y aún dura el temor, y dice y
piensa
que si no estuvo en pena, estuvo
en prensa.
Calabozo del alma, y tan
estrecho,
fue vuestro breve pecho,
que desde aquí mi sufrimiento
admiro
y del vuestro me espanto, cuando
miro
que aún vos tenéis la alma de rodillas,
si no es que entre las almas hay
almillas.
… … … … … … … …
BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA
-Blecua, J.M. (1984): Poesía de la Edad de Oro (II).
Castalia, Madrid.
-Covarrubias, Sebastián de
(1998): Tesoro de la Lengua castellana.
Edición facsímil de la de 1943, según impresión de 1611. Editorial Alta Fulla,
Barcelona.
-Chamorro, María Inés (2002): Tesoro de Villanos. Diccionario de germanía.
Herder, Barcelona.
-Diccionario de Autoridades (1990). Gredos, Madrid.
-Domínguez Caparrós, José
(1992): Diccionario de métrica española.
Paraninfo, Madrid.
-Navarro Tomás, Tomás (1986): Métrica Española, 7ª edición. Labor,
Barcelona.
-Navarro, Ana (1989): Antología poética de escritoras de los
siglos XVI y XVII. Castalia/Instituto de la Mujer. Biblioteca de
Escritoras. Madrid.
-Olivares, Julián y Boyce,
Elizabeth (1993): Tras el espejo la musa
escribe. Lírica femenina de los Siglos de Oro. Siglo XXI Editores, Madrid.
-Polo de Medina, Jacinto (1987):
Poesía. Hospital de incurables.
Edición de F.J. Díez de Revenga. Cátedra, Madrid.
-Ponce Cárdenas, Jesús (2001): Góngora y la poesía culta del siglo XVII.
Ediciones del Laberinto, Madrid.
-Quevedo, Francisco de (1981): Poesía original completa. Planeta,
Barcelona.
-Ramírez de Guzmán, Catalina
Clara (1929): Poesías. Edición de J.
de Entrambasaguas. Imprenta Antonio Arqueros, Badajoz.
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