AQUÍ COMIENZA LA HISTORIA VARIA DE ZAPATA EN SUS MUNDOS
En el empíreo
de Llerena, lugar en que habitan los que no han podido, o no han querido, ir a
otra parte, están los fenecidos que nacieron en esta urbe. Los padres de la misma,
los patricios egregios, de los que soy testigo, porque siempre hay quien vea y
lo cuente, y porque alguien tiene que ser. En ese estado hay comunicación e,
incluso, relaciones con el mundo real llerenense del presente. Aunque muchos de
los que se hallan en ese empíreo después de la muerte, que llamamos fantasmal,
sin las connotaciones peyorativas de la palabra fantasma, vagan por todo el
mundo de los vivos, dedicándose a múltiples faenas y existen en cualesquiera
parte, ciudades y campos del globo.
En cuanto al que esto narra he de
decir que recurre a artimañas como el espiritismo, telepatía, correo
electrónico con los fugados de esta vida; y otras técnicas científicas para
poner en pie lo contado y el estado y circunstancias de ese ultramundo.
Esto no es una
novela histórica, como habrá deducido con sabiduría el lector, sino más bien
intemporal, pues transcurre en el transtiempo, o en el sintiempo después de la
muerte. Es sátira y hostigamiento de mentecatos.
Principalmente
hemos hecho contacto con el eximio y nunca bien ponderado don Luis Zapata de
Chaves, viviendo en su querida Nueva York, o en la selva Lacandona, que depende
de los aires y de sus cosas.
Han salido en estas páginas dos
entregas de lo que llamamos Zapata en sus mundos, y algunas más en revistas
mexicanas. Esta es la tercera. Luego de haberse publicado, en un tomito que se
reseñó, tan peculiar como interesante endilgo literario.
Andando uno de esos días por la imperial Toledo, me fui a encontrar con el ínclito paisano
Francisco Arceo, que paseaba con Alonso Núñez, ambos doctores en la ciencia
médica y dedicados ahora a devaneos diversos y erudiciones varias, ya que el
tiempo lo tienen por suyo. Fue para mí un punto de temor ver sus fantasmales
atavíos en el largo y cuestabajo callejón del Ángel toledano. Pero se disiparon
penas y temores a la voz varonil de
Zapata que me susurró la conversación de los médicos:
ARCEO: No
temas, paisano, porque sabemos de tu origen. Vienes de Llerena y a Llerena
irás. ¿Qué tal allá el turismo?
PAISANO:
Bueno, la verdad es que no sabría como contestar a tal pregunta. Si a favor o
en contra, como dijo aquel.
ARCEO: Siempre
conviene tener contento en toda circunstancia y situación. Así habréis de decir
que el turismo es la más hermosa de las bendiciones y ocurrencias en las que
están empeñadas las instituciones locales, provinciales y autonómicas. Si tal
no hicieséis seriáis un mal hombre...
PAISANO:
Bueno, yo es que creo que no tengo información sobre el asunto. Y a eso me
refería. Más bien estoy a la contra. Ya que no soporto por allá las
expediciones escolares durante el año, que entorpecen y escandalizan la paz del
entorno, tiran papeles de bocatas y cosillas en los suelos... Y las famosas
incursiones de los jubilatas que durante el año atiborran calles mirando cualquiera
ventana mudéjar durante media hora. Y luego se van del pueblo dejándolo tan
rico y tan igual como antes de llegar, que es pobre cosa.
ARCEO: Mal me
lo fiais y que sois de la cáscara amarga y un tanto atrabiliario, amigo
paisano. No sabéis que alguno compra el periódico, la famosa Guía de Julito y
alguna otra quisicosa, como un recuerdo, caramelos, dulces de monjas, o una
botella de agua. Incluso tabaco. Algunos dineros han de quedarse en beneficio
de la población paisana.
PAISANO: No
digo que no. Pero a mí ni fu ni fa. Son cosa que no me interesa. Y para tan
poco beneficio no merece la carga de los gastos tan ingentes que hace el
ayuntamiento en folletos, campañas, publicaciones, páginas webs, y toda la
zapatiesta. En beneficio de unos particulares.
ARCEO: No
conocéis el negocio. Ha de ser así ya que las instituciones han de ponerle el
asunto fácil a los empresarios que se lucrarán por ello. Así han de remozar
monumentos, han de restaurar obras de arte, han de publicar los encantos del
paisaje y paisanaje, han de invertir ingentes cantidades en la mejora de las
comunicaciones y, finalmente, no han de tener tasa para que los beneficiarios,
esto es, ese sector empresarial del turismo en la zona, sea beneficiado. Ello
creará riqueza y puestos de trabajo, que dará nueva vida...
PAISANO: O
sea, ¿qué todo es un teatro o circo a costa del erario público para beneficiar
bolsillos privados?
ARCEO: Mira
que sois borrico. Ese plan de restauración del mudéjar, por ejemplo, que con
tanto énfasis y pulcritud se acomete en Llerena, beneficia a todos y cada uno
de ustedes. De camino se contenta a los turistas que se ven gratificados por
encantos del ayer.
PAISANO: O sea
que las concepciones de los años sesenta, en pleno franquismo, o la teoría
Fraga de que el turismo es un gran invento son y fueron acertadísimas.
ARCEO: Y quien
dijo que no, ¡mentecato! ¡Mirad que os ensarto como aceituna con este estoque
que porto!
ALONSO NÚÑEZ:
Teneos, don Juan. Cesad en la discusión y vayamos adelante, mirando más el paisaje que nos une que al turismo que
nos separa. Y no hagáis caso a los vivos en sus estrecheces mentales.
ARCEO: Sea por
vos. Id con Dios, asustado paisano, y tened feliz llegada a Llerena, luego de
haber turisteado Toledo.
Esta conversación la recogimos de una grabación en vídeo del
Paisano, que todo el tiempo lo tuvo activado. De manera que también poseemos
imágenes, en tal medio, de estos dos ilustres habitantes del trasmundo. Yo Luis
Zapata doy fe, esperanza y caridad.
NOTA.- Tercera entrega de la serie, publicada en Torre Túrdula, número 4.
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