Esta mirada cándida, feliz y acicalada, con pedigrí de poetisa, de las de rompe y rasga, lo dice casi todo. Aunque la de más arriba haya sufrido cambio de visajes, por la noticia y el evento de la portadora de la misma, que ya desgranaremos. Es lo que pasa por meterse en política el poeta, o la poetisa, que no, que está mejor sin enredar en esa cosa del gobierno de los hombres. Allá se las arreglen como puedan. No es una pose cualquiera. Es la de alguien criada para el espectáculo circense en que las artes se han convertido hoy, con usos de artilugios como el cine, la foto y la publicidad, la imagen -dicen- y la imaginería de la tele... Porque, como dijimos, la mujer ha de igualarse al varón en todo, y con todos los valores que el macho ha creado, en el largo proceso de evolución, desde la noche de los tiempos. Y, por supuesto, esos valores pasan por las Alturas. Que si usted no anda en ellas usted es nada. Y si en el siglo XVIII se crea un aula de poesía es porque en ella anda lo mejor y la flor y nata. Que lo dice el poder real de la santa monarquía de Inglaterra y la prestigiosa Universidad de Oxford. ¡¡Ahí es na lo del ojo (de cuco)!! Que son palabras mayores. Como el premio Nobel y todo premio. La alcurnia vestida de limpio y la mayor altura de la cosa. Porque lo dice quien manda. Por eso ella no hace ascos, sino que pretende conseguirlo a toda costa. Es su Todo.
Por tal, ante la sempiterna conquista de ese trono, por parte del macherío, la mujer ha tenido la tendencia mimética a seguir la senda. Sin pararse a pensar si es acertado o no, si es verdadero, si es bueno, si realmente la buena poesía se puede encerrar en el castillo universitario, en ese cuenco de la mano del poder, mano cándida, como la mirada de ella. Y claro, se ha pensado, en lo malo y lo bueno como el hombre. Imitación de vida y seguidismo total. Nunca otra cosa, o lo contrario. Ella fiel al legado del caballero. Como su fiel costilla. Y ni se le ocurre poner en duda los valores. ¡Jamás! Y si él rey, ella la reina, si el amo ella el ama, si él poeta de cátedra, ella poetisa catedrática, si él...
Y ella ha luchado denodadamente. ¿Quién sabe lo que hizo, o se sospecha, en el logro de premios, ediciones, traducciones, estudios, curriculo -que todo es curriculo- y méritos de una guerra inventada por el caballero y que la dama sigue sin rechistar. Pues guerras miles como la varonía en lucha y competencia. Que todo está muy bien ordenado y el mundo está bien hecho, que dijo el poeta español para no desentonar. Y los cargos de altura también pertenecen a las mujeres que se prestan a la subida y la cucaña y atiza que es tarde. Además la cucaña es como de mayor gloria y disfrute en la entrepierna femenil, y no descojona, que en la varonil condición es descerraje. Tómese la metáfora, no la grosería.
Y estos ingleses como ponen todo en valor, con esa donosura y esa medida de bárbaros del norte que se especializaron en el cálculo y lo práctico... Y se dirimió la cuestión de quién es más que quién, que lo dice el rey o lo marca una cátedra de poesía. Que también la poesía tiene su precio, no se confunda cada necio… Eso del poeta silvestre y en la edad de oro, queda para zonas fuera del imperio de la regla inglesa de medir. Que ellos nunca tuvieron un Cervantes: entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes...
Por eso ni estoy interesado en nadie que haya ocupado tal cargo de prestigio en mando de tal cátedra. Es demasiado para mí, unas calidades que no puedo soportar y que no aguantarían mis meninges leer, dado lo noble del empeño y la dureza de la jugada de la damisela que escribe poesía para trepar a tan alto escaño noble. Como dijo el Arcipreste de Hita, que ni borracho se encaramaría por esos cerros:
Por tal, ante la sempiterna conquista de ese trono, por parte del macherío, la mujer ha tenido la tendencia mimética a seguir la senda. Sin pararse a pensar si es acertado o no, si es verdadero, si es bueno, si realmente la buena poesía se puede encerrar en el castillo universitario, en ese cuenco de la mano del poder, mano cándida, como la mirada de ella. Y claro, se ha pensado, en lo malo y lo bueno como el hombre. Imitación de vida y seguidismo total. Nunca otra cosa, o lo contrario. Ella fiel al legado del caballero. Como su fiel costilla. Y ni se le ocurre poner en duda los valores. ¡Jamás! Y si él rey, ella la reina, si el amo ella el ama, si él poeta de cátedra, ella poetisa catedrática, si él...
Y ella ha luchado denodadamente. ¿Quién sabe lo que hizo, o se sospecha, en el logro de premios, ediciones, traducciones, estudios, curriculo -que todo es curriculo- y méritos de una guerra inventada por el caballero y que la dama sigue sin rechistar. Pues guerras miles como la varonía en lucha y competencia. Que todo está muy bien ordenado y el mundo está bien hecho, que dijo el poeta español para no desentonar. Y los cargos de altura también pertenecen a las mujeres que se prestan a la subida y la cucaña y atiza que es tarde. Además la cucaña es como de mayor gloria y disfrute en la entrepierna femenil, y no descojona, que en la varonil condición es descerraje. Tómese la metáfora, no la grosería.
Y estos ingleses como ponen todo en valor, con esa donosura y esa medida de bárbaros del norte que se especializaron en el cálculo y lo práctico... Y se dirimió la cuestión de quién es más que quién, que lo dice el rey o lo marca una cátedra de poesía. Que también la poesía tiene su precio, no se confunda cada necio… Eso del poeta silvestre y en la edad de oro, queda para zonas fuera del imperio de la regla inglesa de medir. Que ellos nunca tuvieron un Cervantes: entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes...
Por eso ni estoy interesado en nadie que haya ocupado tal cargo de prestigio en mando de tal cátedra. Es demasiado para mí, unas calidades que no puedo soportar y que no aguantarían mis meninges leer, dado lo noble del empeño y la dureza de la jugada de la damisela que escribe poesía para trepar a tan alto escaño noble. Como dijo el Arcipreste de Hita, que ni borracho se encaramaría por esos cerros:
EL PODER DEL DINERO
Anda el Arcipreste de Hita algo olvidado, por lo menos en los planes educativos de la comunidad autónoma en que yo existo, pero era un tipo del que deberíamos tener cientos ante tanto desmán como hay.
ResponderEliminarEn plena euforia de la Champiñons League observo el enardecimiento de sentimientos bastante elementales o debería decir "primitivos", y cómo la espontaneidad -que no se deja ver en todo el año- ocupa las calles y las llena de banderas. Nada más hay que asomarse al Facebook para ver como está la calle.
La poesía tiene que convivir con esto y aquello y con los enemigos interiores. Me *quedo (es un decir) con el acuñamiento "culturetariado", que habrá que ir meditando.
Ya te he felicitado en la red, pero ahora lo hago en este rinconcito más resguardado. Que cumplas muchos más.
¡Ay! El poder del dinero...
ResponderEliminarQue influencia tan primaria, y tan sutil a veces que hasta al poeta le germina. Cuánta cultura y compomiso transpira este blog. Enhorabuena.
Un saludo.
Jesús