7 de mayo de 2009

CIEGO Y LAZARILLO

Era un tiempo en el que todavía era posible viajar. Digo viajar no maquinar un traslado, trasladarse, transportarse para ver por ver, ver y ver el circo que tienen montado para que se vea y no darse cuenta de la realidad, que eso hace el personal hoy. Que da lo mismo que si se quedara sentado el su casa viendo reportajes del espectáculo turístico que le espera o de lo que hay en la calle de cualquier parte del mundo, no otra cosa hay. Bueno, a lo que voy, era un tiempo en el que aún se viajaba. Yo lo hice a aquella Lisboa de los primeros ochenta en el Lusitania Exprés -una vez más desde mediados de los setenta, que fue la primera vez- que asaltaba en la estación de RENFE, en Cáceres, sobre las cinco de la mañana y con ese resencio de trasnoche misterioso que había. O bien por la parte delantera, con billete y todo eso, o por la trasera, sin billete, a escondidas y en pirata. Que tenía esas dos opciones según fuera de dinero o de tiempo. El equipaje era siempre ligero y más pesado por libros y libretas de apuntes. Ropa casi la puesta y poco más… Solía elegir casi siempre la segunda manera de montar, esto es, sin pago. Por la aventura, el ahorro, lo imprevisto. Esos delitos prescribieron, si fueron para un pobre… Normalmente el tren iba atiborrado de gente dormida o adormilada, aposentada en pasillos, departamentos, cubículos y demás, literas, camas... La experiencia hacía que el mimetismo con el convoy se hiciera pronto y uno se apañaba bien para estar durmiendo hasta casi la arribada, aunque fuera metido en un saco de dormir en el pasillo. Ya lo he contado otras veces.
Aquella vez estuve como dos meses perdido por la ciudad. Tomé la costumbre de irme temprano por la zona del puerto, o pasar al Barreiro, un barrio más bien dormitorio, al otro lado de estuario del Tajo. En una de esas vi la foto. Sí, esa foto que abre la entrada, tan borrosa, mala tal vez, dudosa y rara, como un apunte de Velázquez o un destello de Goya, tal vez un fotograma de Buñuel... Tenía entonces una cámara de fotos elemental, vamos que era una caja de cerillas con un carrete escondido casi, un agujero por el que mirar... Y funcionaba a ojo de buen cubero. Salía a pillar los ambientes y vida lisboetas con ella y me daba el apaño, por el montón de fotos que han ido ganando con el tiempo, y que tengo olvidadas allá y acá, aunque los negativos andan a recaudo, eso sí... Sobre todo son estupendas las fotos del barrio de Alfama, entonces casi nada turisteado, ni arreglado, ni preparado para el visitante, sino auténtico y real, ni como decorado de jolivú, que han convertido a casi todas las ciudades hermosas de Europa…
Y de cuando en vez, dado mi pobreza consustancial, alguna foto, pero muy bien administrada, me hacía con aquella cámara elemental de mercadillo. Y esa es la más generosa que pude hacer en mucho tiempo. Era bien temprano, tal vez sobre las siete y media de la mañana o las ocho. Iba bajando la rampa para tomar el paquebote o transbordador que me trasladara al Barreiro, que me encantaba pasear, y los vi venir. Un niño, que al principio y de lejos me miraba como sonriente, y un hombre ya mayor, que cojeaba garbosamente. No le daba la mano al nene, sino que lo agarraba ya por el hombro, ya por el brazo o la mano que el chavea alargaba con costumbre. El ciego, porque el adulto era ciego y cojo, colgaba una bolsa del hombro que se bamboleaba algaranera. Procuré preparar el momento, antes de la entrada a la rampa. Que no hubiera nadie más que ellos, o no, mejor que hubiera alguien para darle como ambiente, sí. Bueno, lo que saliera, si sale. Y avancé… Y al momento de echar la foto el lazarillo alza la mano libre y se hurga la nariz, sacando la lengua, como si la picazón pudiera más que el momento de inmortalidad... Mira al suelo, como indiferente y eso da un valor añadido a la foto: los dos testigos van a su bola, a su aire de mañana de lunes, creo que era. Y un transeúnte atrás, testigo de mi foto, lo atestigua. La luz que viene del agua, del Tajo, deslumbra el fondo y muestra sombras de algunas parvas gentes que suben la otra rampa… El suelo de esa menuda adoquinería lisboeta y el bastón tremendo del ciego. Nada más. Y nada menos.

Cuando las revelé, porque para remediar mi pobreza entonces lo hacía de propio, esas fotos, de aquel viaje, me entró aquella emoción inexplicable por las mismas que díficilmente he vuelto a recuperar alguna vez luego, poco. La intención de material para un poemario, que junto a las muchas notas hechas, textos de mi diario, que casi consumí un cuaderno de aquellos grandes, contenían material más que suficiente para el trabajo.Y así lo hice, y anda por ahí uno de los muchos apuntes de poemario, que llamo, que creo que se llama Cuaderno de Lisboa, como provisional. Y de ahí, de aquel viaje, nace el conocimiento de uno de esos poetas llerenenses que la casualidad me deparó, ya que en mi endeblez económica me vi en la necesidad, y ella me puso, ante el paisano que arregló, de alguna manera, mi comida y estancia por un tiempito más, que fueron tres meses en la ciudad, pues entonces uno hacía el milagro de los panes y peces como cosa acostumbrada. No sé bien si no fue más por pariente que por paisano, ya que Víctor Trinidad Marín era pariente de mi madre, por parte de mi abuela, y eso tira más que el paisanaje... También lo hago ahora, y con más chulería si cabe, que este mes vivo con 50 euros y me sobra para juerga y cervezas... Entonces no estaba de moda Lisboa entre la cutre progresía, sobre todo la de las grandes ciudades acatetadas y noveleras españolas, y hablo de Madriz, Barcelona, Sevilla y etc., que con la caca del cine y otros negocios, la acupó para ningunearla y cargársela para sus cosas publicitarias y sensibleras de modas y de ¡oh, Lisboa!, de las payas turisteras más que otra cosa, inanes y vacas vacuas que van como locas y alocando, y ellos de ramal... Que he visto echar como perros a españoles de restaurantes serios y tranquilos lisboetas por horteras, y hablaban catalán, o con acento madrileñí claro, y lo decían…, por maleducados y bestias, amén de garrulos de barrios…
En las otras fotos, muchas y casi todas tan o más interesantes que esta que hoy muestro por acá, se ve la Lisboa cotidiana, sus gentes, sus vidas… Pero y las pondré de una buena vez algún día.
Dos poemas. Uno es apunte de aquellos días y sobre el encuentro con el niño y el ciego, lazarillo y amo, sin haber visto la foto, pues no la revelé aún. Pero aquella tarde no pude dejar de recordar el impacto que tuve de aquel encuentro. Tengo que decir que en días sucesivos la casualidad quiso que me encontrara al ciego cantando canciones como fados sin serlo. En Lisboa cantan fados las mujeres, no los hombres, que lo hacen en Coimbra. Y el niño pedía con un plato metálico. Una de las veces fui generoso a fuer de mi pobreza, claro. Con lo que se resolvió el contenido de la bolsa que colgaba del hombro del hombre... El otro poema es de luego, de ahora, y es versión del apunte anterior.

uno

ciego me viene rampa arriba cojeando
niño lleva con la mano
un muchachito rubio
lazarillo leve alegre elemental

recuerdo a homero
tal vez a borges
los ciegos de romances
de la once
tiresias sonriente
otros ciegos y poetas
con el puerto cerca
cercados de la luz
todo es pura literatura
impura vida
no he desayunado
y son visiones borrosas de lo que leo
o he leído tal vez lo que leeré

si la gente
gente atareada y trabajadora
presa de la prisa del trabajo rompe tanto y destaca
tanto y tan enorme
la escena intemporal
del artista ciego que toca y canta
al que conduce un rubio chaval
como un sol

Lisboa, junio 1980
de Cuaderno de Lisboa, 1980


dos


allá en lisboa ciego y lazarillo
me canta con su luz blanca camisa
su borgiano bastón seguro pisa
la señera cojera que al chiquillo
en su hombro se apoya tan sencillo
como andar a la par en su premisa
si le suena la música en sonrisa
bolsa cuelga del hombro al estribillo
si él me canta y le doy por una calle
su foto queda ahí como recuerdo
y su voz en olvido no la pierdo
este paso de dos haciendo uno
este fugaz momento por si alguno
de los tres se lo vio en el recuerdo

Llerena, mayo 2009

1 comentario:

  1. Que bellos, ambos Agustín, los poemas y los protagonistas de la foto!
    Un besote

    ResponderEliminar

Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.