14 de julio de 2008

UN GATO CALLEJERO: EMPATÍA

El gatito enseña. Soy un humilde discípulo del felino. La primera enseñanza aurrió la segunda noche del encuentro. Cuando lo puse en un cuarto de baño, para que estuviera bien protegido. Ya le había comprado un transportín para que lo usara como refugio, su sitio, y para llevarlo de acá para allá.
Bien, pues lo dejé en el baño y me fui… Al buen rato vuelvo y el gato no está. Perece esfumado. Pienso que ha podido irse por el sumidero del inodoro. Imposible. Tras un rato de búsqueda minuciosa, incluso de haberme cerciorado de haber cerrado la puerta, se me ocurre. Decido hacerme como gato. Me agacho todo lo que puedo y trato de ver el sitio desde esa perpectiva. Miro todo con detenimiento y me paro en el bidé, en la parte baja y trasera del bidé. Meto la mano en un hueco que hay, lo suficiente como para que quepa un gatito escuálido como aquel, y en efecto, noto que está metido, acoquinado, allí. Todavía no lleva el pequeño cascabel que luego le puse. Lo llamo, le hablo, le digo que salga… Nada. Así que voy por una cuchara grande y la meto. Lo agarro y poco a poco sale. Lo pillo por el rabo y tiro. Y mi gatito está a la vista de Nuevo. El secreto de encontrarlo ha sido en hacerme como él.

Hace unos días que vengo observado que entra en la casa desde el patio. No sé cómo lo hace pues la puerta está cerrada, aunque una hoja corrediza del ventanal está abierta. No lo he visto, ya que lo hace cuando no me ve. Es muy listo el bichito. Pero hoy se ha delatado, ya que cuando he vuelto de la calle estaba jugando en el salón, encima del sofá. Y lo dejé en el patio con la puerta de acceso a la cocina cerrada. En fin, la misma operación que en el cuarto de baño. Hacerme como el gato, ponerme en su lugar y desde esa manera encontrar el gatupario que utiliza para colarse desde el patio a la casa, estando la puerta abierta y siendo casi imposible el salto al alféizar del ventanal y de ahí a la cocina. Me tiendo en el suelo, miro y remiro. Y doy con la forma. Es casi imposible que dé un salto hasta el alféizar del ventanal y de ahí a la cocina. Pero en el umbral de la puerta está más corto ese salto, además hay una especie de guía, lo que uno la puerta al ventanal, que asegura el salto. Por allí lo hace. De ahí que respetara y no hiciera nada a las delicadas macetas que hay encima. Pues si salta por el cubículo y luego va a la ventana que está abierta y corrida, el salto a la cocina apenas necesita tocar esas plantas.
De esta forma me voy dando cuenta que la empatía es mi guía para conocer al gato, para saber cómo se mueve, como pajea este bicho. En cierta manera me hago gato.

1 comentario:

  1. ¡Anda! ¡Si está con mi Mausito!

    (Mau es el nick de mi gato para preservar su intimidad en internet, aunque esta menda lerenda se ha ido de la lengua o de la tecla en más de una ocasión y ha soltado su verdadero nombre, pero a él no parece importarle demasiado; de hecho le gusta la notoriedad).

    Pues a lo que iba: que realmente te has hecho gato, sólo te falta decir "¡miiiiiiii!, ¡miiiiii!" y así él te contestará y sabrás dónde está ;-)

    Preciosa entrada y preciosos gatos. Como dijo no sé quién, el gato es el único animal que ha conseguido domesticar al hombre, y hacerse imprescindible pese a su inutilidad.

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.