Mi gatito ha salido del salón, donde dormitaba larga tarde, y ha andado de frente. Ha llegado a la pared, se ha alzado sobre sus patas traseras y se ha mirado en un espejo grande que está adosado a la pared. Ha dado un salto de susto, un susto de verse en el espejo grande que cuelga en el pasillo. Luego del susto ha vuelto a mirar, para verificar que había otro gato como él allí dentro. Ha intentado tocarlo con la patita, las orejas en punta, el gesto tenso, la mirada total mente entregada… Y ha dado otro repullo de susto por el otro gato del espejo. Y así hasta como cuatro veces más. Parecía que se quemaba en un fuego o que el espejo le daba un lampreazo eléctrico, cada vez que miraba y veía al otro... Se ha venido hacía mí que desembalaba libros, y me ha mirado, de abajo arriba y ha maullado quedo, como me lo hace cuando saluda, pero además como diciendome si me había dado cuenta del asunto. Con el rabo tieso y ese andar pucherero, de chuleta de la casa, en la que no lleva un mes, mi gatito ha llegado a mí, me ha oliscado la bajera del pantalón y se ha vuelto por donde vino, visitando breve el espejo otra vez, que le ardía. Nuevamente se ha elevado sobre patas traseras y se ha visto y ha dado un brinco para el salón, se ha subido al sofá y se ha arrellanado en su rico sitio, en su mullido cojín. Le asusta a quien ve en el espejo, y le tiene curiosidad.
He encendido un velón enorme sobre una mesa en el patio, esta tarde. Lo que sucedió con el espejo y el gatito fue por la mañana. Tiene un grueso pabilo que centellea llama y un poco de humo. Huele a limón el ambiente y a cera ardida por el leve humo de esta vela de exterior uso. El gatito me ha estado observando. No pierde una desde que está conmigo y me ve hacer cosas. Si puede me viene y huele, toca, y hasta le pasa la lengua a lo que ve. Es extremedamente curioso, como dice el dicho. Y también dice que la curiosidad mató al gato. No creo que la curiosidad mate a nadie, y menos a un gato. Y este gatito es muy curioso porque es demasiado vivo, muy vital, alegre y con todaslas siete vidas por delante. Así que se ha subido a la mesa y mira la llama del velón en su relampagueo. Huele el aire con intensidad, mueve su cabecita y olisquea tenso, mirando el fuego que arde, moviendo los bigotes, el hocico y la cabecita. Seguramente es la primera vez que lo ve, al fuego, como antes fue la vez primera que vio un espejo. La misma excitación, la misma mirada, el mismo interés, igual curiosidad. De manera que tengo que sujetarlo para que no se queme sus bigotillos en la llama oscilante por el viento que se ha levantado un tanto airado esta tarde en el patio. Pero él mira, mientras lo sujeto con la mano, y empuja, lo dejo ir poco a poco, para que sienta el calor. Lo hace y salta atrás, asustado, extrañado, la danza de la llama lo ha fascinado tanto como los gestos de su figura en el espejo por la mañana. Apenas ha sentido la llama. La misma expresión que ante el espejo. Luego se ha bajado de la mesa y se ha ido a jugar con una piedrecita, que imagino que habrá sacado de una maceta y que él creerá algún ratón o enemigo lúdico, o musaraña, o imaginación que le dará toda la tarde juego, vida y gozo. Por si acaso apago el velorio, cierro ese espejo ardiente en el que el gato se ve. Seguro. El gato es fuego, por lo menos éste.
Ajajajja, el mío mira detrás del espejo y no entiende por qué allí no hay "nadie". Ya le ha perdido el miedo al gato al otro lado del espejo, pero sigue la intriga; especialmente si me ve a mí reflejada hablando con su rival... si le acaricio se da la vuelta contento de que haya cambiado de repente y ya le siga queriendo a él.
ResponderEliminarLa curiosidad mató al gato... de alegría, de divertimento, de descubrimientos, de la vida que nos dan.
Enhorabuena, no sabía que el gato era tuyo pero hoy me he percatado de que ya no es callejero y te felicito, os felicito a los dos porque ambos tendréis mucha vida que compartir.
Qué listos eran los egipcios, adorando al gato.
Mímalo mucho ;-)