Tengo en especial este cuaderno, elaborado por mí a partir de una vieja agenda, bueno sólo la usé para proteger el manojo de folios encuadernados, cosidos, que lo constituyeron. Es de mediados de los ochenta, y salió como un término medio entre el diario, los cuadernos de notas, los cuadernos en los que recojo lo que anoto sobre alguna obra concreta y todo eso..., se puede decir que era una mera bitácora, pues estaba presente siempre y lo estuvo hasta que se fue agotando... Reproduzco dos páginas. En la entrada anterior hice lo propio, reproduciendo algunas... Tiendo a numerar páginas sólo en la parte delantera, con lo que sólo número la hoja. Así, estas son la 38trasera y 39delantera. Era lo que hoy se aproxima más a un blog en la red. Temático, claro es. O monotemático. Literatura, poesía, sociedad, política, hechos culturales varios, periodismo... Y con ilustraciones varias, que iban de la foto, la pegatina, el dibujito, o la cebecera de un diario. En este caso del diario Liberación, aquel intento de hacer un medio informativo y formativo libre para los españoles que salió rana, como todas las cosas realmente libres en esta tierra de todos los demonios. O será que la gente que lo hizo pecó de panolis, inocentes e ingenuos, que es constante de los quijotes del terruño también.
Don Quijote como el prototipo del fracasado y del fracaso en esta de sociedad, del triunfo y la heroicidad del macarra vestío de limpio con corbata y banco, claro, antes señorito y ahora psoísta zapateril chulangas de los madriles y centralista, espabilado cretino que se dice de izquierdas por aquello de la memoria histérica y que mola pal negocio, ¡oye! Lo cual, como dijo el otro, constituye una esplendente victoria, me refiero a lo del prototipo cervantino, no al retroprogre de Argamasilla. Anoche creo que hice una anotación sobre la ruralidad de la idea, de las ideas, las ideas como producto de campo frente a ciudad, su elaboración en lugar desierto y poco poblado, frente a la ciudad masiva que impide pensar, la ciudad del Capital, claro, la del consumo, la de las prisas y los presos de sí mismos aherrojados. Don Quijote es como un padre del páramo, un héroe viajero que no lo hace para ver ninguna ciudad o cosa en plan turista, para ver, ver y ver y no ver nada, y mucho menos para hacer senderismo, que no... Tampoco para hacerse la foto y menos en lo exótico. Don Quijote es el perfecto antiturista o viajero de moda, el que viaja por consumo, y corre mucho, se mueve más, lo transportan lejos, lo llevan, lo traen, lo suben y bajan y, como dijo el otro, al final nada... Queda tan sabio como antes de comenzar, porque eso no es el viaje que es maestro de la vida y la base de sabiduría. Eso es el transporte. Lo que se estila hoy con el personal que se deja querer por ese abrazo del oso consumista...
Y creo que todo eso sobre el Quijote me vino al recordar aquellos tiempos, entre 1970 y 1990, por poner coto, en que hice mucho autostop por casi medio mundo. Era mi medio de viaje. Sobre todo cuando en los veranos me echaba al monte. Que uno hubo en que anduve los cuatro meses de picos pardos por la provincia de Cáceres, como centro, especialmente el norte. Todo en autostop, andando y en donde pudiera trasladarme. Era otro tiempo, otra época. Y sin apenas dinero. De aquel tiempo guardo, en los textos de mis diarios, escrupulosamente recogidos en ese viaje, que casi es un cuaderno de unas cien hojas tamaño folio... Hay materia más que de sobra para escribir algo similar a En el camino, de Kerouac, que todavía no había leído, aunque prefiero el camino de cabras y arrieros quijotesco que la cosa yanqui del auto y carreteras largas que no llevan a ninguna parte ni arte... O meramente la transcripción del texto manuscrito. Me moví de Plasencia a Las Hurdes, más andando que otra cosa, pues nadie cogía en el autostop, o si lo hacía era al lado y, poco a poco, me fui adentrando en aquellos parajes que se me antojaron únicos entonces, desolados por la poca gente, pero vitales. Recuerdo como al mes de estar en aquella zona, que me cogió un tipo que era de Almería, iba con su mujer y dos hijos, en un Mercedes grande, y me trasladó desde La Alberca a Guadalupe, en donde me quedé en la hospedería para peregrinos, sin coste, porque entonces era así. El tipo estaba en Alemania emigrado. Lo mismo me ocurrió en Yuste, en donde permanecí como quince días, conviviendo con los monjes jerónimos, participando con ellos en todo, como si fuera uno más. Al cándido lector le informo que monje es aquel que se dedica a la vida contemplativa y la oración, y fraile, que significa lo mismo que hermano, es aquel que se dedica a la vida activa, sin dejar de mirar por la contemplativa, claro. No es lo mismo fraile que monje en manera alguna, aunque el vulgo común los identifica, incluso los critica sin saber ni de la misa la media, nunca mejor dicho. Curioso que se placticaba eso del voto del silencio; pero a mí nadie me dijo que me callara, ni nadie me lo recordó, ni eché en falta el uso del habla... Aproveché el tiempo tranquilo en Cuacos de Yuste para escribir en el diario lo que me ocurrió como mes y medio largo antes, por tierras hurdanas y bajosalmantinas de las Batuecas, entonces perdidas y olvidadas del turisteo rural y otras miasmas, incluso de toda civilización, que viví algunos episodios de mera soledad por aquellos sitios poco visitados de humanos, en la geografía extremeña, que ya pocos podrán sentir, apesadumbrados por el todoterreno madrizleño que llegó, sus agresiones y tanto cateto con afán de campo y ruralidad que se carga para poner la tele de colores, la barbacoa, la tele, sus teleles y otras agresiones. Que la enfermedad de estos que viven en ciudades como Madrid no tiene cura ninguna, como no sea que se queden estabulados, y poco a poco los salvemos... Y más como iba yo, a la mera caridad del transporte, o a pie. Y luego me vienen a mí con moderneces de turismos rurales, zascandileos por el monte, senderileches y otros inventos del consumismo encebollado de esta sociedad..., ¡¡amos anda!! ¡¡Qué to lo convertís en circo barato y agresivo!!
No sé la deriva de mis cuadernos a la digresión sobre el viaje a qué es debido. Posiblemente que ando leyendo, a salto de mata, por entre cuadernos, diarios, apuntes... Y se disparan ideas, ocurrencias al buen tuntún...
Pero aseguro que iba a hacer la reseña de una peli malísima y torpe donde las haya, sobre Bukowsky, el arriscado escritor norteamericano de amplio espectro, y por cuya obra poética me interesé hace dos años. Factotum se llama la malhadada película. Parece basada en un guión hecho a partir de El Libro de Buen Amor, adaptado al medio gringo de vida a mediados de los sesenta, y el personaje que hace del escritor, de Bukowsky es una especie de don Juan Ruiz, arcipreste de Hita en vicisitudes con la bebida, su obra y las mujeres que siempre lo dejan, y venido al menos de la vida arrastrada de existencia, y todo montado como en comics malos en una peli delirantemente perversa y ni siquiera de folletín, llena de tópicos, diálogos tontainas del escritor... Sobre lo que volveré será sobre ese paralelismo entre su vicisitudes con las fembras y las del arcipreste. Sospechosas cuanto menos.
Don Quijote como el prototipo del fracasado y del fracaso en esta de sociedad, del triunfo y la heroicidad del macarra vestío de limpio con corbata y banco, claro, antes señorito y ahora psoísta zapateril chulangas de los madriles y centralista, espabilado cretino que se dice de izquierdas por aquello de la memoria histérica y que mola pal negocio, ¡oye! Lo cual, como dijo el otro, constituye una esplendente victoria, me refiero a lo del prototipo cervantino, no al retroprogre de Argamasilla. Anoche creo que hice una anotación sobre la ruralidad de la idea, de las ideas, las ideas como producto de campo frente a ciudad, su elaboración en lugar desierto y poco poblado, frente a la ciudad masiva que impide pensar, la ciudad del Capital, claro, la del consumo, la de las prisas y los presos de sí mismos aherrojados. Don Quijote es como un padre del páramo, un héroe viajero que no lo hace para ver ninguna ciudad o cosa en plan turista, para ver, ver y ver y no ver nada, y mucho menos para hacer senderismo, que no... Tampoco para hacerse la foto y menos en lo exótico. Don Quijote es el perfecto antiturista o viajero de moda, el que viaja por consumo, y corre mucho, se mueve más, lo transportan lejos, lo llevan, lo traen, lo suben y bajan y, como dijo el otro, al final nada... Queda tan sabio como antes de comenzar, porque eso no es el viaje que es maestro de la vida y la base de sabiduría. Eso es el transporte. Lo que se estila hoy con el personal que se deja querer por ese abrazo del oso consumista...
Y creo que todo eso sobre el Quijote me vino al recordar aquellos tiempos, entre 1970 y 1990, por poner coto, en que hice mucho autostop por casi medio mundo. Era mi medio de viaje. Sobre todo cuando en los veranos me echaba al monte. Que uno hubo en que anduve los cuatro meses de picos pardos por la provincia de Cáceres, como centro, especialmente el norte. Todo en autostop, andando y en donde pudiera trasladarme. Era otro tiempo, otra época. Y sin apenas dinero. De aquel tiempo guardo, en los textos de mis diarios, escrupulosamente recogidos en ese viaje, que casi es un cuaderno de unas cien hojas tamaño folio... Hay materia más que de sobra para escribir algo similar a En el camino, de Kerouac, que todavía no había leído, aunque prefiero el camino de cabras y arrieros quijotesco que la cosa yanqui del auto y carreteras largas que no llevan a ninguna parte ni arte... O meramente la transcripción del texto manuscrito. Me moví de Plasencia a Las Hurdes, más andando que otra cosa, pues nadie cogía en el autostop, o si lo hacía era al lado y, poco a poco, me fui adentrando en aquellos parajes que se me antojaron únicos entonces, desolados por la poca gente, pero vitales. Recuerdo como al mes de estar en aquella zona, que me cogió un tipo que era de Almería, iba con su mujer y dos hijos, en un Mercedes grande, y me trasladó desde La Alberca a Guadalupe, en donde me quedé en la hospedería para peregrinos, sin coste, porque entonces era así. El tipo estaba en Alemania emigrado. Lo mismo me ocurrió en Yuste, en donde permanecí como quince días, conviviendo con los monjes jerónimos, participando con ellos en todo, como si fuera uno más. Al cándido lector le informo que monje es aquel que se dedica a la vida contemplativa y la oración, y fraile, que significa lo mismo que hermano, es aquel que se dedica a la vida activa, sin dejar de mirar por la contemplativa, claro. No es lo mismo fraile que monje en manera alguna, aunque el vulgo común los identifica, incluso los critica sin saber ni de la misa la media, nunca mejor dicho. Curioso que se placticaba eso del voto del silencio; pero a mí nadie me dijo que me callara, ni nadie me lo recordó, ni eché en falta el uso del habla... Aproveché el tiempo tranquilo en Cuacos de Yuste para escribir en el diario lo que me ocurrió como mes y medio largo antes, por tierras hurdanas y bajosalmantinas de las Batuecas, entonces perdidas y olvidadas del turisteo rural y otras miasmas, incluso de toda civilización, que viví algunos episodios de mera soledad por aquellos sitios poco visitados de humanos, en la geografía extremeña, que ya pocos podrán sentir, apesadumbrados por el todoterreno madrizleño que llegó, sus agresiones y tanto cateto con afán de campo y ruralidad que se carga para poner la tele de colores, la barbacoa, la tele, sus teleles y otras agresiones. Que la enfermedad de estos que viven en ciudades como Madrid no tiene cura ninguna, como no sea que se queden estabulados, y poco a poco los salvemos... Y más como iba yo, a la mera caridad del transporte, o a pie. Y luego me vienen a mí con moderneces de turismos rurales, zascandileos por el monte, senderileches y otros inventos del consumismo encebollado de esta sociedad..., ¡¡amos anda!! ¡¡Qué to lo convertís en circo barato y agresivo!!
No sé la deriva de mis cuadernos a la digresión sobre el viaje a qué es debido. Posiblemente que ando leyendo, a salto de mata, por entre cuadernos, diarios, apuntes... Y se disparan ideas, ocurrencias al buen tuntún...
Pero aseguro que iba a hacer la reseña de una peli malísima y torpe donde las haya, sobre Bukowsky, el arriscado escritor norteamericano de amplio espectro, y por cuya obra poética me interesé hace dos años. Factotum se llama la malhadada película. Parece basada en un guión hecho a partir de El Libro de Buen Amor, adaptado al medio gringo de vida a mediados de los sesenta, y el personaje que hace del escritor, de Bukowsky es una especie de don Juan Ruiz, arcipreste de Hita en vicisitudes con la bebida, su obra y las mujeres que siempre lo dejan, y venido al menos de la vida arrastrada de existencia, y todo montado como en comics malos en una peli delirantemente perversa y ni siquiera de folletín, llena de tópicos, diálogos tontainas del escritor... Sobre lo que volveré será sobre ese paralelismo entre su vicisitudes con las fembras y las del arcipreste. Sospechosas cuanto menos.
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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.