11 de abril de 2009

CANDOR

Leo y leo y leo sobre la crisis y estoy mareado de los que marean esa perdiz, porque marear la perdiz es castiza expresión de la lengua que quiere decir algo así como que nadie va al meollo del asunto, y todos pretenden chulear la verdad verdadera, y juegan con el candor asilvestrado del personal obediente, pobre y en crisis. Sobre todo los expertos, los periodistas, esos tan listos y avezados en denuncias y verdades... Ahora callan como putas. Y la gente y su candor.
Y de lo que encuentro, más o menos potable, me admiro. Estos párrafos finales del excelso Antonio Ávarez-Solís, otrora periodista de rango televisivo, en la tele de los años ochenta. Me refiero a las cadenas de la tele pública nacional, fue inmediatamente condenado al ostracismo al posicionarse contra el régimen monárquico bipartidista que impera, y como muchos se largó pa Euskadi con el petate y por allá escribe cosas como esa de la que reproduzco párrafos finales al pie...
Alguien que no ha renegado de la defensa de libertades fundamentales, pisoteadas por los bipartidarios y sus mesnadas, casi sin darnos cuenta, que la mayoría está disfrutando tanto de la porculización que ni la siente, ¡con tanto candor! Todos invertidos a la fuerza y violados por esos chulos (pp &psoe) que tiran de poder y de dinero ajenos, por mor de los votos que les dan los que reniegan de su libertad. ¿Hasta cuándo tanto candor en las gentes?

¿Y qué cabe hacer, por tanto, para reordenar la existencia de los pueblos y de los individuos? Creer que basta con una vigilancia más depurada del mecanismo financiero es confiar en un mecanismo de carácter bautismal o en una transformación milagrosa. El mecanismo financiero actual lleva en si su propia degeneración. En primer término porque dogmatiza la creencia de que el dinero no es un producto social sino que lo genera la élite que se lo apropia. Pero el dinero lo fabrican las masas con su trabajo, su iniciativa y su sufrimiento. Por lo tanto es necesario ante todo que ese dinero sea inyectado en la economía real de cosas desde unas instituciones públicas sobre las que actúe un verdadero poder popular. El crédito ha de ser un servicio social y no una explotación privada. El crédito no sólo ha de servir a las empresas bien relacionadas con el poder sino que ha de dinamizar iniciativas que surjan de la base social. El crédito debe ser considerado y vigilado como un servicio público. Mientras el dinero siga siendo transferido a la élite no habrá ni libertad real para la iniciativa ciudadana ni seguridad para los trabajadores. El socialismo real siempre tuvo in mente que la propiedad sana había de partir del uso colectivo del bien social que es el dinero. Como la salud, la enseñanza, la tierra, la vivienda o las comunicaciones se corrompen al ser encerradas como bien excluyente y propio en el corralito de la propiedad privada, el dinero degenera en instrumento de opresión cuando se le considera propiedad de los poderosos, que aparecen como creadores del bien, de la virtud, de la sensatez y del orden.

Quizá esta reflexión nos lleve a encarar la necesidad revolucionaria, ya que el mundo no ha supervivido por la sola fuerza de la palabra. Rougemont escribe en «La parte del Diablo» y acerca de los perfectos: «Creen haber encontrado el sistema. Aman la paz, la virtud, el orden y la salud. Pero el Diablo les conduce, ya que quisieran la paz sin lucha y la virtud sin tentaciones, el orden por la anestesia y la salud por la desinfección. Todo esto puede disminuir la suma de desdichas de la humanidad, pero no desarraigar el mal, si el mal es, antes que nada, la ausencia de virtudes creadoras». Dejando aparte al Diablo, la frase me parece razonable.

Antonio ALVAREZ-SOLÍS, Periodista

En Gara

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