19 de abril de 2013

VERDUGA





No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún; pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar la enseñanza que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez, y a locura, y a ensueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos. 

Hermann Hesse


Hubo una vez, en un país muy cercano, unos ejecutores de la voluntad popular, que eran tan sumamente democráticos, que hasta prepararon oposiciones para el cargo de verdugo oficial. Al servicio del gobierno y de sus amos. Por supuesto que rompieron con la tradicional oferta, de que tal cargo de verdugo, insigne y antiguo como el ser humano, fuera sólo para los machos. Así que optaron por permitir que, en la misma convocatoria, lo hicieran también las féminas o cualesquiera que no se consideraran machos. Era lo que llamaban igualdad de oportunidades.
Hubo alguien que hasta hizo una película. Contando y catando las delicias y peripecias para acceder al tal cargo de verdugo. La peli se llamó, ¡cómo no!, El Verdugo.
De esta manera accedió al cargo de verdugo la famosa verduga. Y así se procedió en todos los cargos y cargas, oficios, servicios, funciones, usos, asistencias, prestaciones, personal, dependencias, empleados... De manera que, con el tiempo, todo continuaba lo mismo. Incluso más perfecto y bien ajustado. Aparte la consideración de que los neófitos, en cualquier servilismo, lo hacen mejor y más aproximado a sus entregas y eficacias. Tal la verduga. Pues un amplio sector de la población, como eran las mujeres, se había incorporado al perfecto engranaje democrático del sistema equilibrado, y alicuota, de administración, que constituye el capitalismo, sus bancos, mercados, competiciones y demás usos y ramificaciones, en esa teología del utilitarismo ramplón que significa. O sea, el acabado paraíso con todas las evas incorporadas, que es la vida moderna. 



Ilustración: óleo de Fernando Ruiz Millán, La Escalera, colgada en la reciente exposición.

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.