Hay que volver para romper las puertas del campo. Toda acción tiene de bueno que nos permite luego un análisis, una explicación de sus resultados, una valoración. Para rectificar, arreglar, mejorar. Y está visto que lo del 15M lo ha abortado el Poder y sus Serviles, para favor del Capital. Y que ha quedado en aguas de borrajas, humo, nada, mera efemérides que se diluirá con el tiempo en nada. Y que ha sido reducido a mera algazara capitalina o de ciudades, más o menos contreñidas y en mala situación para vivir, en donde se empeñan en habitar las gente hoy, como necesidad que no saben quién se la impone, como fatídica tendencia. Grandes ciudades como supremos errores. Pues eso son todas las grandes ciudades del mundo. Errores y horrores a manos llenas. Que esa sería la forma primera de poner en cuestión lo que ahora llaman vida. ¿El error del movimiento del 15M?: empeñarse en reunirse y congregarse en medio de esa gran ciudad, colapsada y enferma, como Madrid, o Barcelona, o Lakesea, y sus mimetismo en ciudades más que menos pobladas, donde todo está controlado, medido, pesado, eficientemente por los que mandan.
Hay que huir de la plaza pública, que ya no cumple la función tradicional en manera alguna, sino que es mero escaparate del mercado y la especulación, la banca, la pose. Huir, largarse, liberarse, abandonar esas calles capitalinas y afines. Y reunirse en otros espacios, libres de controles policiales, políticos, mediáticos, de esos mentideros. Eso lo hacen muy bien los jornaleros andaluces, pero no se aprende. Y con mejores resultados, pero no se ven ni airean, ni siquiera se sospechan. No ya irse de Madrid -por ejemplo- sino hacer ese tipo de movidas a las afueras, en barios muy marginales o de mala fama. Ya sería un revulsivo. Porque, incluso, se puede llegar a sospechar que los del 15M pretenden tomar también los lugares desde donde se hace el Daño a los de abajo, en vez de rechazarlos.
Así que propongo que el personal levantisco, indignado, alternativo y con ganas de acabar con este sistema de dominio de Poder Político, al servicio del Capital, y de economías mercachibles, que todo reducen a venta y que consiste en hacer de toda necesidad Negocio o trajín económico, sin prestar cuenta de la vida de la gente, su libertades, igualdades y felicidades en el amor y la solidaridad... Propongo -digo- reunirse en el campo, en un lugar bien elegido para debatir, analizar, proponer. Tranquilamente, con sosiego y calma. Y a ser posible en un sitio intrincado y alejado de turisteos rurales o afines. Y allí establecer un cuartel general desde donde se expanda toda la solución al Mal Dominante de la gente. Queé ya veremos la manera de hacerlo. Puede ser muy bien en una hermosa finca mal utilizada de algún preboste terrateniente, sea personal o empresa y sociedad anónima. Y que sean miles y miles de personas quienes se reúnen en el campo para eso. Y no quiero adelantar qué se haría. Imagino que lo mismo que el año pasado en el 15M: pero enmendando errores habidos. Y luego proceder a la acción directa de imponerlo como solución para todos. Esto también sería como un echarse al monte con la manta.
Y con estos calores venidos raramente, como viene últimamente todo el clima -que un vecino dice que es culpa de las nucleares del Japón-, alguno me estará pensando en la playita, en plan veraniego. También puede ser y sería buen lugar. Pero sus derivaciones de festorrio capitalista y lugar de reparación del mal del trabajo y sus miasmas, no la hace recomendable.
Pero el campo o el monte espera. Sin puertas, abierto, grande, libre. Y no eso de pretender hacer algo digno entre las rejas de unas cárceles, como son Madrid, Barcelona o cualquier ciudad abotargada y hecha a la medida del coche y esos usos, y no del hombre. Ese ha sido en error de fondo y forma, esencial, de los del 15M. No poner en cuestión el modelo de vida y sus espacios concretos, modos, maneras, estilos. Y hoy una auténtica revolución pasa por poner en tela de juicio el motor de explosión, como culpable de todos nuestros males, por poner en en etredicho la forma de vivir concreta en grandes ciudades que no sirven ya para eso, sino para morir encarcelados, enrabietados y sin dignidad. Que así entendía a los indignados: como personas que reivindicaban dignidad.
Y todo lo demás no es sino folclore generacional barato y publicitario y mercantil. Y me duele decir esto a personas que tal vez sí tenían esperanzas de hacer la jaula más hermosa y clara, más habitable. No pudo ser así. El campo, o ese tirarse al monte, espera y sus lugares abiertos y no controlados por ese Poder y ese Capital, tan, tan canallescamente.
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