como lobo famélico me encuentro
animal literario y en lo oscuro
de la muerte completa puro y duro
de mi vida escapado como centro
y con la hambre de fiera muy adentro
tan en mi interior túnel de mi muro
que tengo todo fruto ya maduro
todo hueco y esqueleto ya epicentro
yo fiera carnicera tan salvaje
la lóbrega la lúbrica alimaña
y la infame de tétrico malaje
me derriba del ansia la guadaña
me enturbia mi tumba mi pelaje
deseo voraz inútil de tu entraña
Hace justamente un año escribía este soneto, que forma parte de un libro, o del borrador de un libro que se llamaría Son de Noviembre. En el cuaderno que empleé para ello tengo notado: 41 sonetos tristes y mortales, etc. No recuerdo bien la razón, o si son, o pretendían ser, un ejercicio sobre la tristeza y la muerte. Puede que sí. Sin miedos ni esa espesa manía de la contemporaneidad de no abordar la muerte de frente y cara a cara.
El mes de noviembre ha sido casi siempre para mí un mes fatídico. Ya mi amigo Javier Viu Arrese me lo dijo, allá por los ochenta: noviembre es el mes de la mala suerte y de la muerte, un mes chungo. Su nombre viene de nueve, y nueve es el último número, de un dígito, en el sistema decimal, y el ultimo es el de la muerte, según todas las creencias numerológicas –de creerlas, claro es-. Es el ultimo y el que abre, también, la serie inicial de dígitos solitarios, al cero y de éste al uno, siguientes, y vuelta e a empezar…
Sólo escribí hasta ahora dos sonetos. Este que reproduzco y otro, que titulo SONETO PARA LA NOCHE DE DIFUNTOS DEL AÑO 1007, que reproduciré antes del fin de este mes. Si me acuerdo, y lo haré, lo quiero poner el último día de este mes, en la última hora y en el último minuto. Luego viene diciembre. La esperanza, siempre la esperanza. Luego otro año… Y luego… ¿Vuelta a empezar?
El soneto es fantástico. La imagen también. Muy erótica muerte la tuya... Ahora bien: Halloween ya pasó... O es el viento del Norte?
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