TRAYECTO NARZISO
Amor a sí, amor a otros
Verdad
es que -como patología- el narcisismo supone baja autoestima que acompaña
exagerada sobrevaloración de la importancia propia y de un gran deseo de
admiración de los otros. De manera que, en sociedades cerradas y maltratadoras,
donde la alienación prima, esta tendencia puede darse a menudo o confundirse
con quienes simplemente quieren dignidad. Ya que la necesidad del narcisismo es
mirarse en el espejo de los demás, continuamente, para saber quiénes son, y al
descubrir una pésima imagen de ellos mismos se ven en la necesidad de ocultarla
o esconderla. También la personalidad narcisista es una forma de supervivencia.
Narciso
y el narcisismo han sido temática del arte en todo tiempo, estilo y artes.
Desde la literatura hasta el cine. Desde pensar que, en cierta forma, El Quijote es una interpretación del
mito de Narciso, en el que Sancho sería el otro
que se ve al otro lado del espejo o del agua o de la vida o de uno mismo, del
sueño... Pero se pueden rastrear ecos y tratos del tema y temática en gentes muy
diversas: desde Dalí, expreso, o el poeta cubano Lezama Lima, con su poemario Las muertes de Narciso, hasta Allan Poe
y toda una nómina -nada parva- que no procede citar acá.
Supongamos
que la vida es el río donde Narziso se mira, y se ve, se descubre, se conoce y
se enamora. Sobre to de sí mismo. Dicen que el amor real es de lo que se
conoce. Sería lo correcto, lo adecuado, lo guay. Y no que se mire en un río y
se enamore de sí mismo y ande por montes, selvas y prados tras un eco enamorado,
que no es otro que sí mismo, o de sí, como dice el poeta clásico.
Hemos
querido vertebrar, dar motivos y tema central, a esta exposición de pinturas,
con la historia, asunto, mítica, sucesos, noticias, insinuaciones, sospechas y
de todo lo que escribimos como NARZISO,
con zeta para extrañarlo más y entrañarlo. Así que estas pinturas todas deben
de leerse, verse, entenderse, vislumbrarse, valorarse a la luz o presencia de
eso que se llama Narziso, o narcisismo. En todos sus sentidos de mito, hito,
cultura, nombre, sentido, sinsentido y todo lo demás.
Este
reto nos surge en una feria de san Miguel en Llerena, año 2014, y lo culminamos
en este tiempo de 2015.
No
queríamos que se caiga en el simplismo del narcisismo como un vano amor a uno
mismo, un egoísmo ponderado moralmente como perverso, enfermizo o malo, en el
sentido moralino con que la
actualidad aborda casi todo suceso cultural de fondo.
Las
sociedades actuales ejecutan sistemáticamente lo que se llama la alienación, o
sea, el enajenación del ser humano de sí mismo. Ser el perfecto desconocido de
sí es lo que exige la vida moderna, del capitalismo avanzado, no se sabe a qué
parte o aparte, de los individuos, para así poder tener una sociedad de
consumidores, votantes obedientes, usuarios, aficionaos, consumidos, explotaos,
paraos, nada…, o sea el extremo opuesto a lo que sería al narcisismo, como
desajuste emocional y de personalidad.
Lo
que nosotros hemos hecho es una especie de buceo en ese sino, ese ser entre el
amor extremo a uno mismo y la alienación absoluta. Un sino en el que el hombre
debe buscar la justa medida, cada uno distinta, distante de la de los otros,
adecuada sólo para cada uno, tomado de uno en uno. Ese sería el equilibrio
personal debido. No existe una fórmula válida pa todos. Cada uno es único y debe
ser social.
Hemos
leído todos los sucesos que aparecen en el mito como símbolos, signos: desde el
agua hasta la mirada, desde la flor del narciso hasta la misma carne que lo
alimenta. Hay ojos y miradas en estas pinturas que pretenden ese asombro y emoción
ante ese mundo como espejo.
Y
trayendo cierto entendimiento del narcisismo a la cultura cristiana, que en buena
parte configura nuestra moral y usos, recordar que se nos dice que el deber
crucial de cada cristiano es amar al otro como a sí mismo. Luego hay una parte
previa, que es ese amor a sí, como conocimiento, para poder amar lo otro, lo
ajeno a uno; pero como si fuera uno mismo consigo. Luego no hay una condena al
amor a sí, sino hay un punto de partida, un previo, para el amor a los otros,
al otro.
Y
sobre todo este tema del amor a sí mismo, del narcisismo tomado en su veta
buena, ha sido pivote para creaciones o recreaciones plásticas. Y que cada cual
profundice en lo que les sugieran.
De
manera que tanto Fernando Ruiz Millán como Agustín Romero Barroso han pintado
autorretratos con frenesí, sabiendo que en ellos estaba no sólo el mundo sino
los otros y lo otro.
Ha
habido, hay y creemos que habrá un cierto desasosiego al hacer cualquier
consideración en torno al narcisismo. Y sobre todo referente a la medida que
nos afecta, no ya porque nos arrastre, sino por los que nos rodean. Una certera
sospecha de que su veta pervertida puede estar ahí, trasconejada, oculta,
vigilante para entrar en acción a la primera que pueda.
Mientras,
el río de esta vida pasa, nos mira y lo miramos, nos vemos alguna vez, otra nos
ignora y lo ignoramos. La vida sigue.
Les
deseamos que gocen esta muestra sobre la temática elegida. Gracias
Fernando Ruiz
Millán / Agustín Romero Barroso
Llerena,
agosto, 2015
Fernando Ruiz
Millán Nacido en Llerena y residente en Badajoz. Es
fundamentalmente pintor y dibujante, con una depurada técnica muy personal en
el uso del óleo.
Agustín Romero
Barroso Nacido en Llerena, es
poeta y escritor, en el uso de la lengua como materia estética. Sus libros son
como unos diez títulos. Aunque sus derroteros éticos y estéticos fluctúan por
toda esa zona en donde la materia puede ser el color y la forma, como la
pintura, o los sonidos e incluso el espacio y sus formas.
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