Estas pinturas me las encontré, casualmente, en el call barcelonés, el barrio judío bajo, entre los días anteriores a esta entrada. Estaban en un montón de muebles viejos, más pinturas y materiales de esto, lienzos enrollados y demás: Y en el lugar habitual en donde semanalmente la gente del barrio coloca los trastos para que sean recogidos por el servicio de limpieza. El turismo hurgaba y recogía como poseso, y no pocos cogimos lo que nos vino en gana. Un trabajador del servicio de limpieza de la ciudad estaba por allá con la furgona y también cogió algo.
Se trataba, sin duda, de los restos de la batalla de algún pintor, cuya vivienda había sido remozada, limpiada o que tal vez ése pintor se había hecho limpieza general y a fondo. Incluso, cuando me retiraba con mi botín, se lo dije a alguien de una tienda cercana, que me ayudó con el material con que pude atar todo eso para poder transportarlo; que llamó a su novia para que recogiera algo. Ella es pintora e italiana, según supe luego. En fin, un botín. Por eso le puse a esta entrada ese título de pinturas para una posición. Y por eso mismo, al escribir esta nota decido cambiar el título. Pues llamar restos de la batalla a estas pinturas es lo acertado. Pues lo son, de alguna manera. Residuos de la lucha por crear.
Restos, residuos, partes, fracciones, remanentes, vestigios, trozos, pedazos, excesos, resultados, restas, sobras, sobrantes, despojos, sedimentos, detritos, cadáveres incluso, cuerpos, muertos de alguna guerra muy personal... Y sobre todo esto escribo un ensayo largo y denso. De momento en notas breves y densas. Nada ocurre por casualidad, ni al buen tuntún. Todo tiene una clave y un sentido escondido para el lego o el que no sabe. Puede ser mi propia vida.
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