6 de septiembre de 2009

COLGAR(SE) MEDALLAS


Creo que los premios y sus sucedáneos, sobre todo esas medallas que el Podre (he querido escribir Poder, pero la errata bien lo vale o equivale..., aunque sería la Podre) otorga, las medallas, condecoraciones, placas, distintivos, insignias, distinciones, honores, galardones, gratificaciones, lauros, laureles, honras, recompensas, homenajes, concesiones, coronas, enaltecimientos, retribuciones, primas, compensaciones, beneficios, mercedes, pagos, pluses, sobreprecios y demás dones de propio o ajeno responden a un conservadurismo propio enquistado en las entrañas del mismo poder, conservador de por sí para existir, que se repite más que como hipo, como regüeldo antiguo para limpiar su mala conciencia, su maldad innata, sus felonías y sus servicios a los de Arriba siempre (sobre todo si es administrado por gente que se dice de Abajo) usando a los de Abajo y manteniendo el sistema de valores que utiliza y justifica el sistema de otros valores (los de la Bolsa y Banca y Mando y Trinque...). Sistemas obsoletos hace tiempo ya, ¡y con la crisis no veas!, y que la carquería vana de los poderosos conserva para mantener su orden a toda costa y coste, siempre de los mismos. En el caso que nos ocupa es la prueba patente de que quienes inventaron esas medallas en manera alguna querían que nada cambiara para mejor, en lo que es la convivencia de la especie humana sobre la tierra en Extremadura, y en manera alguna deseaban ni que un pelo se moviera de como estaba establecido el contubernio socioeconómicopolítico que detentaban. Nunca fueron lo que tradicionalemte se llama izquierda y menos socialistas o similares, son la vieja guardia con nueva labia, en la misma guarida. Por ello esas medallas, para justificarlo y bendecirlo, para limpiarlo e imponerlo, para deslumbrar y distraernos de sus errores, maldades, estupideces. Que los que mandan, mandan.

Alguna vez escribí, y publiqué, creo que en El Periódico Extremadura y por los años ochenta (cuando se fraguaba la cosa manijera de la Junta y sus signos, símbolos y valores de cotización), que una de las características vitales de Extremadura, y de los extremeños, en el panorama que entonces se abría de eso que llaman el Estado de las Autonomías, era que, ¡grande fortuna!, no teníamos bandera, ni himno, ni capital, ni esos símbolos, ni medallas que constituyen la quintaesencia de tanto mal y tanta gilipoyez sobre la tierra, y por la que tanto se ha matado, asesinado, torturado, aterrorizado..., eso que llaman, con el fudamentalismo suficiente de la gente de Arriba: patria y sus señuelos o señales fundadoras en la esencia de la Historia y todo ese cante viejo y antiguo, y malo y botafumeiro de tanto mal... Porque la Historia, a lo que veo, es el botafumeiro de los de Arriba. Era un indudable valor, si se supiera ver. Pero al contrario, a la gente de orden aquello le parecía algo vergonzoso, e inmediatamente, desde ese poder detentado por la gente más aviesa que ha habido en esta tierra, y más torpe y medalleada, se nombraron comisiones y comités de sabios y fabricantes de humos, de historiadores y esa gente asilvestrada a mantener los sacros valores de la cochambre de Arriba y del mandarinazgo, a saber: la vida y la muerte en los otros de los sacrosantos valores que significan el Dominio y Señas de Identidad, a esa gente de la Historia maldita. Y esa gente, los que manejaban el Cotarro, miméticos con los usos de otros lares, asimismo inventores de lo mismo, en su día, encargaron inventar una bandera, un escudo, un himno, una letra pal himno, en fin toda la cosa de artificio y seña del cortijo en el que se mandaba, lo que los castizos en ganadería de todo tipo llaman el Yerro del dueño, la señal y marca de propiedad e identificativa del ganadero –siempre la ganancia- del ámbito de mando... Y es verdad que en todos sitios cuecen habas y en este caso a calderadas... Sin darse cuenta que aquello que los aterrorizaba: el vacío de signos de identidad, el no tener ni nombre, que ser extremeño es ser de fronteras y extremadura un nombre común en la tierra que pisamos, para mí y otros un orgullo no tener nombre propio ni patria del suelo y símbolos de mando. Y que hasta entonces no les había despertado rareza o extrañeza esa falta de esos símbolos y yerro ganaero, era ya en sí un indudable valor identificativo del ser extremeño real, patente y diacrónico (porque si digo histórico siempre se entiende con esa pátina ultraconservadora en formol de la cosa histórica y el palabro Historia), que a los extremeños nos faltaran signos de identidad que llaman unificadores y que el realidad son uniformadores, era ya una seña de bondad y lujo, y de nuestro propio ser real, desde luego no institucional mimético de otros, ¡que ya ves la que lían y matan...! O sea que no tener lo que los de siempre y de Arriba habían detentado sobre nuestras cabezas y vidas -las banderas, los himnos, los escudos, los sellos, las medallas, los premios...-, ya era una victoria para autoafirmarnos contra ellos, por encima de ellos y mostrando al mundo el camino real de la dignidad y de la libertad del hombre sobre esta tierra y toda tierra...

Pues no y no, horror vacui, antes al contrario, que ya los trajineros se movieron temprano para indagar que desde antiguo había banderas, incluso en las legiones romanas de invasión y colonia, de rancia raigambre desde siempre, y que en tal y tal suceso arqueológico se podían ver los valores de los colores de la insignia patria, y del escudo, que la encina es muy sufrida para esos trotes y abunda y siempre estuvo ahí, por otra parte..., y que si tal documento, porque para esta gente de Historia, como patente del control y de la verdad supremas, del poder como dueño de la tierra y de la gente y del aire, el humo y el fuego, el agua y la respiración, todo el pasado es presente y futuro... Ya lo dijo aquel poeta de que la Historia y la morcilla de mi tierra se parecen, las dos se hacen con sangre..., ¡ay, Ángel González, mal leido y manipulado per secula...!

Y se inventaron de la nada todos los símbolos que imponen a los extremeños desde las instituciones que se encargan de manejar. Identificando la realidad de Extremadura con el engaño, embuste, quimera, mentira, artificio, entelequia, trapisonda e invento de la Junta y Asamblea de Extremadura, y de sus instituciones derivadas, llegando en sus spots publicitarios a aseverar que somos extremadura, por la cara y todos lo que ellos son y mandan. Por supuesto que a la puñetera fuerza de las armas, que son las que justifican y aseguran, en última instancia, toda negativa a obedecerles y pagarles impuestos, y rendirles pleitesías, o meramente obedecerles y respetarles...

Todo esto me viene al recuerdo, que la memoria de la valioso no la pierdo nunca, no la memoria que quieren imponerme sus historiadores asilvestrados y educados en servir y servirles, por la concesión de la llamada Medalla de Extremadura a dos selectos elementos sociales, a dos puntales de la publicidad mediática, sabiamente despachada desde hace un tiempo, desde los vomitorios de los periódicos y opinantes hasta las vallas publicitarias y librerías y cines y teles, a dos aseveraciones que mantienen el tinglado progrecarca, o karkiprogre, del Dominio en las cocorotas de los polismilis del partido turnante en potestad y señorío, en las instituciones que avasallan esta tierra –eso sí, con el voto pertinente que le piden e imponen a sus habitantes, que no me diga nada Ibarra, especialista en alegar que si manda, manda por votambre-: la Historia y venga Historia y nada más que Historia para bendecir a los de Arriba. Esto esas dos ocurrencias premiadas y medalleadas son, a saber: la cosa de la memoria histórica y la novela histórica. Dos modas del pensamiento débil y enclenque, idiotizado, que nos domina. (¡Ah!, sobre mi mesa La estupidez: ideologías del potsmodernismo, de André Glucksmann, se hace a esta hora más verdad y mejor, como profecía). El concepto de memoria histórica identificado con el recuerdo y respeto a los asesinados y torturados y expoliados en la guerra social abierta de 1936-39 es de una maldad insolente, puesta al servicio de los que mandan, del zapaterismo votador y votante, una instrumentalización cavernosa y tardofranquista de insulto. Que si no eres de la cuerda esa, con su decálogo, pues no eres nada, y encima eres facha, que te dicen. No digo más. Y en el caso que nos concierne, el de la concesión de la Medalla de Extremadura al pueblo de Barrancos, sito en Portugal y cabe lo que llaman frontera de la parte de allá, por haber ayudado a gentes huidas de la la muerte, en aquella guerra social abierta, es un engarce más del uso y abuso de la buena gente y de la gente de Abajo para colgarse medallas los de Arriba, instrumentalizar, siempre lo mismo y la misma cosa de vómito y cosificación y espectáculo... Que previamente se subvencionó película para difundir el caso a premiar, y todo se queda en casa... Claro que los pobrecitos cineastas actúan de buena fe y sin ninguna maldad, como el verdugo o el que pega los carteles oficiales de la institución, el que riega o pone la jeta para la publicidad de que todos somos extremadura, digo la jetadura, unos mandados más, que de mandados más está empedrado en camino del infierno que el poder mantiene... Es la sinvergonzonería y saber del poder y los de Arriba, maquinaria que no para, no para, no para, y tiene caterva cavernosa de especialistas en maquinar y propagar y publicitar sabiamente... Pero para quitar la máscra estamos los analistas sin piedad, poniendo las cartas bocarriba en el tapete que tapiza la farsa en blanco sobre verde y negro. Que no es cuestión de opiniones ni creencias, es cuestión de dignidad y respeto a los muertos y su tranquilidad. ¿Cómo puede la Junta de Extremadura utilizar la bondad, la solidaridad de gente de Abajo ayudando a gente de Abajo, por las locuras de la gente de Arriba siempre, cuando los que mandan en esa Junta son, no ya cafres en lo solidario sino tendenciosamente perversos, y para muestra recuerdo el botón de la refinería que quieren cascar para beneficio del Capital y mal de la tierra y sus gentes, entre las miserias de la vida cotidiana de cualquier vecino que los sufre, en sus barbaridades continuas, y de ello puedo poner botones que saltarían las vistas...?

¿Y lo del novelista histórico no es también una faena? Nada tengo personal contra Adalid, persona que respeto, como a toda persona. Pero todo tengo contra su labor de historicista, literato y estatus de algo similar o mixto que ha adquirido eso de la novelita histórica, como conformadora de la mollera y distraidora del común..., como antes lo hacía la novela del oeste o la policíaca. Ni más ni menos, y los autores cobraban y callaban, que era su servicio y misión. Sin boato ni medalla clerical de Arriba. Pero ahora me lo veo con el prestigio de la cosa literata dando lustre fino y de culto a los de Arriba, que al parecer los hay hasta buenos cristianos, o a lo menos como Poncio Pilatos... Y es de agradecer.

En fin, el uso de modas y modos, sabiamente manejados por la gente de propaganda, para honra de los de siempre y sus tretas y trepas de turno, y sus instituciones de ensueño.

Compartir y a partir piñones de medallas con gente, cierta gente, pues como que limpia, pule y da esplendor en la hierba y en el raso. Así, si se mete en el mismo saco a un tal Ibarra, político nefasto y de mando largo y tremendo en esta tierra durante casi treinta años, porque ahí sigue en su despachito oficial de influencia guerrista (de Juan Guerra, no de Alfonso, aunque tanto monta, monta tanto...), o con un tal Gallardo, aguerrido también, empresario que maquina la industrialización decimonónica de esta tierra, puesta a su servicio, mediante lo que decíamos de las tapaderas de las instituciones con banderas, símbolos e himnos, para la instalación de una refinería o lo que haga falta con tal del trinque diversos y amplio pal bolsillo..., se me mete en el saco y a saco a esos que nombro y a las personas honestas, solidarias, buenas (la gente de Barrancos, que en 1936 ayudaron a exilados extremeños a salvar sus vidas, Adalid y su prestigio personal y creativo...). Y todo se pule y limpia de esa manera, metido en el mismo fregado o saco, en la misma lavadora...

Estoy, repito, contra la concesión de medallas por parte del poder y de las instituciones –sean públicas o privadas-, todo esos de los premios se usa como maldad para lavar conciencias y espectáculo de la falsa bondad, que es peor que la misma maldad o torpeza elevada al cubo, porque de esa manera se apropian de la verdad, de los valores morales y los imponen. Y no hay nadie más perverso y inmoral que el poder y sus guaridas, y sus mandamases, sicarios y usuarios. Y esa es la única verdad histórica documentada hasta el presente y olvidada siempre para nuestro mal. Y porque de esa manera dicen, los que mandan y dan medallas, quien vale, quien no, e instrumentalizan, con sus expertos serviles, la manera de anular a la oposición real y a los libertarios, a los que amamos la libertad y queremos ser libres, solidarios, iguales. Y porque nadie es más que nadie, que decía un tal Machado, don Antonio, finalmente, y por citar un utilizado por ellos, los de Arriba en partidos turnante, para darse lustres y credilibilidades.

Así, de esta manera razonada, siempre provisional, imperfecta y perfectamente perfectible, me manifiesto contra la concesión de medallas, llamadas de extremadura, todos los días siete de septiembre, impuesto como día de fiesta encima, por su manifiesta y aviesa utilización de la gente de Abajo para que el poder de los de Arriba se apuntale en toda su necedad y por ende en sus torpezas, manifiestas desde que al humano género se lo imponen, de esas maneras y todo eso del medalleo, los que lo detentan a sangre y fuego, en última instancia, a las altas instancias. Que jamás por la razón, la sabiduría, la valentía, o el amor...

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