8 de agosto de 2009

LOS ALUMBRADOS O LA OPOSICIÓN PASIVA AL PODER






El hombre comunica por lo tanto
su esencia espiritual (en la medida
que es comunicable) nombrando
todas las otras cosas.
Sobre el programa de la filosofía futura
Walter Benjamin

En aquel número fundacional de la Torre Túrdula publiqué este ensayo sobre un fenómeno religioso, espiritual, político y que yo incluso quise que fuera poético o estético, pensando en aquello que dijo Lenin de que la estética será la ética del futuro, ocurrido en el siglo XVI. Fenómeno espiritual, en definitiva, que no era más que la enésima manifestación de cierta inquietud en el hombre, su relación con el Poder y los que Mandan, relación de lucha y sobrevivencia si se quiere, dignidad y libertad, ya que el que Manda ni es libre ni deja, es como el perro del hortelano, que ni mea ni deja mear, que dice el refrán popular y certero. He dedicado muchas horas de mi vida en leer, pensar, escribir, dialogar y debatir sobre este fenómeno de los alumbrados del siglo XVI. Ha sido y es una de las pasiones que vertebran mi pensamiento y vida, si es que hay algunas, pese al ninguneo de los sabios académicos de las argamasillas pertinentes… Incluso alienta esta ocupación, de alguna manera formal, mi poemario más querido, el Quaderno de dexados, como forma y contenido de cierta manera de identificar este movimiento del espíritu y el de la poesía que quiero hacer, una suerte de búsqueda personal de un propio camino, más allá de lo que ordenan los humanos hechos instituciones, incluso contra ellos y ellas, y apuntando la libertad como camino y meta…
Ya puse, en ilustraciones que se pueden abrir para leer, con sólo pulsar el puntero del ratón, a pantalla completa, en una entrada anterior que inaugura este mes de agosto. No encontraba el archivo donde guardé los textos, y hace dos días lo hice, por chiripa y si revisión mayor que la correción de dos erratas, lo pongo acá de esta forma…



LOS ALUMBRADOS O LA OPOSICIÓN PASIVA AL PODER
Agustín Romero Barroso
Torre Túrdula, nº 0

PRELUDIO ACTUAL
Hace años que estudio, pienso, leo y trato todo lo referente a los alumbrados, dexados o iluminados del siglo XVI, o posteriores, que tuvieron cierta relevancia, como movimiento rebelde, más que revolucionario, o así, en estas tierras. Pero para mí el pasado, aquel escamoteo desarrollado, en su punto álgido, en la Llerena de la década 1570-80, no existe como sepulcro, sino como fuente de enseñanzas. Era época crítica, de crisis económica, política y social única en la historia real del Imperio donde la gente se moría de hambres diversas, donde el despotismo era total, donde la Inquisición apretó tuercas cerebrales... No hay episodio muerto ni olvido merecido cuando la indagación revela al presente lo que la ignorancia quiere cancelar con una visión simplista y anecdotaria, a lo Menéndez Pelayo. Hurgué allí donde la verdad de los alumbrados esperaba ser rescatada. Y vi , como en otros tiempos, llamados históricos, que eran gentes que luchaba por la libertad, con sus miserias y aciertos, con sus errores y horrores; pero con un indudable ansia que, de tan humano, sorprende si lo enfrentamos a los terribles poderes establecidos entonces, que difieren poco de los actuales, tan inhumanos también.
Producto de aquello, entre otros, fue este ensayo breve, publicado en la Revista de Fiestas-1981, del ayuntamiento de Llerena. Fruto del interés por los dexados fue, también, mi poemario Quaderno de dexados (1986), de amplio eco, no ya investigador sino creativo y poético, dentro y fuera de España. Llegó a tener dos ediciones en menos de seis meses, dentro. No en vano uno de los intelectuales más honestos y críticos, amén de universales, lo elogió considerablemente, Juan Goytisolo, y lamentó que no hubiera tenido, en inicios, una edición más digna. Poco después él publicaría Las virtudes del pájaro solitario, novela que trata de crear la atmósfera alumbradista de san Juan de la Cruz...
Mi interés siguió. He consultado tesinas y tesis doctorales inéditas sobre el tema. Antes los nuevos y viejos intentos y mañas mentirosas y cicateras de volver a ver el fenómeno alumbradista desde perpectivas de los poderes que lo condenaron y eliminaron, machacándolo, reproduzco aquel ensayo de 1981, remozado ligeramente. Y que tuvo su eco fuera de los bardales de Llerena. Quiere ser esto réplica al panfleto universitario editado recientemente, con el tendencioso título La herejía de los alumbrados, de un tal José Mª García Gutiérrez, de algún escrito reciente el la Revista de Fiestas, de 1999, del amigo Maldonado, bienintencionado; pero parcial, inconcreto, falto de bases teológicas, filosóficas, de lecturas, necesarias para abordar un mínimo estudio digno, etc.
Sigo pensando que los que mejor entendieron a los llamados herejes, por la ortodoxia, entre ellos a los alumbrados, fueron los poetas y creadores literarios. Existe una estupenda y clarificadora obra teatral de Jesús Alviz Arroyo, Un sólo son en la danza (1982), accesit al premio Calderón de la Barca 1982, y no estrenada aún por no sé qué misterios, cuando su interés es enorme, que ha ido creciendo con el tiempo, para comprender el pasado como vida, fuente de enseñanzas, que decía al inicio. Y no como saber intranscendente y descriptivo que apoya lo establecido como verdad. Al igual que una novela como La fase del rubí, de la doctora y escritora Pilar Pedraza, nos da un conocimiento de la Inquisición más profundo que mil congresos y dos mil tratados sobre el asunto. Sobre todo si los hacen aficionadillos de endeble formación. O será, como dice el último Nobel, Günter Grass, que la literatura ha de rellenar los vacíos históricos, cuando no histéricos.
Finalmente pienso que entrar en el estudio y comprensión de los alumbrados requiere ciencia y paciencia; pero también conocimientos profundos de mística y de teología, antropología, sicología, etc. No es una investigación baladí y se ha de entrar en ella tan libre y desnudo de prejuicios y resabios históricomorales como se pueda. El mero hecho de motejarlo de herejía o de otro nombre u adjetivo impuesto, valorativo, demuestra la poca honestidad intelectual o la posición insensata, insuperada, de rendición al poder de la ortodoxia que así lo llama. Ir más allá de esa posición menendezpelayista es el reto y el coraje del auténtico investigador.

INTRODUCCIÓN
Es normal que cada llerenense medianamente culto haya oído hablar de los alumbrados. Quizá haya leído algo sobre ellos. Por regla general sabrá los tópicos con que se ve rodeado, por la inmisericorde ortodoxia católica, el espinoso tema. Prefiero partir con la mente limpia de prejuicios. Mi trabajo en ningún momento pretende ser rigurosamente histórico, con los rancios métodos históricos al uso.
Será un adentramiento, un buceo en la ideología, en el pensamiento alumbradista, que, por no ser dogmático, carece de un corpus perfectamente definible. Más que contar los hechos preferiré husmear en los dichos y su digestión por parte de algunos estudiosos y por mí mismo. Es algo que pocos han hecho. Me ceñiré sobre todo al llamado grupo de Llerena. Por lo que nos cuentan que declararon y por los hechos que decían que hacían trataré de elucubrar su filosofía, someramente, claro; pues el trabajo no da para más. Todo ello mediatizado por sus perseguidores y verdugos. No se conoce ninguna exposición libre del pensamiento alumbradista; pues aquellos tiempos no eran para libertades, como casi ningunos. Algún estudioso ha estimado que la Guía Espiritual (1675), de Miguel de Molinos, podría serlo, claro que un siglo alejada de los alumbrados extremeños. Es el primer escollo con el que topamos. Lo que sabemos de los alumbrados lo sabemos por aquellos que los condenaron, y esta información puede ser medianamente fiable, leyéndola al sesgo, claro. Pero lo curioso del caso es que aún hoy en día los continuadores, más o menos remozados o modernizados con barnices diversos, de aquellos que anatematizaron y atizaron al movimiento alumbradista, pretenden tener el monopolio de su explicación.
Aventuraré aquí un vislumbre más abierto y en clara simpatía por los alumbrados que, por supuesto, será resumen imperfecto, provisional y claramente perfeccionable.

Antes de todo me gustaría precisar que el fracaso del movimiento comunero contra el Imperio de Carlos V de Alemania y la Iglesia Católica, tiene que ver muy directamente con el movimiento alumbradista. Son lo mismo, sólo que, este último enquistado. No es casualidad que los primeros focos alumbradistas se diesen en zonas netamente comuneras: Toledo, Guadalajara, etc, como bien observa Antonio Márquez (1980. Ver nota 1).
Considero el movimiento alumbrado como revolucionario al que el poder, en una de sus ramas, la religiosa, acalló de forma cruenta. No ya por las muertes, que fueron pocas, que se sepa, sino por la intransigencia doctrinal impuesta a horca y fuego purificadores. Pues es peor controlar los comportamientos de los vivos, no dejar a cada cual ser él mismo, que matar a una persona. Es como muerte civil, que diría don Miguel de Cervantes. A veces malvivir es peor que morir. Pues, al fin, los muertos, muertos son. Se me arguirá que juzgo los hechos históricos desde una perpectiva actual y apasionada. Diré que mis juicios coinciden, paradójicamente, en defensa de los alumbrados, con hombres y mujeres contemporáneos a ellos. Y mencionaré sólo a san Juan de la Cruz, santa Teresa... Por lo tanto también sitúo mi visión y mis juicios en su tiempo, y en todos. Por otra parte podría seleccionar pasajes de prebostes actuales, de ciertos estudiosos del asunto, que en nada diferirían de las condenas de los inquisidores de entonces.
Está claro que lo que pretendo no es juzgar desde una moral, determinada y esclerotizada, el hecho. Sino desde el punto de vista de la libertad. No son apreciaciones morales con la moral al uso en esta pacata España. Es un intento de entender a aquellos hombres y mujeres agobiados, en su vida cotidiana y transcendente, por el poder, cosa, por otro lado, siempre mala costumbre de los poderosos, tan faltos de respetos por los otros, que para ellos son sólo votos a favor o en contra, como mucho, y no personas que sienten y padecen.
Los grandes libros que tratan sobre nuestra espiritualidad heterodoxa dedican pocas páginas a asuntos doctrinales y demasiadas al sexto mandamiento, escandalizándose de ciertos excesos lúbricos y sicalípticos –palabras que suelen utilizar y por ellas se les conocen- que, o bien son producto de la rumorología de la época, o bien confesiones obtenidas por la Inquisición al cabo de refinadas torturas físicas o morales, y de mucho insistir sobre el asunto manejando delaciones de gentes que imaginaban más de lo que sus ojos podían ver. Generalmente se interpretan las herejías como enmascaramiento de impulsos sexuales –freudismo avant la lèttre- y a los herejes como obsesos reprimidos. Lo realmente insólito es que en pleno siglo XX, después del espectacular desarrollo de las ciencias sociales, especialmente de la sociología y de otros instrumentos necesarios de las disciplinas históricas, se aceptan como dogmas de fe las proposiciones condenatorias de la Inquisición, sin albergar la menor duda acerca de su veracidad, confundiendo lo real con lo legal, la escritura del Santo Oficio con la vida misma, la rumorología con la sociología y los deseos de los historiadores ortodoxos con la mismísima Historia de España.
Eso explica que se zanjen, de un inculto plumazo, a los alumbrados, aduciendo escándalos sexuales como irrefutables pruebas de heterodoxia, sin más base que los textos de la Inquisición, los memoriales de fray Alonso de la Fuente, los libros de Vicente de la Fuente y de Menéndez Pelayo, las biografías al estilo del padre Dudon y de otros conocidos historiadores de nuestra moralidad, que no es otro el asunto. Grandes libros –subvencionados como todo libro patrañero- con muchas páginas relatando los excesos lúbricos de los herejes, cuando no su maldad congénita, y muy pocas dedicadas al pensamiento de los lujuriosos. No es de extrañar que las cuestiones filosóficas y doctrinales, excuso decir las ideológicas, estén sistemáticamente orilladas por causa de una pusilanimidad generalizada que hoy solamente puede producir carcajadas o sonrisas; pero no la escritura de la historia. Acaso, reitero, de la histeria.

PRESENTACIÓN DEL PENSAMIENTO ALUMBRADISTA Y CONEXIONES
Todo cuanto sabemos de los alumbrados lo conocemos a través de sus enemigos, dice Antonio Márquez en su volumen dedicado a los alumbrados (1). Vaya esto por delante siempre que se trate de presentar, incompletamente, la ideología alumbradista.
Dado lo somero de este trabajo, que algún día piensa ser una investigación completa y rigurosa, no se profundiza en algunas afirmaciones que dejo como cuestión a abordar el propio lector, con la bibliografía, etc. Este escrito pretende sólo levantar la perdiz.
Digamos, en inicio, que el intento de los alumbrados es la diosificación del hombre en contra de la humanización de Dios. (Evidentemente nos referimos a la idea de Dios que entonces se dispensaba). El motivo central del iluminismo no es Dios, sino el hombre. Un hombre aspirado a ser Dios, un enamorado de Dios, es decir, de la Utopía. Por los legajos inquisitoriales se recoge que los alumbrados decían: Alcanza el éxtasis y nada te estará vedado. El estado de éxtasis es el grado supremo alcanzado por los místicos en el que se unen, por hablar de alguna manera, a Dios, a la divinidad, al Uno transcendente. Los alumbrados parece que dan a entender que unirse a Dios mediante el éxtasis es como ser Dios, hacerse Dios. Dios, como tal no puede pecar, no cabe en la divinidad la noción pecado, de índole antropomorfa, y, por lo tanto, todo está permitido. Son consecuentes con este principio, llevado a todos sus extremos y, por lo tanto, nada condenable por su coherencia. Claro que era un enorme peligro para los mandamases, de aquel entonces y de ahora. Es nada menos que la propuesta de la libertad plena, de la acracia total, mucho antes que Bakunin.
Partiendo de este principio, el de que los alumbrados se creen Dios, todo su comportamiento posterior es entendible. Y líbrome de condenar esa creencia, como de cualquier otra. Son comprensibles sus presuntos comportamientos libertinos y procaces en materia sexual. Se entiende mejor su falta de respeto a las riquezas, apoderándose de lo que necesitan, sin más, o sea: no reconociendo la propiedad privada de los medios de abuso, según recoge Vicente de la Fuente. Puede intentar entonces entenderse su repudio de la obediencia a ninguna jerarquía, sea eclesiástica o seglar, aunque en la época los deslindes entre lo religioso y lo civil no eran nada claros, y ese cuento o falacia de que la Inquisición relegaba al poder civil el cumplimiento de condenas, que era el que las ejecutaba, no vale y es burda mentira, una milonga. Bien está demostrado el papel que, por ejemplo, jugó la Inquisición en la Corona de Aragón-Cataluña y Navarra (que entonces contenía a Euskadi) y Sicilia, como elemento totalizador y martillo de separatistas, como instrumento político al servicio del centralismo del Imperio. Véase La otra Inquisición (La Inquisición española en la Corona de Aragón, Navarra, el País Vasco y Sicilia) (1992), de William Monter. Era un compacto entramado del poder, suprema expresión del cesaropapismo. Como hoy los Estados, la Banca y las Multinacionales, la Mafia... No se sabe donde empieza uno y termina el otro. Incluso el emperador Carlos enmendaba la plana al Papa con el famoso saqueo de Roma por las tropas imperiales... Si basándose en esa suprema expresión de libertad los alumbrados podían, aunque no sé si procede decirlo, sobrepasarse, no era condenable ni lo es en manera alguna. La libertad tiene sólo su propio límite: la del otro. También en la Iglesia católica ortodoxa en virtud de un dogma se sobrepasan, y todavía no se tienen noticias de que ningún alumbrado condenase a nadie, y menos que lo procesara y castigara por ello.
En líneas generales se puede afirmar que los alumbrados son rebeldes contra la norma que un sistema tiene. Un sistema fuertemente intransigente, totalizador y de imposición de un pensamiento único, unas costumbres únicas y unas personas únicas, condenadas a ser clones iguales unos a otros. Tal vez por ello Cervantes y otras personas inteligentes y buenas de la época predicaran la transigencia, la tolerancia, la libertad. Un sistema que no podía permitir los distinto, lo marginal a él. Porque siempre es el poder quien marca los rasgos de marginalidad, claro. Todo debía estar cortado por el mismo patrón, el de la ortodoxia católica del momento. Y se tenían los mecanismos de defensa que se aplicaron con todo el rigor. Con tal que se acabó con el mal de raíz. Claro que ese mal era juzgado como tal desde las perpectivas interesadas del sistema imperial. Es algo que siempre callan los eruditos al uso y abuso. Y esto no es juzgar la historia, repito, con perpectiva actual, siempre que en aquella época había personas que también pensaban esto mismo en lo tocante a transigencia y libertad. Y lo padecían. Ejemplos cantan: los propios alumbrados, los hermanos Valdés y sus seguidores, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Cervantes, y un sinnúmero de don nadies, para entonces. Así que puedo decir que juzgo desde la perpectiva de entonces. No desde la imperante, sino desde la marginal. ¿Por qué la historia ha de estar hecha desde la perpectiva del poder, pregunto? ¿Por qué, aún hoy día se ha de condenar a aquellos que tenían una creencia y eran consecuentes con ella, como, en otro orden de cosas, se hace también hoy? Se puede no estar de acuerdo con el pensamiento; pero jamás condenarlo, perseguirlo, vituperarlo, mentirlo.
Nota a destacar: los alumbrados son un movimiento minoritario, no por ello repudiable, que se enfrenta a los poderes y moral imperantes, establecidos, practicando la libertad, que es una forma de reivindicarla, la única posible y real. Una cosa que hoy nos parecería normal, también a ellos y a otros contemporáneos suyos les parecía natural, justo y necesario, como hoy. No hay que olvidar que al primer foco alumbradista, en Guadalajara y Toledo, le va paralelo la lucha por las libertades de Castilla por parte de los comuneros, que se enfrentan al poder imperial, venido de Europa y que arrasó libertades tradicionales de las Españas. Eso es lo fundamental a destacar: su práctica por una vida más libre, sin que tuvieran que decirle que es la libertad los poderes civiles, militares o religiosos, que siempre tienen la indecencia de hacerlo, imponiéndolo. Fea costumbre.
Existen diversas teorías sobre la formación de la experiencia alumbradista, las posibles influencias que la configuran. Se reunirían así:
1ª.- Don Vicente de la Fuente relaciona el fenómeno iluminista con el maniqueísmo, en el sentido ...sectario, lúbrico y misterioso que le habían dado Prisciliano y los albigenses en los siglos anteriores (2).
2ª.- Don Miguel Asín Palacios sostuvo que las doctrinas de los alumbrados españoles procedían de los salidíes a través de los moriscos, en un hermoso trabajo necesario de leer para comprender la espiritualidad de entonces. Y, de camino estudiar algo de teología islámica (3).
3ª.- Don Américo Castro explica la cuestión relacionándola con el problema de los conversos, que tanto olvidan los eruditos menores (4).
4ª.- Ángela Selke y Antonio Márquez prefieren hablar del entorno y movimiento protestante, en el movimiento contra la iglesia de Roma (5).
5ª.- Marcel Bataillon y los suyos creerán encontrar en la espiritualidad franciscana un punto de conexión de los alumbrados con el erasmismo (6).
6ª.- Por último el eximio profesor extremeño don Melquiades Andrés Martín considera el alumbradismo como una vía espiritual degenerada de la mística del recogimiento, representada por Francisco de Osuna, y que tanto influyó en la mística aurea de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, entre otros menores, por cierto, también acusados y perseguidos por alumbrados (7).

Finalmente otros autores cargarán el acento erudito sobre la originalidad genuina y autóctona del suceso, sobre la devotio moderna, el reformismo, el carmelismo, el paulinismo, el cabalismo (sobre el que quisiera hacer especial hincapié), halajismo, taoísmo, budismo...

Estamos de acuerdo con todos y con ninguno. Todos deben llevar su razón. Todas las vinculaciones del pensamiento alumbradista y el intento por unirlo con algún antecedente pueden ser ciertas o deberían ser ciertas, en condicional ético y desiderativo.
Hemos encontrado la filosofía de los alumbrados en lo libertario, en la libertad. De ahí surgen sus demás comportamientos y creencias. La iluminación de Dios directamente hace partícipes de la vida divina. Se está más allá del bien y del mal, en su sentido de cuchipanda y moralina social de intereses chatos y mezquinos. Sobran intermediarios entre Dios y el Hombre, todas las imágenes sobran, pues todo es imagen. Finalmente la profundización interior tratando de hallar el Reino de Dios en el fondo de uno, prescindiendo de toda oración vocal o formal y anulando todo mecanismo sicológico, mental, para recibir la iluminación son propuestas muy revolucionarias en el entorno, y aún hoy. La cumbre del alumbradismo, o una de sus derivaciones y cimas, serán las teorías místicas de Miguel de Molinos, otros hereje que tuvo que huir a los estados italianos y publicar allá su Guía Espiritual. A él remitimos al lector.
Después de la libertad destaco, en los alumbrados, el amor. Un amor que, como si el mundo fuese una inmensa imagen erótica, incluye el amor al cuerpo, a los cuerpos, como si en ellos habitase ese Dios que cada uno es, y al que rinde su justo culto (véase la reciente publicación en castellano de Eros y magia en el Renacimiento (1999), de Ioan P. Culianu, editado por Siruela). Así, para el alumbrado Hernando de Écija, una beata recién comulgada era una visión adorable, por lo menos como el cuerpo sacramental del Dios que en aquellos momentos la ocupaba. Se pasaba del ágape al eros, y del eros a la libido no van más que pasos. Ágape, eros, libido se dan simultáneamente en el hombre. La conversión del ágape en eros es peligrosa para la idea cristiana; pero el cristianismo ha vivido con ella desde el comienzo, dándole modales místicos y canalización mística (sería interesante que el lector consultara El erotismo (1979), de Georges Bataille). La conversión, sin embargo, del eros en sexualidad o libido es completamente desintegradora de toda realidad. Mucho más de una realidad estructurada en términos de Iglesia Universal e Imperio Cristiano. De aquí que se convierta en obsesión y centro de todos los interesados en exterminarlo. No la práctica del desorden, que es corriente en la época a nivel público y privado, sino la santificación, es decir, la justificación teórica. La represión total (celibato y virginidad llevados a sus extremos institucionales) coincide con el orden ideal, perfecto, bases del sistema. El orden angélico y celestial y la edad del espíritu o de los monjes. Lo contrario es satánico porque es disolvente. Como tal lo entendió el poder y como tal lo eliminó por intereses, tanto de defensa de la ortodoxia como por sus repercusiones en la vida civil, en las mentes, y sus consecuencias.
Otra razón para explicar sus comportamientos sería la negación del mundo por parte de los alumbrados, su teoría de la oración mental y su dexamiento. Suspender la mente de toda labor, anular la memoria, el entendimiento y la voluntad. Al negar el mundo niegan con él la conducta de los hombres en el mundo, anhelando otros mundos mejores, o distintos.

EPÍLOGO
Lo somero de este trabajo, necesario de más extensión para atar cabos sueltos, lo hacen polémico en muchas afirmaciones. Remito a la bibliografía usada en las notas, y la que cito en el mismo. Esto es un intento, breves llamaradas, fogonazos para tratar de entender a los alumbrados y acabar de una vez con esa pacata visión condenatoria desde el bunker de una moral y unas ideologías que son continuistas con las que los condenaron. Reivindico mayor comprensión de los condenados, en su día, por los poderes públicos, por el mero hecho de ser consecuentes con su pensamiento o experiencia de la vida que querían vivir, intentar desenvolverse según el dictado de sus conciencias, en libertad, en su libertad.

Llerena, 10 de julio de 1981/ 30 de octubre de 1999

NOTAS
(1) Antonio Márquez. Los alumbrados: orígenes y filosofía. E. Taurus. Madrid, 1980.
(2) Vicente de la Fuente. Historia de las sociedades secretas antiguas y modernas de España. Barcelona, 1933. Tomo I, pág. 81. Rosario Villari. Rebeldes y reformadores del siglo XV al XVII. Ediciones del Serbal, 1981.
(3) Miguel Asín Palacios. Shalidies y alumbrados. Al-Andalus, IX X(1944), págs. 321-345; X (1945), págs. 1-52 y 255-284; XI (1947), págs. 1-67 y 263-274. Existe edición compilatoria en un volumen póstumo, de todos los trabajos de Asín sobre el tema: Salidíes y Alumbrados. Hiperión, 1990. Con estudio introductorio de Luce López-Baralt. Ver también: Cristóbal Cuevas: El pensamiento del Islam. E. Istmo. Madrid, 1972, págs. 219-308.
(4) Américo Castro. España en su historia. Cristianos, moros y judíos. Buenos Aires, 1948. De la edad conflictiva. Madrid, 1961.
(5) Ángela Selke. El Santo Oficio de la Inquisición: Proceso de fray Francisco Ortiz. Madrid, 1968. Ver nota 1.
(6) Marcel Bataillon. Erasmo y España. México, 1950.
(7) Melquiades Andrés Martín. Introducción al Tercer Abecedario Espiritual, de Francisco de Osuna. Madrid, 1972. BAC. Julio Caro Baroja. De las formas complejas de la vida religiosa (siglos XVI al XVII). Madrid, 1985. Sarpe.

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