Considero lo puramente literario aquello que nada tiene que ver con lo que llaman realidad ni por referencia lejana. ¡Gracias al cielo, que nos permite crear un mundo nuevo con sólo cerrar los ojos a éste y abrir la boca de la palabra! Pero es grandeza que muchos y muchos y casi todos no entienden. Sobre todo aquellos que espían la realidad y la reproducen con fruición, que no merecen llamarse creadores, ni escritores ni nada de eso. Y si se hace eso de espiar la llamada realidad con rigor, pasa que se pega to lo malo. Y así pasó a este teniente o capitán, que a mí me da lo mismo el oficio del que escribe para ganarse el chusco. Otra cosa es que escriba no más para ganarse el chusco, que eso es peligroso e inmoral a tope.
Como la educación artística, y la literaria, en particular, NO existen en las escuelas españolas, así de clarito, pasa lo que pasa. Ni en las escuelas ni fuera. Aquí el personal adecenta su gusto a pelo y golpe del Mercado o el fútGOL o similares valores supremos de formación de la infancia y luego, o to arrebujao y regüelto. Esto que traigo es cómico, pero no único. Casi todos los enemigos que me he creado han sido por esa mala educación artística, por sus molleras muy mal amuebladas o por ambas cosas. Que aquí se educa en que en sentimiento es to bueno, y que si poesía es sentimiento, ignorando que el odio, la envidia, la malaleche son sentimientos también... Entre otros muchos nada buenos; y que la imaginación no existe si no imagina algo bueno. Como si la imaginación fuera algo santo o que se pudiera medir con moral y catecismos, cuando no catetoscismos.... Tamañas gilipolleces, unidas al deterioro absoluto de la literatura popular y oral, aumentan toda amenaza. Que si uno se hace una reflexión de pedófilo, recreándose al detalle en sus gozos y sombras, ya sería sospechoso de algo mu malo, cuando menos de ser un criminal. Por poner un ejemplo. Y digo pedófilo como pudiera decir marica o ladrón o asesino a sueldos o vicioso de algo. Sale enseguida ese orden, que tampoco es que sea muy bien enseñado en la escuela y fuera, pero ese orden de moral tan de doble o triple y infinitos modos, que me usan en esta tierra española y de fuera, según el interés de quien lo use. Y no digamos nada si uno escribe novela con monólogo interior de un etarra o de un dictador, que hace lo que le da la real gana, como fue mi caso, en donde presentaba una antiutopía tremenda y terrible en un territorio equis... Pues fue una señora, que ellas son menos proclive a reconocer el pacto de ficción, quien me llamó la atención, con el dedito admonitorio, y eso de oye, Agustín, como sea verdad lo que he leído en tu novela, mi visión de tu persona ya será otra, ¡vamos!, y se quedó tan tranquila. Y si digo que ellas son las más cortas a la hora de reconocer la libertad de creación, juegos, suplantaciones y mentiras, urdimbres y demás, en la trama literaria, que si se hace ha de estar anestesiado todo de la moral imperante, o ser ultramoralino a tope. Y si digo esto ya me estarán condenando de ser machista o cualquiera de esos adjetivos de anatema sit, del orden impuesto del cucufato dominio social y sus morales de mierda.
Lo cierto y verdad es que le hacen un gran favor a este capitán o teniente o cocinero o lo que fuere que le da el chusco, y en este caso. Que el personal, al no tener ninguna formación ni paladar literarios, se deja arrastrar por publicidades y cucufateces afines del chismorreo más bien femenino. Y ya doy otra razón o ración de mi machismo incurable. Y lo remato si añado que no en valde una de las plumas de éxitos literarios del reino de España, ¡¡y olé!!, es una señora. Mu correcta en to eso de escribir al gusto del consumo como compareciente habitual en programas de cucufateces de cantamañanas y acomodos mentales de cotilleos o costrilleos varios. Y así nos va en calidades: cero bajo cero y cero en todo cero.
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