Esta mañana el gato ha salido al patio. Le he abierto la puerta cuando me lo ha dicho. Al rato he oído el jorasqueo de querer entrar de nuevo. Raro, muy raro esto de que quiera entrar tan pronto, cuando se pasa toda la mañana mirando los tejados a ver si aparece su amada gatita. Que está que no ve otra cosa que el amor, y trina y une. No vive más que para mirar, soñar y suspirar por ella. Es un gato mu sentimental y antiguo.
Cuando he abierto hemos oído el estampido. Un cohete. Claro, son las fiestas de san Antón Abad, este diecisiete de enero. Mi gato se ha asustado, agachando la cabecita y poniendo muestra de protegerse del bombardeo. No es que haya sido algo estruendoso; pero es sensible a estos ruidos, bueno a todos. Y no le va el estrépito, ni lo desafinado. Ya me monta broncas cuando desafino a la guitarra, o elevo el volumen más de lo preciso, en mis sesiones pertinentes, estando el adormilado en su silla…
Entonces me he quedado con él en el patio. Y efectivamente, aunque el área de la cohetería puede estar como a mil y pico metros de este patio, cuando se eleva un artilugio explosivo y da el zambombazo el gatito se altera y corre acá y allá, mirando los cielos por si los misiles, en esa pose agachada característica. Debe temerse lo de Gaza o lo de los gatos de Gaza, que hace poco le pidieron ayuda para sobrevivir. Pobres gatos de Gaza, en amenaza de exterminio. Y creo que tal vez, en solidaridad, mi gato repudia todo lo que sea bomba, zambonbazo o similar. Por eso no quiere ni siquiera oír estampidos, aunque sean de alegría o fiesta, aunque sea la del mismísimo santo protector de los animales.
Por cierto esta fiesta estaba prácticamente perdida a mediados de los ochenta. La cofradía de san Antón Abad de Llerena es la más antigua y popular de todas. Escribía por aquel entonces en el Periódico Extremadura y me establecí la meta de recupararla. Y recuerdo que el día de san Antón de 1986 escribí un artículo sobre la fiesta y sus ritos, sus candelas, sus subastas, su popularidad, su sentido y todo eso. Algún día lo reproduciré. Pensaba hacerlo hoy; pero con esto de la instalación en casa nueva, aunque llevo dos años, mis archivos andan despistados y no les he encontrado todavía el punto.
Recuerdo a los llerenenses que si dan tres vueltas alrededor de la cruz del santo, con más de cinco siglos de antigüedad, pues dice la tradición que no le dolerá la barriga en todo el año, y se hace extensible a los animales. Creo que tiene que ser en sentido de las agujas del reloj. Y recordar que la cruz está perfectamente orientada, con los brazos este-oeste, y no como otras antiguas de Llerena, que los restauradores y expertos historiadores y asesores colocan, o recolocan como les da la real gana, y rompen el sentido mítico y mágico, cultural de estas cosas, más atentos a hacer un parque temático y esa estética pedorra de decoración para turistas y de saloncito de casa.
Estoy pensándome llevar a mi gato, al caer la tarde, antes de las doce, a que dé las rituales tres vueltas a la cruz del Abad de los animales.
Porque como dice con esa retranca y cachondeo la cancioneta:
San Antón fue portugués
Y después fue peregrino
Y lo que lleva a sus pies
San Antón, es un cochino.
Cancioneta de origen judío o converso musulmán, indudable, por llamar cochino, cerdo o similar al santo, muy propio de los conversos, o alboraycos, llerenenses en su día. Pero de eso hablaremos en otro lugar, que este sólo compete a la fiesta, a los sustos del gato por la cohetería de Gaza o su recuerdo y a las vueltas y revueltas para colocar el vientre en su sitio y que no moleste en todo el año. Que el santo sabe cómo. Sobran médicos.
Cuando he abierto hemos oído el estampido. Un cohete. Claro, son las fiestas de san Antón Abad, este diecisiete de enero. Mi gato se ha asustado, agachando la cabecita y poniendo muestra de protegerse del bombardeo. No es que haya sido algo estruendoso; pero es sensible a estos ruidos, bueno a todos. Y no le va el estrépito, ni lo desafinado. Ya me monta broncas cuando desafino a la guitarra, o elevo el volumen más de lo preciso, en mis sesiones pertinentes, estando el adormilado en su silla…
Entonces me he quedado con él en el patio. Y efectivamente, aunque el área de la cohetería puede estar como a mil y pico metros de este patio, cuando se eleva un artilugio explosivo y da el zambombazo el gatito se altera y corre acá y allá, mirando los cielos por si los misiles, en esa pose agachada característica. Debe temerse lo de Gaza o lo de los gatos de Gaza, que hace poco le pidieron ayuda para sobrevivir. Pobres gatos de Gaza, en amenaza de exterminio. Y creo que tal vez, en solidaridad, mi gato repudia todo lo que sea bomba, zambonbazo o similar. Por eso no quiere ni siquiera oír estampidos, aunque sean de alegría o fiesta, aunque sea la del mismísimo santo protector de los animales.
Por cierto esta fiesta estaba prácticamente perdida a mediados de los ochenta. La cofradía de san Antón Abad de Llerena es la más antigua y popular de todas. Escribía por aquel entonces en el Periódico Extremadura y me establecí la meta de recupararla. Y recuerdo que el día de san Antón de 1986 escribí un artículo sobre la fiesta y sus ritos, sus candelas, sus subastas, su popularidad, su sentido y todo eso. Algún día lo reproduciré. Pensaba hacerlo hoy; pero con esto de la instalación en casa nueva, aunque llevo dos años, mis archivos andan despistados y no les he encontrado todavía el punto.
Recuerdo a los llerenenses que si dan tres vueltas alrededor de la cruz del santo, con más de cinco siglos de antigüedad, pues dice la tradición que no le dolerá la barriga en todo el año, y se hace extensible a los animales. Creo que tiene que ser en sentido de las agujas del reloj. Y recordar que la cruz está perfectamente orientada, con los brazos este-oeste, y no como otras antiguas de Llerena, que los restauradores y expertos historiadores y asesores colocan, o recolocan como les da la real gana, y rompen el sentido mítico y mágico, cultural de estas cosas, más atentos a hacer un parque temático y esa estética pedorra de decoración para turistas y de saloncito de casa.
Estoy pensándome llevar a mi gato, al caer la tarde, antes de las doce, a que dé las rituales tres vueltas a la cruz del Abad de los animales.
Porque como dice con esa retranca y cachondeo la cancioneta:
San Antón fue portugués
Y después fue peregrino
Y lo que lleva a sus pies
San Antón, es un cochino.
Cancioneta de origen judío o converso musulmán, indudable, por llamar cochino, cerdo o similar al santo, muy propio de los conversos, o alboraycos, llerenenses en su día. Pero de eso hablaremos en otro lugar, que este sólo compete a la fiesta, a los sustos del gato por la cohetería de Gaza o su recuerdo y a las vueltas y revueltas para colocar el vientre en su sitio y que no moleste en todo el año. Que el santo sabe cómo. Sobran médicos.
Pero un cochino es un marrano, un puerco, un cerdo; y si lo lleva a sus pies puede ser por la extrañeza de los demás de llevar ese animal en vez de un perro o un gato como es usual... Así defendía yo la belleza de las vacas, más o menos; ya que cuando alguien te pregunta cuál es tu animal favorito hay unos políticamente correctos y otros no: probad a decir "la vaca".
ResponderEliminarEl gatito es muy listo, va aprendiendo cada ruido, cada tormenta, cada cosita con su lista cabecita que es tan sensible y tan buena, incluso para sus trampillas; hasta ha conseguido hacerte su súbdito y que le obedezcas encantado, como ya se ve en la primera frase, y eso me gusta tantísimo, ya sabes...
Y el patrón de los animales aún no sé por qué es San Antón y no San Antonio o San Francisco de Asís, con la de películas de éste último que me papé en el cole de chica...
Con santo o sin santo, ¡vivan los gatos y vivan tus escritos!
Y ya pinché en el ombligo y guardo como un tesoro su contenido hasta que llegue el momento propicio para degustarlo, que no es éste; cuando llegue y lo haga te lo haré saber ;-)
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