Lo mejor que se puede hacer con los buenos poetas, y por uno mismo, es leerlos con denuedo. Al poeta Ángel González lo leo de siempre. La primera vez que lo tuve fue en una antología de Taurus, allá por 1977, creo, que mangué en el Corte Inglés de la plaza del Duque, en Sevilla. A donde hacíamos incursiones algún amigo de entonces (y de ahora), a veces en autostop desde Llerena, con la sana intención de proveernos de libros, para mí, y material de pintura para él (óleos, pinceles y hasta lienzos). Todo sacado de los grandes almacenes por vía de apremio y expropiación forzosa para los necesitados. Tengo que decir que a esos viajes no sólo nos aventurábamos en autostop, sino las más de las veces sin dinero, o algunas exiguas pelas para un escaso bocadillo. Y todo en el día, a ciento y pico kilómetros…
Bueno que eso, que la noticia de la muerte de Ángel González me recuerda todo ese asunto porque en aquella antología de los poetas de los años cincuenta estaba incluida parte de su poesía, como es lógico. Antes lo había leído en libros prestados, copiados algunos en cuadernos para tener los poemas a la vista conmigo, releerlos… Porque la poesía de Ángel ha sido, para mí, de la más releída de un poeta, digamos –es un decir-, que contemporáneo.
En el año 2002 se reeditó toda su poesía en un solo volumen, Palabra sobre palabra, que salió la primera vez, con ese título, ya en 1968, editado, en los dos casos, por Seix Barral. Me regalaron un ejemplar en
A bote pronto, recuerdo que se puede comenzar a saber de Ángel González, por ejemplo, viendo Zurgai...
Y esta nota que quiere ser recuerdo para un poeta vivo, aunque su cuerpo haya dejado de vivir biológicamente. ¡Viva Ángel González!
GLOSAS A HERÁCLITO
1
Nadie se baña dos veces en el mismo río.
Excepto los muy pobres.
2
Los más dialécticos, los multimillonarios:
nunca se bañan dos veces en el mismo
traje de baño.
(Traducción del chino.)
(Excepto los marxistas-leninistas.)
4
(Interpretación del pesimista.)
Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
Ángel González
ME BASTA ASÍ
ResponderEliminarSi yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).
Ángel González