30 de agosto de 2007

CUIDAR MI JAZMÍN

Hará, por ahora, un año que me trasladé a mi casa nueva, en la calle Torbiscal, 15, en la zona donde los estudiosos situaban la aljama judía, y el barrio de curtidores y artesanías de la piel. Cerca de las calles Curtidores, Plazuela de Santana, Tenerías, portillo de Frasco Vaca… Recuerdo, asimismo, que hacía mucho calor el año pasado y que la mudanza se puso cuestarriba.

Esta casa me agrada. Aunque me hubiera gustado un patio más grande y un pequeño huerto… Pero no es así porque el paraíso en la tierra todavía espera. Aunque todo se andará. Con el patio que tiene es más que suficiente.

Desde el principio pensé en tener un jazminero. Primero uno corriente, de esos que cuajan de flores, en los veranos, las noches, de esos que dan puñados generosos que se reparten por toda la casa, dando olor, sembrando de alegrías olfativas. De jazmines grandes y muy blancos. Aparte que espantan a las moscas e insectos. Porque lo que más me extrañó, de la nueva casa, fue la abundancia de moscas, aunque ya me dijeron que el año pasado fue generoso con ellas. O debe ser que en el piso donde vivía no había ninguna, no sé por qué extraño misterio. Ahora apenas veo una.

El hecho es que me hice con un pequeño jazmín en primavera, lo transplanté en la maceta más grande que tengo y lo puse en la parte soleada del patio. Y ahí ha ido creciendo, creciendo y creciendo, en su rincón, acompañado de otras plantas, y ha ido dando flores, jazmines, jazmines y jazmines, con esa generosidad sin cuento con que sólo estas plantas saben y quieren.

He sido testigo diario, y veraniego, de ese don. Y casi cada noche he recogido un buen manojo de flores blancas que he distribuido por la casa, o dejado en la mesa de la cocina, o a la entrada, o para el dormitorio, el baño… Y cada noche el aroma sencillo y vital, relajante y agradable de los jazmines me ha acompañado. Y al día siguiente persistiendo y llenando el espacio, levemente, de perfume natural.

Soy poeta. Y los poetas simbolizan a veces en alguna flor su trabajo, su arte, su labor. Unos en una rosa, otros hablan de nenúfares, bien que sin haberlos visto nunca ni saber lo que son, otros de amapolas, algunos adelfas… Yo hablo del jazmín. Bien me gustaría que fuera moruno, por su olor más intenso y penetrante, más duradero. Ya lo conseguiré de mi amigo Marcelino, que bien sabe. Por ahora este está bien escrito. Popular, sencillo, simple, claro, corriente…

Sí, cuidar mi huerto, mi obra, mi vida, mi mundo.

cuidar mi huerto tal como poeta
que recuerde a Voltaire y al personaje
de su Cándido vivo y maridaje
en mi ser para mí como un asceta

porque estar y vivir es toda meta
y tratar de luchar al abordaje
no soluciona al mundo su andamiaje
si no hacemos una obra como treta

tratar de ser jazmín como partida
como fin como campo contenido
como flor y su olor como florida

existencia del mundo consabido
cultivar mi jardín en la medida
de su belleza toda seducido








A
M, que sabe

2 comentarios:

  1. Anónimo7:34 p. m.

    Acabo de descubrirte en Pido la palabra, somos compañeros de comentario, y me ha llamado la atención que seas de Llerena, yo viví allí un par de años cuando era pequeño, un abrazo desde Málaga de un emigrante extremeño.
    Entraré a verte más despacio.
    besinos

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  2. Anónimo3:39 a. m.

    Los jazmines morunos, son más empalagosos. El que tú tienes es el que alguna vez que otra, ha adornando mi pelo.
    Una entrada muy bonita, Señor Poeta, lo más bonito, como en toda poesí­a, lo que se transmite más que lo que se lee.

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.