28 de agosto de 2013

MÁS ALLÁ DEL SUEÑO




Nunca pongo los pies por do camina
la mentira, la fraude y el engaño,
de la santa virtud total ruina.
Miguel de Cervantes
Viaje del Parnaso

las lágrimas y suspiros
que me dice por sus letras;
porque si es verdad que llora
mi cautiverio en tu arena,
bien puedes al mar del Sur
vencer en lucientes perlas.

Luis de Góngora 

No hay tiempo para nada más.
Ramón Machón Pascual



Recibo libro de amigo. Ramón Machón me envía su libro El amor, ese animal dormido. Lo leí del tirón y sin respirar. Y no me ahogué. Luego de su amable carta personal de presentación, escrita con letra grande y renglones torcidos por la vida y que dicen derecho.
El poeta tiene la obligación, ética y estética, de señalar un más allá de la realidad y de lo dado. El poeta, como ese Cristóbal Colón tozudo, debe buscar caminos, rutas, trajines para arribar a todos los sitios, lados, lugares, tiempos, épocas, situaciones, respiraciones, amores, dolores, llamas y llagas, almas y calmas. Plus ultra. Más allá del mar y del miedo, de la ignorancia y del odio. Del amor y de la muerte, del sueño y de la vela.
Está escrito en verso libre y reflexivo. Tiene XVIII partes, lo mismo que El viaje del Parnaso, de Cervantes. Y esa curiosidad, o recuerdo, en el poemario del autor del Quijote, me llevó a constatarlo, y de eso la cita inicial con que abro esta nota de lectura.
El motor, la vela, el viento, la espuela debe ser el deseo ardiente, afiebrado siempre por las rémoras y los trabajos del remo y las cadenas. Hablo de la faena del poeta, de los trabajos, de las dedicaciones, del laborar. Como me dice aún ese romance magnífico de un Góngora, que se retrata como poeta remero y condenado al remo. Así se me antoja con la lectura del libro de Ramón Machón, o al hilo de su lectura. Góngora, un poeta en donde el mar y sus presagios vibran como en ninguno y en ninguna otra parte de la poesía en castellano. No sólo por ese peregrino de sus Soledades, que es echado, vomitado del mar, parido del mar. El mar y sus naufragios. Y la epopeya de Uliseo, esa odisea vital. En fin, los rebotes mentales del mar y los naufragios ahora en mí, traidos por esa primera lectura de El amor, ese animal dormido.
He leído este libro del amigo Ramón Miguel Machón Pascual, y me ha venido todo eso. No es poco ya. Del tirón y en la primera lectura en la alta madrugada:
Amarrado al duro banco
de una galera turquesca
ambas manos en el remo
ambos ojos en la tierra. 
Que en ese poema gongorino ya aparecen los temas que, caricias, manotazos, y aun zarpazos, se escriben en este poemario de Ramón. La amada como en la orilla lejana del mismo mar. Lejos y cercana.
Toda la frenética inquietud del deseo, toda la vorágine del amor, toda su locura y color y localismos. Ese es el tema y su presencia en las dieciocho partes del poema que leo. Dieciocho partes que son acariciantes reflexiones, ambestidas aparte, y vestidas de las presencias analíticas de las ganas, de la ausencia, del recuerdo del otro u otra, de la otra, otra.
Cuando suele ocurrirme esto que relato, que un poemario actual y moderno, me lleva a la necesaria presencia de un clásico, como en este caso de Góngora, es un hermoso indicio de la huella y de los pasos sobres los que andamos. La traditio. Porque incluso Góngora, en su remero perdido por esos mares, a la aventura del destino, me remite al simpar Ulises -ya dije- y a una temática de la Odisea. Y eso es ser original, o sea, eso es ir y venir, ahondar en los orígenes, como un oleaje de mar en la playa. Poner pie en lo firme, sin escabullirse en el fondo, ni resbalar o jugar a engaños, estafas literarias o hallazgos de mediterráneos, ya muy vistos y conocidos. Es poner pie, los pies, sobre la firmeza de lo que se es y decirlo en las circunstancias y formas precisas que se viven. Evidentemente ahí radica la hermosura y la belleza y al arte y la poética. Ramón planta las suyas en esa trama de 464 versos (creo que los he contado exactos). Y lo destaco para fijar bien el fondo de ese mar. Porque este poemario lo tomo como el mismo mar de su vida. Y como todo lector que se acerque al mismo es otro poeta, no deja de ser el mar, la mar. Como metáfora y como cosmos u océano universal en que navega todo. Mar mental de ese universo emocional y pasional, a trazas y trozos racionales. Donde las palabras flotan, reflotan y se zambullen como peces. Incluso como cosas o como el mismo plomo.

He pensado, luego, en hacer un análisis formal del poemario. Señalar la temática y temáticas. Destacar expresiones y recursos o usos de palabras/motivos. Al final, y tras las lecturas debidas, me he puesto a escribir sin plan trazado. Como un deambular, a la deriva. Al lado tengo notas, citas, observaciones... Pero me dejo fluir, en esta mañana de esta sábado de agosto, por el encanto de esta singladura mental, emocional, poética, del amor, ese animal o bicho despierto que me acompaña. Mi gato Gurruñau me mira, encaramado y adormilado en su alto cielo, que no altanero celo. El calor de estos días ha cesado, y con el fresco uno se atempera. Quería poder expresar y escribir todas las sensaciones que la lectura del poemario me han causado. Sé que, en esta hora presente, es la mejor crítica y el más adecuado criterio. Y no ese decir nada, que a veces trae el análisis pormenorizado de la materia. Así que tomo la calle del medio y procuro atarme a sentimientos vivos. Estar despierto ante ese bicho dormido que me deja leerlo.
Y de anoche traigo flores de alegrías, pese a un indubitable tremendismo existencial, que en su lectura anda subterránea. Pero estamos vivos y respiramos. Y aunque así no fuera, hemos sido conscientes de nuestra existencia, de bellezas del mundo y de nosotros. Todo queda aquí dormido. Tal vez en un sueño eterno. Tal vez en algún despertar que no sabemos. Pues incluso la lectura del poemario me lleva a recuerdos de películas o pinturas concretas. En este caso es ese sueño eterno del maestro Howard Hawks. No lo traigo en vano. Si digo suspenses para la expresión sueño eterno, aludo a que tal vez es sueño suspendido y no tan eterno como parece. 

Si dije al inicio que un poeta busca otro mundo es porque el poemario de Machón me lo dice o recuerda. Por eso he reducido el número de las partes del poemario, XVIII, 18, a un sólo dígito, en la técnica de la numerología simple. Y me da 9, o sea 8+1=9. El nueve es el número final de un recorrido, que parte de cero, para números simples en el sistema decimal. Y no es casualidad que el último poema, el XVIII (18) diga en un verso:
Ahora luz de noviembre:
Quien si no tú...
Que ya es casualidad que el propio autor se nombre el nueve en el noviembre del verso, y en ese poema con que finiquita el poemario. Este mismo detalle redondea su temática,  como recorrido por el todo (del cero al nueve) del amor y de la vida, del mar, la tierra, el fuego, el aire. En unos cuerpos y en unos espacios.
Todo el poemario, sobre todo los poemas iniciales, invocan al cuerpo y la presencia del deseo. No en vano el primer verso lo manifiesta: Miré. El segundo Crecías a brote vivo, tierna... Amor y vida como clamor. Jorge Guillén de pronto y de lejos. El deseo es presente, vivo, no memoria: 
IV
... ... ...
No hay dios ni verso que me salve
Me pregunto si el poeta no pensó poner alguna vez la palabra beso por verso que lo salvara.
V
... ... ...
galaxia, yema, clítoris, ombligo meteoro,
musgo, diamante,
             pellejo de las cosas
VI
... ... ...
y al final la lenta muerte placentera
del deseo en la palabra.
En estos versos tal vez responda a la trasmutación de verso en beso o viceversa.
VII
... ... ...
mujer
mar.
Otra duda me cabe en el poema IX:
Sigo revisando la noción de cuerpo.
Y me llevo a Quevedo y su concepto de patria como su cuerpo o un cuerpo. Y el cambio en el poema de Ramón de noción por nación de cuerpo.
X
... ... ...
todo en gerundio habita, convoca
insiste.
La continua referencia a la función verbal, en la función, tomada en su sentido religioso, que cumple el verbo en las palabras: la de ejecutar, dar vida y movimiento, dar tiempo, etc.
XI, en su verso final:
de vivir que nos sorprende enteros.
El XII es un poema donde cuerpo y mar se unen, en significados varios, mujer y mar lo mismo. Con el verso Arde el mar, Ramón nos sitúa en una intención poética a un poemario canónico de la modernidad. El conocido del mismo título de Pere Gimferrer.
El poema XVI es de los más logrados. Es el puro deseo su tema, su agonía, su ser. Yendo al poema XVII en donde la mujer es el mismo mar, pero también es basílica, icono, cúpula. Todo lo no cotidiano, todo lo sagrado por algún uso, todo lo inasible, fantasmal, lo inalcanzable.
Dos citas señeras del poema final, el que sumado da nueve, el número que cierra el cero inicial. 
... ... ...
He llegado: El fondo
del pozo del deseo
me acoges, tus manos
diestras en vendimias:
... ... ... 

Ahora luz de noviembre:
Quien si no tú...
Son los versos iniciales de la última estrofa del poema XVIII. Ese de noviembre tan claro a todos y tan escondido, dormido de por vida. Y puntos suspensivos, indicativos del innombrable.

En fin. Todo perfecto, acabado, lleno. Y un poemario para releer, pues mantiene viva la sensación de que en cada lectura uno será otro y otro será su secreto, sus secretos dormidos.
Acá estas breves anotaciones, de momento. Otras duermen como animales.

NOTA: Traigo el romance de Góngora: El protagonista de este romance es un cautivo español que añora la patria desde su prisión en un barco turco. Todo es una metáfora. El barco turco bien puede ser la vida, el remo una enfermedad, una pasión, una situación. El remero puede ser el poeta, el yo del lector...

AMARRADO AL DURO BANCO                             
Amarrado al duro banco
de una galera turquesca ,
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado  de Dragut
en la playa de Marbella
se quejaba al ronco son
del remo y de la cadena:
«Oh sagrado mar de España,
famosa playa serena,
teatro donde se han hecho
cien mil navales tragedias:
pues eres tú el mismo mar
que con tus crecientes besas
las murallas de mi patria,
coronadas y soberbias,
tráeme nuevas de mi esposa,
y dime si han sido ciertas
las lágrimas y suspiros
que me dice por sus letras;
porque si es verdad que llora
mi cautiverio en tu arena,
bien puedes al mar del Sur
vencer en lucientes perlas.
Dame ya, sagrado mar,
a mis demandas respuesta,
que bien puedes, si es verdad
que las aguas tienen lengua;
pero, pues no me respondes,
sin duda alguna que es muerta,

aunque no lo debe ser,
pues que vivo yo en su ausencia.
Pues he vivido diez años
sin libertad y sin ella,
siempre al remo condenado,
a nadie matarán penas».
En esto se descubrieron

de la Religión  seis velas,
y el cómitre mandó usar
al forzado de su fuerza.



2 comentarios:

  1. Extraordinario comentario sobre el poemario de mi sobrino. Él lo disfrutó a tope. Me pasó la dirección de su blog en su día. Desgraciadamente ya no le tenemos con nosotros, falleció el pasado día 23.

    Gracias, muchas gracias por haberle dado ilusión en esos últimos días de su vida.

    Isabel Pascual García

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  2. Isabel: gracias a ti y a lo que me dices; tengo la experiencia de uno de mis amigos de verdad, de esos dos o tres que uno parece encontrarse en la vida, que se me fue el año pasado, tan así como en este caso; la verdad que nunca pensé que Ramón se fuera tan pronto; y me alegra saber por ti que a lo menos lo disfrutó, y a tope; eso es fuerte y me emociona y alegra, ya me dijo él algo por facebook y lo sentí emocionado...; pero de gracias nada, ha sido un placer leer ese poemario, pero creo que el bien y la belleza nos ha regalado todo esto
    un cordial saludo y que la salud no te canse nunca
    agustín
    ando por facebook: https://www.facebook.com/dexao

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.