Tengo este texto, de uno de los folletos que la CNT publicaba en Francia. Hace treinta y tantos años. Cuando los que querían ser libres vivieron por donde pudieron y les dejaron los europeos. Esos europeos tan bestias que hicieron dos guerras mundiales. Aparte de las que jalearon en otros sitios. Una de ellas fue la guerra civil abierta de la que resultó vencedor Franco. Gracias al apoyo, tácito o expreso, de casi todos los países europeos, tomados en su crema y nata. Otra cosa es el personal de abajo, el llamado pueblo. Pasa que los olvidos históricos, y el mayor de ellos, como es grandioso, pues ni se mencionan. Pero Franco y su régimen, que de alguna forma continúa por otras vías, fue mantenido por esa Europa bárbara y cínica. Y a nadie, de esos de la memoria histórica, salvo alguna aislada excepción, se le ha ocurrido pedir que reponga su complicidad con aquel crimen, que hizo daños a tantas gentes. Que esa Europa está obligada a reponer el mal causado. Pero para eso no tenemos ningún juez Garzón a mano. Y además Europa es la reostia de democrática y guay. Muy práctica y sesuda a la hora de organizar su mercado y su cosa bancaria. Y por ende, muy respetable. Y dejo acá este inicio del folleto que, abajo, cito. De casi obligada lectura. Hoy nadie escribe con esa lucidez y verdad. Con esa bondad y belleza.
LA MALDICIÓN DEL PRACTICISMO
Todavía continúa teniendo actualidad la pequeña y bonita
historia que nos contó Gorki: Del pájaro carpintero que amaba la verdad
y del embustero verderón. Pero el poeta habría podido titular su
historia, y tal vez más acertadamente: Del práctico pájaro carpintero y
del impráctico verderón, sin que por eso hubiera sido forzado a
cambiar una sola palabra del relato. Pues el pájaro carpintero era
realmente el sabio práctico, y el pequeño verderón parduzco, un utopista
incorregible, al que atravesaban el alma sueños de poeta y en el cual
el anhelo tembloroso se transformaba en canción. Por eso cantaba el
pequeño verderón, apenas sin darse cuenta. Cantaba porque no podía menos
de cantar, porque se le calentaba el cuello y el alma tenía que
librarse de su superabundancia. Cantaba sobre la aurora de una nueva
vida, sobre una lejana dicha que sólo podía obtenerse en la lucha. Los
otros pájaros en el bosquecillo enmudecían poco a poco y escuchaban la
canción jubilosa. Hasta que descubrían que era sólo un verderón el que
cantaba así. Entonces les invadía algo así como un desencanto. Sí, si
hubiera sido un águila, pero un verderón -¡cómo es posible! Pero el
pequeño verderón, a quien ponía en tensión el más ardiente anhelo, no
enmudecía, y del corazón sangrante salían tonos cada vez más profundos,
ansiedad cada vez más ardorosa hacia aquella lejanía azul, donde se
levanta, de las olas purpúreas del mar, la nueva tierra legendaria.
Creer es preciso, creer en uno mismo, después que se ha dudado tanto de
sí, creer hasta que el tiempo se cumpla. Se posa levemente en los
corazones del tropel emplumado como un lejano presentimiento, y de
ocultos rincones sube ardiente anhelo hacia una lejana dicha. Entonces
aparece, con prudente pausa, el pájaro carpintero, un señor anciano que vive de gusanos y ama la verdad. A él no hay que irle con tales
canciones, pues es un tío completamente práctico que parte siempre de
hechos concretos. Y demuestra al honorable público, de la mano
justa mente de esos hechos, que el verderón miente cuando canta a un
lejano país de la redención.-Quede siempre en el terreno de los hechos
prácticos, honorabilísimo. La iniciativa irreflexiva no ha llevado
todavía a buen fin. ¿Cómo están las cosas en la realidad? Allí donde cesa
el bosque hay un campo, tras el campo una aldea. Aquí calló el
carpintero un momento para aumentar la tensión de los oyentes, luego,
con una mirada significativa al verderón, continúa su discurso: En
aquella aldea, habita Grischka, el cazador de pájaros. Esa es la primera
estación en el camino hacia el país del ensueño. Tras aquella aldea
comienza con toda probabilidad nuevamente un bosque y luego nuevamente un
campo, una aldea, etc., etc. y como la tierra, según se sabe, es
redonda, si siguiésemos la exhortación del señor verderón y hubiéramos
escapado a todos los peligros que nos amenazan, volveríamos finalmente al
lugar en que ahora nos encontramos. ¿Por qué, pues, ese ruido,
señores? La encantadora embriaguez se disipó. Se sintió irritación por
haberse dejado seducir y, además, por uno como ése. Luego lanzáronse
un par de palabras mordaces a la cabeza del verderón y se alejaron
precipitadamente. El carpintero había vencido, vencido en toda la línea.
Rudolf Rocker
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.