25 de julio de 2010

UN PRÓLOGO

Será más bien porque lo desea la mayoría, hay dos formas de estar, en este tipo de sociedades que vivimos: Arriba y abajo. Las escribo deliberadamente con minúscula de los de abajo y con la Mayúscula de los de Arriba. Había una serie británica de la tele titulada así: Arriba y abajo, y también una estupenda novela, de Mariano Azuela, que transcurre en la revolución mejicana alude a los de abajo, con los valores que quiero nombrarlos: Los de abajo. Y que es clarificadora manera de ubicar, que eso de derecha e izquierda es todo ya obsoleto y miente. Arriba y abajo.
Bien, pues me invita Tere a poner unas palabras primeras en este libro/folleto. Digamos que me invita a abrir ese mundo. Que los mundos se abren con palabras, los crea la palabra y los mantiene la palabra. Que es su segundo intento con este tipo de publicaciones. Y me entusiasma la idea. Ya saludé su anterior publicación, en esta línea, sobre las mujeres, Llerena y sus mujeres, que como manda lo cabal, fueron primeras de esta serie. Nobleza y cortesía mandan, con damas.

Llerena y sus hombres es una impronta, un tanto castiza y racial, sobre el varón en esta ciudad: sus oficios de labradores, ganaderos, albañiles, ferroviarios, camareros, comerciantes, plateros y joyeros, ferreteros y drogueros, zapateros, fotógrafos, taxistas, conductores, carpinteros, herreros, barberos, carteros, chacineros y matanceros, capadores, curas y clérigos, sacristanes y monaguillos, emigrantes (que no es oficio alguno pero lleva su trabajo), guardias civiles y municipales, maestros y profesores, comerciantes de ultramarinos y coloniales –si quedan-, músicos, futbolistas, vendedores de la ONCE, gasolineros…, pero también de los olvidados o desaparecidos: aguadores, bodegueros, esparteros, lateros (en Llerena al menos), mancebos, molineros, cerveceros, pregoneros, posaderos, cazadores furtivos, taxidermistas, sacamuelas, banqueros (en Llerena y de Llerena), caleros y saleros, dulceros y pasteleros, castañeros, esquiladores de bestias –que con el Maca se nos fue el último artista-, chatarreros, que con los Tiburcios se acabó aquí…
En fin, una labor que se me antoja decimonónica, no en su sentido peyorativo de trasnochada y antigua, sino antesala de los estudios sociales, étnicos, y antropológicos, que nacen todos en aquella centuria del XIX, de los que sobrevive la Historia como lo menos valioso, postinero y falso. Será porque la Historia la amañan mejor los de Arriba, les sirve mejor. Y a los trepas también, que sirven muy bien a esos de Arriba.
He hablado de antropología, pero no de la académica, sino del interés, primero, y estudio, luego, de todo lo humano vital que nos rodea, y de cómo fue la vida cotidiana en nuestro entorno, en nuestra Llerena de hace menos del siglo, en este caso. Y de cómo fueron sus hombres, en el intento de esta publicación. Porque la antropología es el estudio de todo lo humano en todo sus sentidos. Proviene el vocablo de dos griegos: antropos, que viene a decir hombre, y logos, que quiere referirse a tratado, estudio y similares.Y Tere me coge el sentido de los oficios para determinar a los hombres llereníes de ese tiempo que nos lleva un siglo atrás.

Este tipo de trabajos deberían ser considerados como material didáctico en los centros docentes. La vida cotidiana no ha sido siempre como la conocemos ahora. Muchas veces reflexiono sobre el agua corriente en casa, hoy, y en Llerena. Yo soy de las últimas generaciones que pasaron infancia y parte de la juventud sin ese bien que hoy se cree imposible e irrenunciable. Fui testigo de su instalación en toda la población, de forma absoluta, hasta hace menos de treinta años. Y esos pequeños y grandes logros no se marcan como hitos históricos, ni por la Historia oficial ni por la marginal siquiera, que siempre le sigue a rueda, tal vez porque favorecen a los de abajo, o eso que llaman memoria histórica padece olvidos de grande calibre. No se le ocurre a nadie hacer un monumento a la puesta de agua corriente en todas las casas, y a ese derecho reconocido…, por ejemplo similar al del Tumbaíto o estatua de Pedro Cieza de León, cronista de Indias, en la plaza del mismo nombre, en Llerena. Es por ello que me entusiasmo por iniciativas encaminadas a hacer visible la realidad patente de las cosas, que importan o deberían importarnos más, que las alienantes importancias que los caducos valores, en lo que llaman cultura, hacen. Porque la palabra cultura es una trampa, una trampa para consumidores asilvestrados. Y se vende como cultura sólo lo que es espectáculo, lo que es circense, lo que es puesto como publicidad y entretenimento valetudinario e inane. De manera que se ha reducido todo eso, que el Poder y los de Arriba llaman cultura, a propaganda cinematográfica de Holliwood, o Jólivu, como me gusta escribir. Que ha sido la forma más terrible de cargarse la cultura, todo aquello que el hombre cultiva, hace, manipula, crea, vive, en su sentido antropológico completo. Desde la vida cotidiana hace cincuenta años, o cien, que puede aparecer informada en una foto, que como todo documento hay que saber leer, interpretar, saberle aplicar la inteligencia con un método científico para poner en valor y conocimiento lo que esa foto nos ofrece…, hasta un anuncio publicitario en nuestra revista de fiestas, o similar, hace ahora 107 años…, que también eso es un importante documento, tanto o más que algunos de Felipe II, o del archivo histórico municipal, o de la misma Biblioteca Nacional…, en manos de quien sabe hacerlo, del estudioso con seria formación científica, con años de estudios cabales, aquilatados, sensatos, humildes, con amor, sobre todo eso, amor a saber sin anteojeras, ni presuposiciones o servicios, la verdad del pasado en toda su dimension cotidiana. Sin pelotazos personales de trepas sociales o ganancias. Y trabajos sencillos como este, trabajos de gente normal con inquietudes anormales, son a veces las que lo hacen. Los eruditos y académicos de argamasilla andan embobados en sus servicios a lo Alto, y en Altos Servicios al Arriba.

Así que bienvenida esta entrega sobre los hombres en Llerena, en la última centuria, más o menos. No pretende totalidad sino aportación a la memoria colectiva, que a buen seguro se refrescará lúdicamente, gratamente, con las alegrías y luchas que se tuvieron. Evidentemente las fotos aportan mucho en este tipo de intentos, a veces todo, para la pequeña historia intrapersonal, para la intrahistoria de la gente de abajo en Llerena. No es mirarse ningún ombligo que paralice, sino adentrarse en un cordón úmbilical que nos lleva a la madre nutricia del sabernos, en nuestra comunidad y –de vuelta- para cada uno de nosotros. Un cordón que suministre lo indispensable para vivirnos y desvivirnos, para ser y estar, y mientras somos dar la vida, darle cuerda a ese cordón vital.
Y, sobre todo, mis últimas palabras en este prólogo, o palabras previas, quieren resaltar la dedicatoria de la autora para los que no pueden recordar, aquellos enfermos del Alzehimer, o enfermedades similares. Eso basta para justificar tanto recuerdo por ellos y por la vida.
Yo quiero hacer semejante dedicatoria final a los que no quieren recordar, y no quieren que recordemos, con la mirada limpia adelante y futura, y por supuesto con todo el amor, la valentía y el saber posibles.
Gracias por este trabajo, Tere y colaboradores.
Llerena, 3 de junio de 2010
Agustín Romero Barroso
http://www.poetaenllerena.com/

NOTA. Reproduzco las palabras prologales que van en la publicación, pido a todos que se hagan con un ejemplar, y a ver si se saca una segunda edición, una tercera..., ¡una cuarta!..., las ganancias todas irán destinadas a la asociación de enfermos de Alzehimer AFENAD.

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