Para Manuela y Hermenegildo, mis padres,
por su trabajo y desvelos en criar cinco hijos
por su trabajo y desvelos en criar cinco hijos
Cuando las calles no estaban encementadas ni asfaltadas, en los pueblos extremeños, los niños jugaban juegos que tenían en cuenta el suelo de tierra que se pisaba. Que con el tiempo nos tengamos que felicitar con el pavimento callejero, por mor de una asepsia libre de barro y polvos de la desnuda tierra es algo indiscutible. Como indiscutible es que se perdieron costumbres, vidas y, como no, juegos como el que traemos a estas páginas. Llamado de los joyos u hoyos, por fundamentarse en agujeros hechos en la dura tierra del suelo de antaño.
La preparación del lugar del rito del juego es como sigue: en una superficie de tierra dura, un poco en pendiente suave, se cavan tantos hoyos como jugadores, unos ocho o diez, cercanos como menos de una cuarta unos de otros. Los agujeros han de tener un tamaño suficiente para que quepa un puño adulto o una pelota de las de tenis, o un pelín más grande. La pelota puede ser de las compradas de goma o hecha a instancia de los propios jugadores: de trapo, papel o cuero relleno.
Se echan lo pies, como hemos expuesto en otros juegos, y se elige una madre, que será la encargada de tirar la pelota a los hoyos y hará de juez, lo propio de la madre en los juegos de Llerena. Cada jugador va eligiendo su hoyo, que toma su nombre. La madre, a una distancia de unos dos o tres metros de los agujeros, agachada, tira la pelota hacia el lugar. Los boquetes en el suelo se distancian una cuarta. La pelota, tirada arrastrándose, debe rebotar, rodar y demás hasta colarse en uno de los hoyos de los jugadores, que, en semicírculo y en cuclillas o inclinados levemente, están expectantes a que eso suceda. Cuando la pelota se asienta en el fondo de un hoyo, el dueño del mismo ha de ser rápido en atraparla y tirar sobre cualquiera de los otros jugadores que ha de evitar ser golpeado con la bola. Si el que tira no acierta a ninguno, pierde. Si acierta pierde el golpeado. Entre los jugadores pueden llegar a pactos para eliminar a alguno y ganar otro. La madre actúa, en todo momento, como árbitro del juego, aparte de lanzar la pelota a su suerte.
Las penas que cada jugador va acumulando por cada vez que le golpeen o no golpee, hasta su eliminación, son la siguientes:
Herido
Herido grave
Herido mortal
Muerto
También se pueden distanciar los grados de lesión, por ejemplo: herido grave una vez, dos veces, etc.
Al ocurrir este último y fatal suceso, muerto, el jugador es apartado del juego, aunque su hoyo sigue abierto, nulo a efectos de coger la pelota. Gana el jugador que queda sin morir en el transcurso del juego, que suele hacer de madre al volver a empezar otra partida, adjudicándose de nuevo los agujeros entre los que jueguen.
Es juego apasionante, donde la destreza, los reflejos y la habilidad tienen que ser constantes, y que los jugadores tienen que evitar ser golpeados por la pelota al mismo tiempo que han de vigilar que la misma pelota no entre en su agujero sin que la cojan y golpeen a otro.
Cuando la pelota entra en un agujero, el poseedor del mismo ha de cogerla con rapidez y lanzarla para golpear a cualquiera de los demás jugadores, que corren para evitar eso. Se dan casos graciosos en los que la pelota remolonea y parece que va a entrar en un hoyo, y no lo hace, rebota y entra en uno, cuando todos los jugadores han salido corriendo en la creencia de que no entró en su hoyo.
Se ha de insistir en que el que lanza la pelota sobre los otros, al entrar en su hoyo, no se puede mover más de un metro, más o menos, alrededor de los hoyos, para lanzar los pelotazos; esto es, no puede perseguir a los otros hasta darle con la pelota. Por lo que la habilidad y destreza de reflejos han de ser claves. Generalmente, como en todo juego, el azar es factor aliado con la buenas dotes de los jugadores para salir ganando. Pero ante todo se ha de destacar que es juego expectante, atractivo, lleno de pasión y risas. Y, ya que nuestras calles están asfaltadas casi todas, proponemos jugar en el campo o en zonas lúdicas de parques o aledañas a la población, como Las Piedras Baratas. O bien en giras o romerías campestres, en caminatas, o al término o inicio de rutas senderistas y al arrimo de alguna encina. Es juego que no tiene edad. Como todo juego, claro. Que se gocen.
NOTA. Aparecido en el número 6 de Torre Túrdula. Como es juego de esta época otoñal, en sus cortas tardes, pues lo traigo a ver si jugamos...
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ResponderEliminarEstimado poeta, hace mucho tiempo que no comento en tu blog (antes lo hacía como anónimo o con el mismo nombre pero sin el nuevo "avatar") pero no pierdo puntada de lo que vas publicando por aquí. Coincidimos en muchas cosas, aparte de ser tocayos y casi paisanos (mi familia es de Jerez, el de las torres, no el de los vinos, aunque en este último he vivido y trabajado durante los últimos lustros): Sisa, Schwob, Zapata...
ResponderEliminarEl título y la foto con la que ilustras este artículo me han recordado -otra casual, o quizá no tan casual, coincidencia- a una entrada que yo hice en mi blog. Te invito a que la veas. Mi curiosidad por los agujeros excavados en la tierra tal vez sea reminiscencia de los juegos de la niñez.
Salud, poeta, a seguir bien.
Vaya lío, disculpa. La entrada está
ResponderEliminaraquí