COLUMNA BARROSO
Por Eutimio de Torres
HUMOR
La realidad es siempre sospechosa de haber sido inventada por los que mandan, detentan, inventan el dinero y su valor, ya desde los cubículos de sacros lugares, ya desde despachos impolutos, de lujo y seriedad, ya desde el engaño del partido, el escaño, la poltrona. La realidad, las realidades son un invento de los poderosos, siempre. Tened cuidado con lo que llaman realidad, siempre también.
Pero existe un mecanismo que sólo el hombre posee, que no se usa en su potencial y amplitud para desmontar esas realidades inventadas. La risa, el humor y su sentido. Se puede repetir aquí aquello de que el hombre es el único animal que ríe, y eso lo hace bueno, bello e inteligente. Si visitamos los grandes clásicos de la literatura universal encontraremos el humor en todas sus vertientes, y la risa como consecuencia del despliegue de sus creaciones, de sus inteligencias, de sus mecanismos para conocer realidades más profundas, las reales, que nada o poco tienen que ver con la realidad impuesta del inicio de este escrito. Es curioso como en las versiones de la Biblia que leemos en castellano, se nos hurta la risa o lo humorístico de algunos de sus pasajes. ¿Es que no aparece algo tan humano en tan hermoso libro? Pues sí, seguro que sí, pero los creadores de realidades a su medida la tapan. Seguro que Cristo fue un hombre risueño, según creía Francisco de Asís, que invitó a sus frailes a tener el voto de alegría en tanta consideración como los demás.
De todos los autores es Cervantes quien abre la modernidad de la risa, del humor, con su Quijote. El uso indeleble y perfecto de la ironía consagra al Príncipe de lo Ingenios como piloto de los derroteros literarios que usan la risa y el humor en general como mecanismos de conocimiento, crítica y arte. Delante de él tal vez convendría situar a Rabelais. Después de Cervantes en todas las grandes obras literarias de la modernidad aparece la risa y el humor, resuena la carcajada de la alegría. Desde Laurence Sterne, y su Tristan Shandy hasta el Ulyses de James Joyce.
Un antiguo maestro del colegio, antiguo, de Ntra. Sra. De la Granada, don Antonio Martín, dedicó la última clase de aquel curso a darnos unos consejos para la vida, cosa que siempre hacía con todos los cursos. En mí ha quedado en el recuerdo el inicio de su interesante exposición: No confiéis de un hombre triste, generalmente un hombre triste no tiene buenos pensamientos. Tampoco estéis tristes, eso no acarrea bienes. Desde entonces procuré hacerle caso; pero los hombres serios que encontré en la vida daban abrazos de guadaña siempre y no rompían mis alegrías. Con esas palabras también identifiqué humor y amor.
Existen personas que confunden el humor o la risa, incluso la alegría, como la consecuencia del mal de otros. Así nada produce tanta risa como ver a alguien caer de culo, etc. No es ese el humor del que hablamos, es del HUMOR con mayúsculas. De ese que hace al hombre y a la mujer más hermosos, nobles, generosos, vitales,, geniales, sanos, solidarios, amables, dignos, lábiles, alegres... Porque el humor y la alegría son el cuarto voto de los franciscanos y clarisas de Guadalupe. Deber y virtud. Salud y alegría a todos, todas y todo.
Pero existe un mecanismo que sólo el hombre posee, que no se usa en su potencial y amplitud para desmontar esas realidades inventadas. La risa, el humor y su sentido. Se puede repetir aquí aquello de que el hombre es el único animal que ríe, y eso lo hace bueno, bello e inteligente. Si visitamos los grandes clásicos de la literatura universal encontraremos el humor en todas sus vertientes, y la risa como consecuencia del despliegue de sus creaciones, de sus inteligencias, de sus mecanismos para conocer realidades más profundas, las reales, que nada o poco tienen que ver con la realidad impuesta del inicio de este escrito. Es curioso como en las versiones de la Biblia que leemos en castellano, se nos hurta la risa o lo humorístico de algunos de sus pasajes. ¿Es que no aparece algo tan humano en tan hermoso libro? Pues sí, seguro que sí, pero los creadores de realidades a su medida la tapan. Seguro que Cristo fue un hombre risueño, según creía Francisco de Asís, que invitó a sus frailes a tener el voto de alegría en tanta consideración como los demás.
De todos los autores es Cervantes quien abre la modernidad de la risa, del humor, con su Quijote. El uso indeleble y perfecto de la ironía consagra al Príncipe de lo Ingenios como piloto de los derroteros literarios que usan la risa y el humor en general como mecanismos de conocimiento, crítica y arte. Delante de él tal vez convendría situar a Rabelais. Después de Cervantes en todas las grandes obras literarias de la modernidad aparece la risa y el humor, resuena la carcajada de la alegría. Desde Laurence Sterne, y su Tristan Shandy hasta el Ulyses de James Joyce.
Un antiguo maestro del colegio, antiguo, de Ntra. Sra. De la Granada, don Antonio Martín, dedicó la última clase de aquel curso a darnos unos consejos para la vida, cosa que siempre hacía con todos los cursos. En mí ha quedado en el recuerdo el inicio de su interesante exposición: No confiéis de un hombre triste, generalmente un hombre triste no tiene buenos pensamientos. Tampoco estéis tristes, eso no acarrea bienes. Desde entonces procuré hacerle caso; pero los hombres serios que encontré en la vida daban abrazos de guadaña siempre y no rompían mis alegrías. Con esas palabras también identifiqué humor y amor.
Existen personas que confunden el humor o la risa, incluso la alegría, como la consecuencia del mal de otros. Así nada produce tanta risa como ver a alguien caer de culo, etc. No es ese el humor del que hablamos, es del HUMOR con mayúsculas. De ese que hace al hombre y a la mujer más hermosos, nobles, generosos, vitales,, geniales, sanos, solidarios, amables, dignos, lábiles, alegres... Porque el humor y la alegría son el cuarto voto de los franciscanos y clarisas de Guadalupe. Deber y virtud. Salud y alegría a todos, todas y todo.
NOTA. Texto aparecido en el número 6 de Torre Túrdula. Eutimio de Torres bien pudiera ser un alter ego de Agustín Romero Barroso.
Solo aquell@s que están muy enferm@s del alma, carecen de sentido del humor.
ResponderEliminarTodos nos reímos o al menos, sonreímos.
Y son diversas las causas de ese humor.
Pero creo que nos ayuda a crecer el aprender a reir de nosotros mismos.
Y esa mi amigo, no es tarea fácil!
Saludos.
Preciosa foto y magnífico texto.
ResponderEliminarEnhorabuena y gracias a ese escritor que podría ser este otro poeta.