4 de abril de 2008

QUIEN DICE ABRIL


esclavos sacrifican libertarios
es la historia que siempre se repite
los elevan después depositarios
de su libertad con el ardite
el símbolo y la fe de ser sicarios
del siervo y sometido el escondite
son totem y tabú de su deseo
por ello cristo el che o prometeo


entre las telarañas de costumbre
la libertad la mata un conformismo
la asesina impertérrita una herrumbre
una zona azogada y el despotismo
venenoso y letal con servidumbre
de vasallo formal en fanatismo
del dócil resignado conformista
de costra en la rutina apologista

bueno de la servidumbre voluntaria
es la libre erección de los tiranos
priapismo de la verga propietaria
enarbolada para el besamanos
a ninguno se le hace la contraria
la soban como tercos parroquianos
el culto voluntario al servilismo
mantiene en el fervor un erotismo


son tus pasos confuso militante
media vida quemada en la trinchera
estudios y discusión beligerante
revolución pintadas y quimera
por la liberación más fulminante
que nadie más esclavo se tuviera
nunca pudo razón y su campaña
librar a los esclavos de su maña


si los pobres de sí piden ayuda
que los vote los suba hasta su mando
y si el siervo de él nunca lo duda
va con su voto siempre regalando
y sus cadenas ve que nunca muda
y sus prisiones más lo van atando
estúpido será pues que a ese preso
libere la razón del embeleso


el miedo viejo amigo de la muerte
muerte antigua enemiga de la vida
a la vida no le cabe mejor suerte
que gozar la libertad por esa herida
total y dura en que el hombre no está fuerte
se desangra sutil y fratricida
el miedo va mascando la existencia
marca esclavitud y muerte en anuencia


la anuencia esclavitud y muerte marca
y la existencia va mascando el miedo
fratricida y sutil que se desmarca
el hombre no está fuerte en ese credo
de herida libertad en que se enmarca
no lo vive en su vida con denuedo
su vida es enemiga de esa suerte
el miedo viejo amigo de la muerte


ante tus ojos tiemblo color de olas
tiemblo color de yerba ya cortada
tiemblo color de fuego y de amapolas
tiemblo del arcoiris andanada
retiemblo ese color con que arrebolas
el total universo en bocanada
entre lo oscuro apaga oscuridad
en los colores crece libertad

De Vínculo del miedo, 2006

3 de abril de 2008

輕鬆水







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HUIR DEL ENEMIGO



Aconsejo que durante la lectura del texto de la novela el lector active uno de los temas propuestos de Wim Mertens: Lucha por placer/Struggle for pleasure y A menudo un pájaro/often a bird. Dos sintonías diferentes, dos sensaciones, dos huidas.
Se me ha ocurrido poner el arranque de mi novela Los Héroes Huyen del enemigo, en su octavo año triunfal de salida impresa, 2000, inaugurando, de esa manera, el nuevo milenio, que no otra cosa pretendía, para gloria de las letras patrias de la única patria de las letras, esto es, la lengua en que uno escribe y se inscribe. Única patria digna de serlo, y matria y todo lo que es uno y lo mismo, elevado a la quintaesencia de la libertad y la belleza...

¡Vale, vale, vaaaaaaaaaaaaalee!, que esto se está hinchando demasiado y en estos parvos tiempos la gente no está por la labor de la verborragia acelerada y la cohetería verbal. Que hay estreñimiento de tiempo, parquedad de expresión, medida corta de dicterios y cortas miras. Minimalismo comercial, alfiler de lectura, microbio de escritura y todo de letra gorda.

Escrita en cuartillas a mano, a finales de los años setenta, casi toda en una cocina pequeña y al borde de una mesa pintada de azul y blanco. Revisada y vuelta revisar en los años posteriores. Incluso experimentaba juegos de pruebas como aquel de presentar, al premio Felipe Trigo de relatos cortos, este primer capítulo, que quedó finalista, y casi me dan el premio. Cuando me devolvieron los originales pude comprobar que uno de los miembros de jurado dejó una nota, en papel aparte, muy esclarecedora de la valoración, que a su ver era alta, como de algo genial; pero que el final era algo brusco y tal. Y llevaba razón. No era más que un capítulo de algo mayor. Si me dan el premio de aquellos relatos, por un sólo capítulo, sería para reír bastante.
Y ese tipo de bromas me gusta hacerlo a los certámenes literarios. Ya contaré, algún día, algunas gordas y que funcionaron muy bien a mis pretensiones de poner en ridículo tales prácticas meramente comerciales y de literatura mala para la chusma y el populacho consumista y de mal paladar seudocultural y de literatura falsa.

I

CARICATO Y LOS DEMÁS DEL ÉXODO

Fugitivo por su fatal destino.
VIRGILIO

Amanecieron temprano aquel día. El autostop estaba jodido en aquel tiempo horrible. Pero el enemigo se acercaba y era la única forma de escape. Se les paró un señor, gurripato para más señas. Con pintas de mohoso y maloliente. Montaron los tres en el coche, que emprendió una rápida fuga. Fue providencial, pues si hubiese parado minutos después hubiera sido catastrófico. El enemigo tomó el pueblo al rato. Los hubiese pillado y aplastado sin piedad. La mano de Caricato, haciendo la puñeta, con su dedo pulgar rígido, fue la mano de Dios. Esto del autostop salva vidas. Ya había pasado todo y huían no se sabe a donde. Nunca se vio la providencial mano de Dios mediar en un momento de peligro tan bien como lo hizo en este caso. Se portó. Desde aquel día se cree más en la mano de Dios. Aunque esté representada en la de Caricato. El cariño es el mismo. No importa que estuviera haciendo la puñeta y con el dedo pulgar enhiesto. Una higa de la suerte.

Caricato sólo cogió dos libras de chocolate y algunos pedazos de pan, un afilalápices y algún lapicero, un cortauñas y media botella de naranjada con burbujas. Saxolfeo tocó una linda melodía con su acordeón para celebrar la providencial, inusitada, oportuna intervención de Dios en su huida. Los demás tararearon mentalmente, en cascada psíquica musical, la cancioncilla. Todo no era más que argucia para simular la terrible atribulación que acongojaba sus almas. Otra vez a danzar de acá para allá huyendo del enemigo. Otra vez a vivir al día. Guerra, aventura, peripecias inconfesables. Aquello sería como jugar al truque, ese inevitable juego infantil que consiste en volver a empezar. Iniciático truque. Peligros innumerables, en manera alguna peripatéticos y menos aún periándricos. La más terrible de todas. Ser fugitivo. O creerse fugitivo para corretear ciudades, pueblos, campos, aldeas, cortijos, mentes, cuerpos, árboles, grutas, chominos, casas, torres, castillos, libros, historias e incluso los caminos de Dios, ese Dios siempre dispuesto a ayudar, al buen Dios, gracias, como diría la Diabla.

El conductor benevolente que se dignó cogerlos, salvándoles de una inmediata y terrible destrucción por parte del enemigo, estaba ebrio. Borracho conducía a una vertiginosa velocidad, centelleante velocidad. Era un buen automóvil. Cuando el conductor se paró, pareció adivinar que iban huyendo, pues ni preguntó a donde se dirigían, ni ellos se dignaron decírselo.

Telesforo, que era peluquero, se había llevado sus tijeras y un peine, una brocha de afeitar y la navaja. Todo ello iba bien guardado en un estuche de plástico con otras cosas que nunca se revelaron a la luz pública. La precipitación no les permitió coger otros utensilios más necesarios para enfrentarse al enemigo. Se iban con lo puesto.

La carretera era recta, pocas curvas, aunque el piso estaba en buen estado. Llevaban recorridos cerca de cien kilómetros desde que les cogió el eficaz piloto de carreras que conducía el bólido. Saxolfeo les había deleitado con su acordeón y casi agotó el repertorio chalanesco de popurrís situacionales, o sea, habíanse acabado las tonadillas que en estos casos precisos suelen entonarse para solaz y beneplácito de los viajeros. Caricato había pedido papel al chófer y éste le regaló un cuadernillo. Apresuradamente y con letra pequeña y apretada anotó en él las peripecias de lo que parecía ser el primer día de campaña. Caricato sería algo así como el cronista del segundo acecho del enemigo. Tenía letra distinta y clara, aunque adolecía de múltiples faltas de ortografía y puntuación. Por eso cuando el cura lo bautizó le puso Caricato. Le regaló un lápiz mágico que nunca usó, aunque lo llevaba siempre colgado al cuello como el apuntador de un teatro. Era primavera, todo verde con flores al lado de la carretera; pero se veía envuelto en una torrencial lluvia gris interior en el alma de ellos bajo la tácita amenaza del enemigo, que seguramente les seguía los pasos. Con ése nunca se sabe y es difícil pronosticar resultados o planear ocasionales escapes. Siempre se dan cuanta que pisa sus pisadas. Todavía no sabían el punto de reunión con todos los miembros. El Mitra y La Cañon habían estado esta vez papando moscas. Confiaban en su recuperación, en caso de no haber sido apresados por el enemigo. Estaban, desorientados, desconcertados, como nacidos a la vida. Se habían caído de un árbol. Caricato se ajustó las gafas y siguió con sus consideraciones metafísicas. La crónica de la huida no intentaba ser, en manera alguna, objetiva, bueno, que no intentaba estar redactada de esa manera pelandusca que llaman, con empacho de búho rastrojero, objetiva.

Un camión se les interpuso en el camino. Se aminoró la velocidad del vehículo pidiendo paso. Una robusta mano apareció, ¿otra vez la ubicua mano de Dios?, como abofeteando el aire o remando, desde la cabina donde se presuponía que iba el camionero. Aceleró deportivamente, ronroneando el motor. Un silvestre pitido agradeció el gesto que fue respondido por un bocinazo que les hizo un revoltijo en las tripas. Tan angustiados estaban. Es que aquello de pensar que sólo por unos breves minutos no habían sido presas del enemigo excitaba sus ánimos. Saxolfeo tocó en aquellos momentos la melodía del Lago de los Cisnes, en versión muy particular e irreconocible, inspirado por el vuelo sobresaltado de algunas gallináceas que picoteaban hierba al lado de la carretera. El ebrio conductor ofreció cigarrillos a los tres para calmar ánimos. Después se enteraron de que también huía del enemigo y que se llamaba Agusa. Era padre de familia. Dos niños y una hijita sordomuda que se llamaba Talita. También les ofreció chicles y algunos tranquilizantes que llevaba. Aceleró el vehículo y subió ágil una pronunciada pendiente de la carretera. En la bajada sintieron todos un repentino cosquilleo en el bajo vientre, esa presión en las sienes que se nota al bajar. Bajar a alta velocidad una cuesta. Les alegró el ánimo ligeramente y disipó sus dudas. Caricato, Saxolfeo y Telesforo no tenían noticias de un tal Agusa que también estaba conminado a huir.

La verdad es que hacía bastante tiempo que gozaban de tranquilidad. No habían recibido la noticia de que un nuevo miembro, Agusa, estaba en el grupo. Es que El Mitra y La Cañon eran unos irresponsables o estaban todo el tiempo haciendo porquerías. Sí, sería eso. Mejor no pensar otra cosa. Si se ponen a pensar que habían sido apresados, torturados cruelmente como sólo el enemigo solía hacerlo y quizás asesinados inmisericordemente, era peor. Mejor suponerse que habían abandonado negligentemente sus tareas informativas. El acordeón emitía un sonido semejante a la música de Vivaldi llamada primaveral. A todos se les ocurrió pensar en el Entierro del Conde de Orgaz, del Greco. Pero ese embeleso se sobresaltó de nuevo y buscaron mentalmente algún entretenimiento más lógico. Charlar como amigos o jugar al ajedrez. Pero no podían. Se les agolpaba la tensión en el meollo de sus cerebros. Las curvas se intensificaban a derecha e izquierda y el peligro de precipitarse por las laderas de la carretera crecía. Redujo velocidad y recordó a su mujer. No sería molestada por el enemigo. Además había perdido todos sus encantos. No había cuidado. Lo que temía era por su colección de sellos. No, no era un inmoral, ni pretendía hacer un chiste. Ni un cínico. Cuidado. Un frenazo hendió el aire con un chasquido como de látigo. Todos se crisparon. Caricato pensó en lo terrible que sería que todo el territorio estuviese ocupado por el enemigo. No era probable. Siempre avanzaba desde el sur, y ellos venían de allá, donde lo habían visto. No era tampoco posible que les hubiese adelantado a pesar de contar con material más rápido. Al borde de la carretera vieron a un chaval con mochila que les hizo amagos para que pararan. No lo hicieron y vieron las gesticulaciones del muchacho diciéndoles incluso blasfemias que nunca oyeron. Se sintieron más cohibidos. Pero no era posible que aquel mozo huyera. En ese caso le hubiesen hecho un hueco. Aunque perdieran velocidad y comodidad. Todo sea por el bien de la causa. Para alegrar a los fugitivos Saxolfeo tocó primorosamente un vals. A todos obnubiló con su preciosa melodía. Luego un tango, aquel que dice: Adiós muchachos, compañeros de mi vida,... Saxolfeo era un ilustre músico que huía del enemigo sin saber a ciencia cierta por qué lo hacía. Había llegado, a través del esfuerzo y de la técnica, a ser uno de los mejores tocadores de acordeón del mundo. Estudió en un Real Conservatorio y era admirado y querido. A lo menos eso creía hasta que apareció el enemigo. El coche zumbaba a más de cien por hora. Contaban chistes y a Saxolfeo se le ocurrió tocar una fuga. Caricato terminó sus anotaciones, en el cuaderno, por el momento. Llegada la noche haría examen de conciencia. La noche parece prometer siempre tranquilidad y paz, propiciar a la meditación y al análisis detenido. Pero hay un cántico espiritual que dice:

La noche, el caos, el terror,
cuanto a las sombras pertenece
siente que el alba de oro crece
y está más próximo el Señor.

Caricato prefirió no hacer caso a esta cantinela frailuna que gorjean en laudes los habitantes monacales. Miles de aventuras les esperaban. Acción, hambre, penurias, cambalacheos entre bastidores. Pero lo más peligroso es que en todo aquello se jugaban la cabeza, la mente, la cordura, el tipo o varios miles de cantidades de dinero. Era terrible, y Telesforo sacó un caramelo de fresa de su estuche de plástico. Esto le recordó a su primer amor de juventud, que nunca se olvida. Entre los aventureros también se dan los amoríos fugaces. Aquellos de estar con ella y tener que huir por la ventana en ropas menores porque el enemigo quiere descerrajar las puertas. Huir campo a través, hacer autostop para acabar no se sabe en qué sitio. El enemigo era cruel. El acordeón calló y el conductor puso la radio en funcionamiento. Transmitió noticias falsas y sin interés. El enemigo avanzaba hacia el norte; pero no dio datos de la situación aproximada. El automóvil se vio acelerado. Había destruido varias ciudades. No se precisó cuales. El desconcierto se intensificó. Aunque un cierto alivio les corrió por la médula espinal, enterneciendo su rígido ánimo. Después de una breve pausa musical, una melodiosa voz femenina volvió a hablar del enemigo. Esta vez diciendo que tenía tomado casi todo el territorio. Obvio parecía pensar que la alternativa que se fraguaba era la guerrilla. El adversario estaba en todas partes. Pero ellos huían velozmente. La esperanza no se pierde. Podría ser una argucia de la emisora tomada, para equivocar, despistar y aterrorizar a los que huían. Pudiera ser que ni siquiera hubiese ocupado una cuarta parte del territorio. De seguro que era una hábil maniobra mentirosa de esa locutora de voz de ratita simpática. Pero ellos no picarían. Se crecieron en su interior y decidieron no morder el anzuelo. Sería un error. No lo harían. Sería un yerro propio de novatos, de palurdos. Saxolfeo tocó en el acordeón una alegre música de circo, callando la voz de la grácil locutora que informaba acerca de los resultados de la jornada futbolística. Con más motivo para pensar que mentía. A él, al enemigo, no le gustaba el fútbol. Mandaron callar a Saxolfeo y cambiaron a una frecuencia modulada en la radio, que ofrecía música de continuo.

Muchachos, conviene, en caso de ser cierto lo que dice la radio, vigilar atentamente por si vemos indicios del enemigo dijo Caricato, volviendo de nuevo a anotar en el cuaderno sus observaciones. Su voz había sonado hueca y como sin vida, llena de miedos.

A lo lejos vieron las primeras casas de un pueblo grande. Era ya la una y media de la tarde y con las precipitaciones no habían comido. El hambre recordada les hizo olvidar, momentáneamente, sus miedos. Miraron y remiraron para ver si veían indicios del contrario en el pueblo; pero estos no aparecían. Se pararon junto a un bar de la ruta. Aparcaron el auto de forma que se pudiera poner en fuga sin estorbos, en caso de tener que huir por la inmimente presencia del enemigo.

En la puerta un viejo vendía labores de tabaco y cerillas a los clientes del bar. Compraron por nerviosismo. Le preguntaron si había visto a su rival y el viejo, poniendo cara de circunstancia, con voz como de cachondeo, les dijo que aún no. Pero que vendría. A uno de ellos le entró hipo, no habiendo comido. Penetraron en el establecimiento, que tenía amplios ventanales para ver si venía la acechanza adversa. Saxolfeo echó unas monedas en una máquina tragaperras. Los demás se sentaron a una mesa. Pidieron ocho bocadillos variados, varias jarras de cerveza. Comieron apetitosamente. El local no estaba muy concurrido, pero la asistencia era intachable. Buen servicio. Alguno pidió bicarbonato. Sabido es que la continua preocupación favorece los desajustes estomacales. Alguno también visitó el mingitorio. Luego tomaron café con leche. Se bebieron copas de coñac. Compraron ron, vino fino, champán. Pagaron dando más dinero de la cuenta al dueño del bar para que no hablara y, sigilosamente, subieron al coche, partiendo de nuevo en dirección al norte. Al rato Telesforo recordó el olvido del tabaco encima de la mesa del bar, el mechero y unas monedas. No volvieron a recogerlos.

Parloteaban alegremente. Saxolfeo, cansado y somnoliento por la comida, no volvió a tocar el acordeón, dejándolo arrumbado momentáneamente. Telesforo se lamentaba de sus pérdidas. Caricato disertó un cuarto de hora sobre las propiedades del bicarbonato. El enemigo parecía olvidado. La vida les sonreía en este día, o, al menos, en aquellos momentos. El conductor les ofreció unos cigarrillos ingleses de tabaco rubio. Ahora el día sí parecía sonrientemente primaveral. Vieron de nuevo a una mujer joven que les hacía autostop. No pararon, arremetiendo el corte de manga de la deslenguada autostopista. Mierda de mujeres de coño ancho y mente estrecha, pensó Telesforo. Sacó un espejito de su estuche de plástico y se regodeó de su carita de ángel recién aparecido a Jacob. Era una preciosidad. Nada de narcisismo. Es que uno es peluquero. Pero el enemigo parecía lejos de su conciencia. Parecía haberse ido, vencido por aquellas montañas pegando tiros con una caña, como dicen los chavales en sus juegos.

Abundaban los inmensos carteles publicitarios a ambos lados de la carretera. Ahora se había hecho más ancha y con el piso en mejor estado. El auto volaba literalmente, como con muchas prisas, con demasiadas prisas. Aquello parecía una fugaz ambulancia con crónicos enfermos que son esperados en cualquier hospital. Caricato recordaba que, a pesar de las prisas, no había olvidado a su muñeca hinchable que llevaba junto al chocolate y el pan en su bolsa de plástico. Sin ella se le hacía difícil su existencia, su angustia existencial, aunque jamás había tenido náuseas. Era un modelo importado de Japón de la mejor calidad. Tenía un parche en el dedo gordo del pie derecho. El agujero se lo produjo en un momento de furor. Menos mal que tenía arreglo. El parche se le puso él, sin necesidad de tener que ir a ningún taller de recauchutados. La muñeca hinchable era su delicia nocturna. El enemigo jamás había logrado arrebatársela. ¡Qué lo intentara! ¡Se las vería con él! Sabía que era insustituible. Cuando más disfrutaba con ella era cuando le insuflaba aire, que era cuando le daba vida de su vida. Y en el colegio le dijeron que el anhídrido carbónico y el vapor de agua de la respiración no servían al hombre para vivir y respirar, ¡mentira! Desde luego era mejor que una mujer. Con más sentimientos incluso. El Mitra se la escondió cierta vez y tuvo con él una reyerta, en la que le produjo en la cara una cicatriz de un navajazo. Después se arrepintió.

No vayamos a pensar que son locos. No, no son locos. Ni ladrones o macarras, ni gamberros.

El auto seguía tragando kilómetros tras kilómetros. Llevaba ya mucho tiempo en su huida. Esta era la segunda fuga precipitada que tenían. Sería recordada en la historia.

Caricato gustaba evocar, con tierno cariño, lo que dejaba atrás. Su pueblo, sus gentes. Todo en manos del enemigo. Del cruel, del malvado. Esta vez ni siquiera podría volver. ¡Quién sabe! ¡Oh, atroz vida! La vida es más dura de lo que pretenden creer los cretinos. Es como el cristal, dura y frágil. Pero para ellos, por eso mismo, merece la pena vivirse. Aman la aventura, la peripecia, el recorrido, el juego infantil llamado truque, haciéndolo adulto y agigantando su envergadura. Por eso huían. Pero también para salvar el pellejo y la mente.

¡El enemigo existe! gritó Saxolfeo, dando un trompetazo en los oídos de los otros tres.

El conductor asustado aminoró la velocidad. Se paró en seco. Todos se miraron con miedo, con pánico. A Telesforo le repitió el chorizo; dio un erupto. Todos palidecieron. La presencia del enemigo se olía dentro del automóvil.

-Arranca, ¡deprisa, Agusa! ¡Arranca! Caricato se atragantó con estas palabras.

Agusa recordó a sus niños. Aceleró vertiginosamente y unas lágrimas rodaron por sus mejillas. La vida era una fugaz aventurilla donde lo trágico y lo cómico se sonríen mutuamente.

-Nos estamos quedando sin gasolina.
-Ahora viene una gasolinera.
-Sí, ¡allí, allí!
-Allí, ¿qué?
-Llenaremos.

A unos quinientos metros de la gasolinera pararon. No se veía ni rastro de ese ubicuo y prolífico enemigo. Se acercó el coche sigilosamente. Salió el empleado que les llenó el depósito. Alegremente el coche partió de nuevo. Todos parecían, de momento, muy alegres. Saxolfeo se peyó y olía a rayos y truenos. Abrieron todas las ventanillas y el conductor aceleró brevemente. Se abrió una botella de coñac que pasó de mano en mano. Todos se sintieron reconfortados, tranquilos. Un ciclista estuvo a punto de ser atropellado. A lo lejos unos labradores realizaban sus faenas. Caricato tomaba nuevas notas. Telesforo tuvo un furtivo ataque de risa. Recordó que llevaba colonia de la mejor calidad en su estuche de plástico y no la había sacado para aspergiar por el coche y evitar los malos olores provenientes de los intestinos. Alguien tuvo hambre y sacó uno de los bocadillos, comprado para tal efecto, y comenzó a zampárselo tranquilamente. Ahora se cruzaban con bastantes coches que venían no se sabe de donde. Seguro que aquellos no temían al enemigo. Es más, serían sus colaboradores. Habría que tener cuidado. No fiarse de nadie.

Bueno, su mujer no tenía grandes atractivos; pero entre el enemigo había desaprensivos. Recordaba su primer amor, por llamarlo de alguna manera. Fue sexual. Él tenía unos catorce años, ella trece. Pero no le cabía por mucho que lo intentó. Y eso que no la tenía muy grande, al menos eso pensaba. Aquella noche pasada, follando con su mujer, recordó lo de: “Allí enanos azules se follan a las nubes”. No era tan bajo como un enano; pero, a veces, las nubes toman formas caprichosas de mujeres desnudas, aunque todas suelen ser orondas hembras barrocas. Él no las desprecia, al contrario, le gustan. Esas mujeres carnosas, sin proporciones desgarbadas ni de carnes pachuchas, proporcionadas, exuberantes; pero no de la exuberancia de mulatas tropicales, sino de carnes blancas, sonrosadas todas ellas, de pelos sedosos y rubios, trenzados en moños deshilachados con gracejo, que parece que se acaban de levantar del lecho después de una noche ajetreada; pero no perturbada por el macho, sino por el sueño de un voraz macho. Esas mujeres del diez y siete que, aunque tirando ya a maduras, parecen, sin embargo, vírgenes que te esperan en su mullido lecho con unos voraces entresijos que te absuelven, absorviéndote, todo entero. El conductor aceleró apretando su pierna en el acelerador. Un coche había que saberlo montar como a una hembra y como a un caballo.

No podían disimular que su situación era difícil. Se hallaban desconectados de las informaciones de El Mitra y La Cañon. Con inevitables sospechas hacia todas las gentes. No obstante, y a pesar de todo, había que salir del atolladero como hombres valerosos y no abandonarse a la desesperación: Había que buscar el modo de salvarse; y si fuera posible disponerse a morir con valentía. Pero que jamás el enemigo pusiera la mano encima mientras estuvieran vivos. Estaban seguros de que padecerían los peores tormentos y torturas que pudieran imaginar.

Caricato, con su mediana edad, ni joven ni adulto, se regodeaba volviendo a pensar en su hinchable muñeca. Salvadora de todos los naufragios. Proverbial barquilla aún no rota entre peñascos. Tenía estudios universitarios, una vida estable, era bien parecido. Pero el enemigo le perseguía. Seguro que por envidia. Sí, pura y recomiente envidia. Pecado internacional. Miró el reloj y lo maldijo por comer las horas, minutos y segundos. Después miró el espacio casi infinito, a la materia corruptible y titánica. ¿Quién nos librará del tiempo?, ¿quién? Ya no se cree en Zeus.

2 de abril de 2008

ZANDAULA

El objeto de esta obra es reunir dichas premisas para ofrecer una explicación clara y probable del sacerdocio de Nemi.
J.G. Frazer, La Rama Dorada

Reunión, ayer, en el Zurbarán, con la peña de la Plataforma Autovía Sí, Por La Sierra No; que hacía dos jornadas que no pude asistir. Pleno total de la gente de la comisión. Y, como siempre, muy interesante, grato, amable, necesaria esta movida de la gente por lo razonable, lo justo, lo que debe ser. De destacar a los miembros del grupo conservacionista local ANCEX, explicando su postura y desmintiendo al concejal, mentiroso e intoxicador, que andaba levantando la calumnia de que ellos defendían el trazado oficial. De ese señor no cabe esperar otra cosa que torpeza y eso, calumnia y mentira. Él allá. Aquí ni lo nombro. El innombrable desde ahora. Sin nada personal; pero todo contra sus métodos, contra sus mentiras, infundios e intoxicaciones. Y carta de Perozo, Xosé Antonio Perozo, personal y a Antonio Iñesta, declarándole su posición incondicional a que la autovía vaya por el pie de la sierra de san Miguel, y que hará todo lo posible porque le oígan algunas personas con responsabilidades de Gobierno, a las que tiene acceso directo, desde Zapatero al futuro ministro de Fomento, pasando por quien estime. ¡Bravo por el paisano en las alturas! Y, a vuelapluma, destaco la formalización de la Plataforma Autovía Sí, Por la Sierra No, como organización legal, con sus estatutos y todo eso. Fue, entre otras cosas, de las que hay información puntual en otros lugares, el plato fuerte.

Y, como siempre, uno aprende mucho de la gente que sabe. Humilde esponjita a mis años, estudios, y formación. Santiago Herrojo me enseña, lo escucho. Todo lo completa el amigo Peña luego, y mi reflexión después.

De siempre creo que anduve atento a la cultura de mi entorno. Cultura entendida como cultivo de ese entorno, cuidado, adaptación, al cómo se vive, se desvive, cómo se está en relación, como se adopta, se adapta, se maneja, nos maneja, se piensa, se usa, nos usa… Atento a que el hombre lleva sobre la superficie del planeta miles de años, como tal animal inteligente. Atento a que millones de seres humanos han interpretado, han creado, han usado todo lo que entendemos por entorno y han creado una cultura, en su más noble sentido. Cultura como adaptación al medio, y adoptar el medio para la vida, el arte, incluso la muerte, la alegría, la subsistencia... Todo eso es cultura, la Cultura con mayúsculas. Lo que de siempre he entendido por cultura. No a la libresca o erudita, que también lo es, con ser, no a la de estudios universitarios y galerías de arte y conciertos musicales con música arrancada de sofisticados instrumentos llamados violines o pianos, tal cultos y convencionales como la chirraera o el rabel de pastores. No la cultura del ministerio, que eso es seca burocracia huera y vana, ganas de gastar dineros y dar poltronas y cargos, y menos, muchísimo menos la cultura que despacha la cConsejería del Ramo de la Jungla de Extremadura, que eso no es sino cultureta para sicarios y advenedizos, estómagos agradecíos y apreveníos, gente de toma y daca, trinque y alquiler de almas, poltronas y carrerita solventá pa tontos, escribidores, poetillas de ringorrangos y sacapechos onerosos al erario público, para sus famas y bolsillos… De siempre, y aplicando los métodos adquiridos en los libros y en la universidad, sofisticados usos de la cultura de base de que hablo, he publicado trabajos sobre esa cultura que llaman popular, y que prefiero llamar de la gente. Sobre aspectos concretos.

Y es que somos los últimos testigos de los vestigios de nuestra cultura popular o de la gente, de corte campesino y ganadero, nuestra cultura, esa cultura, se muere en su sentido amplio, profundo, de fondo, nuestras artes no tangibles también, nuestro patrimonio más necesario para sabernos quienes somos y de dónde realmente venimos. Que esa sería la Gran Memoria Histórica que olvidan, la que debe importar primero. La sabiduría popular en donde están todas las memorias, todas las historias, todos los saberes, la sabiduría. Ya sé que estoy cometiendo un error mayúsculo. El de dar todo el valor a eso. Siempre se ha acusado de tal cosa a los etnólogos, antropólogos y filólogos que decimos tal. No me extraña. Pero reconozco que, a fuer de exagerado, digo la verdad, esa verdad móvil y provisional con que se trabaja en la buena dirección en todos los ámbitos de la vida. No la verdad cerrada del titulado universitario que hace carrera para conseguirse el chusco, ir de sobrado y enteradillo a piñón fijo y de metomentodo contra la cultura de la gente..

Digo que he hecho y publicado trabajos que bien se pueden encuadrar en la etnología o la antropología, en mi admiración por esos vestigios de la cultura de la gente, inmemorial, que se pierden. Consciente de que era un último testigo. Los medios publicitarios y divulgativos del pensamiento único y de la única cultura se están encargando de la quema de las otras culturas diversas, autóctonas, enraizadas con los lugares, las llamadas por los soberbios burócratas de las alturas, cultura local, que es algo como decir de locos, en el sentido peyorativo que dan al término. Realmente esas culturas se han perdido en su totalidad en lo que llaman Europa, y quedan flecos inconexos, perdidos, descabalados. Y en esa partición y pérdida nos resultan extraños, sinsentidos, raros, para algunos risibles o equiparables a la cultureta del motor de explosión y la tele, el inglés práctico como lengua de mercado en todos los sentidos mercachifles, el bombo y el platillo de lo más, el que más, quien más y del autoritarismo democrático y la vesania del líder de esto y de lo otro y siempre líder napoleónico, la cultura de las marcas y marcos, la de los actores y los infamentes mentideros de la tele y sus habladurías de patio de vecinas a lo bestia, la cultura del chichilicuatro como zapatero remendón mu inteligente y lo mejón de lo mejón porque lo dice la chusma, ¡y yastá!

Santiago Herrojo apenas era conocido por mí, siendo, como somos, vecinos de Llerena. Él trabaja en el campo, se dedica al campo, como dicen ampliamente. Y ayer echamos un breve párrafo en donde me habló de las Puertas de Murcia, la Puerta del Sollar, de pelos para vigorizar plantas, de pelos que se convierten en culebras, de cómo sabe seguro si lloverá o no, si frío o menos, y acabó por algo de las cabañuelas de agosto. Forma premonitoria del clima que hará en los siguientes doce meses, de origen hebreo y cabalístico. Y como íbamos a la reunión que nos traía, pues le emplacé para mejor ocasión y que me cuente, despacito, que todo era muy interesante, en verdad.

Que si a los sarmientos, cuando se plantan, se les espachurra un poco para que tiren mejor, y si les atamos unos pelos, entonces óptimo, que les dan fuerza. Que si metemos un pelo de mujer en una botella se convierte en culebra. Y sale el mito de la serpiente y la dona. Que encierra mucho más que eso, que sería simpleza si me quedo ahí. Toda una visión del universo comenzada por un pelo: cosmovisión pilórica. Y se me ocurre que lo mismo que en La Rama Dorada, de J.G. Frazer, que el autor indaga sobre el mito de Nemi y tira de la cuerda, del hilo y de la manta, o de los pelos y descubre toda una cosmovisión.

Finalmente vino lo de las habas, sí, la humilde haba de nuestras huertas que ahora granan, y hace unas semanas comí tiernas y verdes. Resulta que Peña me dice que en los años bisiestos vienen los granos en inversa posición en su vaina. O que cada cuatro años las habas se dan invertidas en su cubierta natural y vegetal, coincidiendo en bisiestos. Que ya aguzaron los creadores de la convención e invento de la medida del año, para hacer coincidir el que cada cuatro años se inviertan las habas en su vaina, y que sea bisiesto, ya. Cábalas y matemáticas agudas, a todas luces. Que ni por ordenata, ¡oíga, señora!, ni por ordenador. Y recordé, mientras se me contaba lo de las habas, lo de Pitágoras, el matemático antiguo y grande sabio, que murió en un campo de habas, huyendo del tirano al que servía, y Pitágoras las odiaba y tenía prohibido su consumo a sus seguidores, y por él mismo. Ironías del destino. Y que eso, los pitagóricos no las comían, lo tenían prohibido. Y el dicho popular de la gente de Llerena: Las jabas tienen bichos, referido a que la cosa no está clara, alguien intenta engañar, esto no va bien y expresiones similares, que me vienen al pelo para decirlo sobre la autovía: ¡qué las jabas tienen bichos, Valentín!

De Las Puertas de Murcia y de Las Puertas del Sollar hablaré en otra ocasión más certera, en cuanto me recupere de tanta cosa nueva y la digiera.

Y sí serán brutos estos manijeros de la Administración, que quieren poner un cincho de autovía alrededor de Llerena, destrozando una de las zonas más hermosas que la circunda, a esta población que está declarada conjunto histórico, artístico y monumental. Y con los inmensos dineros y esfuerzos que esa misma Administración hace y deshace para potenciar un turismo que ya no verá, ni disfrutará, ni se atraerá la hermosura prístina del entorno llerenense sino asediada por el zumbido de autos y demás motores de explosión, por una autovía elevada sobre la más hermosa línea y visión del horizonte. Y todo el negocio al garete, a la mierda pura y dura, todos los esfuerzos por ese turismo no verán sus frutos, pues se mata la gallina de los huevos de oro, rodeándola con autovía por la sierra.

¿Habrá mayor falta de incoherencia? ¿O es que los ocultos intereses en lo que, desde ahora, llamamos Triángulo de las Bermudas –lo que se encierra desde la carretera de los Labradores hacía el sureste, por donde hay placas solares y eso- impiden que la autovía vaya por donde debe ir? Esto es por la zona norte de Llerena, kilómetro arriba o abajo y más allá, eso da lo mismo siempre que se impidan daños mayores y beneficio común.

Y también nombro, con delicadeza, la zandaula, esa misteriosa y aromática planta, que de momento creo autóctona, a lo menos la forma de nombrarla, que Peña me dice con satisfacción, y que crece por los brocales de los pozos, y en los humedales, y que me promete darme para plantar y hacerme ver cómo es. Lo emplazo y así llamo a la entrada. Y me voy, que mañana tengo habas con alcanciles, guisadas con su culantro verde y demás, y quiero ver si los granos vienen, en la vaina, invertidos, como año bisiesto que es. Y que quiero hacer la comparativa foto del suceso mágico y natural, o fotos, a fin de esperar al año que viene y ver si, efectivamente, vienen, o vendrán, en distinta posición a la de éste, envainadas. Salud.

29 de marzo de 2008

VÍCTIMAS HEGELIANAS DEL TERROR


Quevedo

Me gustan los que no tratan de hacer un paraíso con sangre ajena.
Fernando Aramburu

Mientras escribo esto, o reescribo para esta entrada, escucho a La Bullonera, en su primer disco, en los años setenta, reeditado luego. Supongo que Fernando lo escucharía cuando estudiaba filología en la capital maña, supongo. Es pena que desaparecieran, durante un tiempo, gente con tanta fuerza, creatividad, energía. Los he visto en directo hace como seis años, reunidos en circunstancias especiales, y en Zaragoza, y era emocionante, mucho. Pero parece que aún andan por ahí cantando, parece...

Pero bueno, digo que reescribo esto, que ha sido un comentario en el blog de José María Lama, y que, hecho rápido y para eso, pues releí lleno de erratas, y la oportunidad de traerlo como texto de entrada, ya que de Fernando Aramburu nada dije hasta en el presente, salvo la lectura, al margen, que señalo, de Bami sin sombra, su última novela. Lamento que todo venga porque el último –asimismo- libro de relatos de este autor, Los peces de la amargura, aborde su postura sobre el terrorismo etarra y sus entornos que, por cierto, está desperdigada por toda su obra, en metáfora, directa, etc. Evidentemente con la libertad y honestidad con que Fernando sabe abordar temas y asuntos. No al servicio de cualquier martingala bipartidaria. Que no pierden puntada aquellos bipartidarios en sacar tajada a costa del terror etarra. Del terror que les interesa, claro. No del terror que ellos provocan, y todo su entramado, tramas, democracias de cartón piedra, caciquismos y mandos, oficinas y cargos, poltronas y favores. Y lo dice una de sus víctimas. Y al simpatizante bipartidario que le duela, que se rasque. La verdad sólo tiene un camino, uno sólo. Y en lo que esté en mí, no pasaré ni una, para callar y darle por la jeta a todos esos, activos o pasivos, que se ufanan diciéndose de sociatas, demócratas, antiterroristas, honestos y demás autopiropos, cuando en nada se diferencian con ETA, y lo que llaman su entorno, a la hora de tratar a los que no somos de sus partías ni de sus entornos, a los que denunciamos, sin paliativos, sus caciquismos obscenos (no hay más que mirar el affaire de la refinería y el caso Gallardo), y todas sus imposturas, en la más pura tradición de la derecha y el oscurantismo interesado español, secular, de dominio, mando e imposición. ¿Qué puede haber alguien honesto? No dudo, no. Mismamente el poeta señalado en enlace; pero que aparezca y les cante las cuarenta a los suyos y se diferencie. Mientras eso no acontezca los meto en el mismo saco a todos. Como ellos hacen con los demás. Su propia medicina.

Reproduzco ahora el comentario susodicho, con las enmiendas pertinentes que tengo a bien:

Vi esta entrada recién y me dije, ¡ah!, bueno eso del premio ese en Zafra. Con todo respeto tengo que decir que no gusto de premios, más que cuando palian miserias de escritores, y no los creo válidos más que en eso y para eso. O a la obra completa de años, el trabajo contenido de años por una labor, y no como premio, sino reconocimientos, admiraciones, amores. Nadie es más que nadie.
He vuelto a entrar y he leído el único comentario… Me he ido a una estantería en la que está casi todo lo publicado por Aramburu, y leído, y comentado en algunos medios, en su momento, por mí. No por ser vasco, no por tener esta u otra postura, no, sino por ser de los pocos escritores, relativamente joven y actual, y casi el único para mí, que escribe bien, bien. Por eso. Desde Fuegos con limón (1996), novela que leí con delectación, llena de notas, comentarios, vivas y otras expresiones a lápiz con que suelo anotar lo que leo. Tengo la nota final que dice: Me da pena pues no es fácil que encuentre algo tan bueno de un autor actual. La he demorado casi un año en leer, para degustarla bien, bien, 1997, en enero... Y recuerdo los largos comentarios y consideraciones sobre esa novela, con mi amigo Luis Pamo, en nuestras peripatéticas conjuras, que esa gentuza de orden bipartidaria interpretará como conjuras batasunas, en nuestros paseos.
Desde entonces todo Aramburu me lo he leído. Desde algún artículo esporádico en El Mundo, hasta lo que vino después: Los relatos de No ser no duele (del año siguiente a la anterior novela, 1997); la magnífica novela Los ojos vacíos (2000), la subsiguiente El trompetista del Utopía (2003). De Los ojos vacíos recuerdo que se la recomendé a la amiga, paisana y política, amén de catedrática, Pilar Blanco-Morales, en una tarde pacense en que ella buscaba algo interesante que leer… Me acuerdo aún de su llamada de agradecimiento por darle a conocer un autor de tanto fuste, altura, estilo, calidad. Luego Bami sin sombra (2005), para mí genial novela, y el libro de relatos, segundo, Los peces de la amargura, por el que lo premiaron en Zafra. Y el que ha llamado la atención de alguna gente, más atenta al qué que al cómo de la creación. A sus qués, claro. Y ya me extrañó mucho, pues no era su primer ni es su mejor libro. Pero como todo premio no tiene como esencial la calidad, sino alguna faceta política y social, personal o de favor, o alguna cosa como uso y utilidad, pues eso. Sea dicho con respeto a todos los usos y abusos con al arte, que bien están en su derecho los premiadores. Más se da en el bingo.

Y como siempre que un autor u obra me subyubgan, buceo al fondo, pues no puedo olvidar el título de Juan Manuel Díaz de Guereñu: CLOC – Historias de Arte y Desarte (1978-1981) (1999). Un estupendo y esclarecedor estudio del grupo juvenil al que Fernando Aramburu perteneció allá en sus años mozos en su San Sebastián nativo: El grupo CLOC de Arte y Desarte nació en el barrio del Antiguo de San Sebastián en 1978, en una época violenta, inestable y desconcertada. Fue concebido en marzo, al tiempo que tenían lugar las manifestaciones contra la central nuclear de Lemóniz y estallaba una bomba en la obra. Vendió el primer número de su revista en junio, cuando se aprobaba la Ley Antiterrorista. Convivió con atentados incontrolables y con los sanfermines suspendidos, con el referéndum constitucional y con la revolución sandinista, con el Consejo General Vasco y con el golpe de Tejero. Y, entre tanto descalabro y desvarío, decidió añadir al tumulto poesía, humor e irreverencia, y proponer una cultura diferente.
Sus fundadores, jóvenes estudiantes entonces, lo alimentaron con sobresaltos, bromas y provocaciones, que desconcertaron las maneras usuales en el mundillo cultural. Y lo enterraron cuando pensaron que ya no les servía para hacer desarte o para desarrollar sus propias obras.
Este libro narra las andanzas de CLOC y analiza sus gestos y sus grafismos. Acompaña a la exposición que sobre el grupo organiza el Koldo Mitxelena Kulturunea, dos décadas después de sus alborotos
, se dice en la contraportada de la edición que manejo, de Ediciones Hiperión, (1999).
Y esa es la somera guía de perplejos para conocer a Fernando, a partir de ese grupo CLOC. Prácticamente su primera novela, Fuegos con limón es un recuerdo, una crónica de ese grupo como, digamos, contenido y tema; que lo que interesa es como lo hace, la mera forma narrativa, no lo que cuenta, que eso importa un bledo a paladares con gusto y talento. Pero si abundamos en temas, contenidos, allá se burla de todo lo divino y humano, critica desde ETA hasta los antiETA, y da fe de la barbarie, como no, de los miedos, ignorancias, odios. Pero, redundo, en los buenos escritores es la forma, el modo, la manera como lo hacen, importa un rábano que escriban sobre las berzas en invierno que sobre las cárceles en la guerra del Peloponeso o 1937 en España… Para ellos lo importante, y para los que tenemos paladares, es hacerlo bien, con creatividad, que no es fácil. Y requiere trabajo, entrega, amor, devoción a la letra y su cultivo. Lo otro lo puede hacer cualquier experto de la mejor forma.

Y hasta aquí la breve reseña de mi conocimientos del autor, sin olvidar El artista y su cadáver, ensayo, o alguna obra para público infantil o juvenil que he leído a vuelapluma. Experto como soy en autores de calidad y alejados del mercado, la fama y el capital, castrantes de lo bello, de la creación, de lo bueno; de los premios como expresión de todo eso castrador, en el medio literario y ajenos al mismo.

ETA no es ajena en la obra de Aramburu. Ni ETA ni su uso, sus usos y abusos. Por unos y por otros. Que de eso nadie parla, ni los bipartidarios interesados en todo. El dolor, el miedo, la impotencia ante ETA y sus usuarios mantenedores, sus consecuencias bien aprovechadas por los que mandan, en el aparentemente diverso lado de ETA, para su utilización en ahormar la libertad y la vida, la acción política e incluso para hacer sus negocios de seguridad con el miedo, el odio, la ignorancia que el affaire ETA conlleva, que el terrorismo es un gran negocio moderno. Que ETA es un buen activo para cargarse a enemigos políticos, con acusarles que son de la misma, o andan en entendimientos. Como fue mi caso. Y recuerdo, no sé porqué, La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, en su galimatías de caja china de utilizaciones de unos a otros y el beneficio supremo que siempre saca el poder, los poderosos, los de arriba contra los de abajo.
Yo he sido víctima de ETA, y asimismo víctima de los contraETA, que usaron de ETA para intentar anularme social, política, profesionalmente y como persona común con una infamia aparecida en el diario HOY en agosto de 1996, en forma de carta al director acusándome de etarra, mataniños, ponebombas, de forma arbitraria y tendenciosa, firmada por jerarca de partido en mando en Extremadura, y luego ratificada en toda su jerarquía, a la que recurrí para subsanar el horror y el error, con toda impunidad hasta la fecha, pese a la denuncia ante instancias judiciales, de Defensor del Pueblo, fiscalía… He sido víctima del uso hegeliano de ETA, o sea, por su tesis y su antítesis, lo cual es ser toda la víctima, que eso somos los de abajo, todos y toda víctima. Y quien no entienda esto que lo dé a leer a Gonzalo Hidalgo Bayal (GHB), el listillo puesto en filosofías, el empollón bipar, y lo desvele. Que cuando los utilitarios antiETA actúan, lo hacen con impunidad y arropo de todo el entramado estatal, todo el entramado del terror del mando, del poder. Bien lo sé, bien.
Y fueron los antiETA, que usan a ETA en este sur, o la usaron, para demonizar a personas, asociaciones, partidos, ante la callada cómplice por respuesta de tanto intelectuá, tanto político de garrafón, tanta ignorancia, miedo, desidia, odio, e interés partidista, o bipartidista, que ahí los Dos Únicos están a partir piñones fijos, con su ETA tan útil. Tanto culturatiado. Que se lo digan sino a muchas personas de colectivos andaluces que les pasó algo similar a mí, acusados de ser etarras…, cuando no esa sospecha cicatera que sobre cierta parte de IU ha recaído para mermarla electoralemte. Aun recuerdo, ¡oh memoria histórica!, aquellos gloriosos tiempos en los que el psoe y el pp, en comandita, hicieron un pacto antiterrorista y estatal, del que excluyeron a todos, pa chulearse la cosa etarra y sus rentas electoreras, especialmente a IU, por sus connivencias -decían con mala baba infamante e impune, quitavotos- con el entorno etarra, y eso está en las hemerotecas, dicho por personal de mando en el partido, y por sus perros ladradores virreinales en Extremadura, vulgo Ibarras boys, o prevaraboys. Y se ha usado, de forma larvada y soterrada, pero hiriendo como el ácido, desde todos los medios bipartidarios, que son casi todos los medios que hay de propaganda y publicidad, llamados de información, dicen. Y a veces una sospecha infundada y infame es peor que la muerte. Y aquí todo será callar y otorgar por los alegres comentaristas, dicharacheros y muy sensibles con gente hostigada o maltratada hace 70 años, y lo digo por los de la memoria histórica oficial y académica, injustamente, o cien, y muda con las que lo son en el presente, que somos.

Son las rentas y consecuencias de ETA, que algún día las sabremos a la luz.
Por ello me llega la carta de Aramburu, leída en el blog de Lama, cerca, me toca la fibra y me escuece el alma, como a pocos de los que la leen. Y comprendo el silencio de comentarios en esa entrada, si no es para zaherir al que se atreva a decir ciertas verdades, que en ello, y en la apuesta por una obra digna, de calidad, trabajada, certera, en hacer literatura fuera de temas manidos, caminos trillados, oportunismos de modas o temáticas manidas, estoy con Fernando Aramburu. No sólo en eso, sino en su confesada acracia: En lo que respecta a cuál es mi país, lo cierto es que no les profeso apego a las pasiones colectivas. Llevo pasaporte por razones prácticas. Soy poco propenso a la costumbre de catalogar a mis congéneres por parcelas de tierra comprendidas entre fronteras. Su patria es el mundo y su tierra la libertad, o viceversa.

27 de marzo de 2008

RADICAL

Independientemente de que tenga otros criterios distintos, distantes con este escritor marroquí, relativo a sexo, liderazgos que creo innecesarios (él afirma que hacen falta líderes ¿?), etc., sí es cierto que cuando una religión, cualquier religión, es reducida a una moral, a unas costumbres, a un código cerrado de comportamientos, a un humanismo incluso, esa religión deja de ser y se convierte en su peor enemigo. Pasa con el Islam, pasa con el cristianismo, pasa con el psoeísmo, con el pepeísmo, con el bipartidismo, y otros ismos.

Así que huyamos la gente que reduce todo a moralina, a simpleza, a mezquindad, a blanco o negro, a debe ser, a cerrado, sacristía, ayatola y talibán. Tanto de los supuestos creyentes, que son llamados, con poca propiedad radicales, como de los enemigos de alguna religión, que también la reducen a lo mismo y suelen ser igual que los creyentes radicales. Ser radical supone ir a la raíz, a la médula, a lo mejor y más importante, a lo auténtico. A lo que sostiene algo. Llamar radicales islámicos, o radicales cristianos, o lo que fuera que llaman, con alegría ignara, radical, desde esos medios gloriosos de la prensa trajinera madrileña en mando, me parece tan errado, tan mentira, tan desafortunado, tan certero de lo que es esa prensa amarilla y vendida a un amo, y a la ignorancia...
Había que comenzar de nuevo a enseñar a estos periodistas de baratijas, a estos cantamañanas, trajineros y al servicio del amo bipartidario, a estos propagandísticos de la mentira, a estos publicistas tarambainas y chiquilicuatros, el significado de las palabras, con un curso acelerado de historia de la lengua, de etimología, latín y griego... O sea, refundirlos, ya que con sus vómitos verbales impresos están confundiendo al común y usando las palabras de forma inadecuada. O simplemente hacerles un buen libro de estilo, y la revisión de algunas palabras muy mal usadas. Una es radical, en ese sentido peyorativo que no tiene ni de lejos, sino lo contrario. Pero tal vez quieren dar ese uso a la palabra en español por mimética con algún idioma impuesto por asuntos de seguidismo colonialista, pobre de términos y significados, supuesta prelación cultural que no es ni de lejos, manías de modas, y me refiero al inglés, idioma que reconozco pobrísimo y limitado, torpe y lerdo, a fuer de pragmático y simple, etc.
Radical sería ir a la raíz de los asuntos y usando la ratio-onis, del latín, de donde proviene el vocablo, esto es, el uso de la razón, de la racionalidad. De ahí, por ejemplo, raíz cuadrada, radicales matemáticas y otras radicales...
Pero están empeñados en demonizar la palabra, en ensombrecerla, en ningunearla de forma chusmosa, ya que vivimos un ahormamiento mental de derechuzos de toda laya y lacha, eso sí, vendidos como pogres mu pogres.

Deberían ser amantes lectores de diccionarios, buenos diccionarios, como lecturas de cabecera, y tomarme imitación en eso, que me tiro la tira de tiempo leyendo diccionarios por placer, y más que me tiraba antes.

Por ello soy cada vez más radical, más racional, más radicado, ratificando mi razón.

26 de marzo de 2008

ESCRIBIR

De siempre entendí, pensé y estuve convencido de que el escribir, el hecho y la forma, el oficio y la materia, el acto y el resultado, era una faena del que lo hace en papel, con lápiz o bolígrafo simple, y en altas ocasiones con pluma, me da lo mismo que fuera cara o de escolar. Incluso hubo temporada que prefería la escritura con plumilla, o pluma de cristal de Murano, y aún tengo recado de todo ello, siempre preparado, ¡como no!, y de cuando en vez me echo unas líneas, cada vez menos, eso sí. Guardo como oro líquido una tinta encontrada en un bote de cristal que, por la pinta y datos, bien es del siglo XVI ó XVII, que un hermano mío encontró en unas obras en uno de estos monumentales conventos, hospitales, casa señoriales y clericales que por Llerena abundaron en esas fechas. Al parecer estaba tapiado, como los libros de Barcarrota. Sólo que no eran libros, era la tinta con que se escriben, el sudor y la sangre, me digo, que no sé sí lo decía Hemingway, que leyó que lo decía algún escritor antiguo, añadiendo también semen y lágrimas, por mi cuenta, como fórmula de escritor, y hasta de mocos. Que sudor, sangre, lágrimas, tinta, mocos y semen, en partes proporcionales, hacen la escritura, cuando no el añadido (in)flujo femenil allá por donde fluya o fuere la escritora.

Siempre miré la máquina de escribir, la mecánica, no la eléctrica, que nunca usé, como algo postizo, algo que no me cuadraba, que incluso frenaba la inspiración. Era algo de escritorzuelos por encargo, o esos profesionales de premios y mercados, algo de contable, en definitiva, de banquero o de señores que trabajaban para banqueros, de gente de orden, eso sí. Manías de uno. Y el contrapelo adolescente y rebelde de ver la típica imagen en la típica peli. Y también la veía alejada de la naturalidad y del silencio preciso para escribir con atención, donosura, respeto, algo que atentaba contra el misterioso oficio de tinieblas y semisecreto de la escritura, tal vez por el ambiente hostil en que siempre lo he realizado. Era como el revolcón con la vecina, la mujer del otro, o la amante secreta, que no necesita alharacas de suspiros ni vaivén de lecho mecánico de teclado alguno. Sólo el silencio, como el pecado más oculto, el hecho más callado, el gozo íntimo de la libertad. Ese tecleo mecánico ensuciaba el aire, la escritura y todo lo demás. Y se me hizo más insoportable cuando, muy joven, oí sus alabanzas en una peli yanqui y por un gringo que iba de escritor. Como si se pudiera ser gringo y escritor. Todo lo más escribano. y escribiente, que están todos hechos unos escribiente. Menos Emily Dickinson, Poe y mis amigos que un día les diré.

Bien que a duras penas me tragué ese asco, esa fobia y me tuve que rendir a la máquina de escribir, como el que se rinde al motor de explosión, a la contaminación, al ruido bandido y valetudinario… Siempre pensando en el sistema que sustituyera el tecleado por otra cosa más humana, digna, libre, inteligente y menos mortificante. Pasó el tiempo. El ordenata hace su aparición y el teclado es prioritario, sobre todo cuando el ratón era casi un ornamento inútil. Que el ratón tampoco escribe. Luego su fue liberando y el pequeño roedor se hizo con muchas atribuciones de las teclas. Yo no desistía y esperaba. Hace como quince años me compré, totalmente esperanzado, un programa que aseguraba que se le podía dictar al ordenata y éste recogía en texto escrito lo que se le dijera. Fue un fiasco y algo pastoso, lento, ineficaz. Y tampoco eso de tener amanuense me iba mucho, lo de dictar. Además exigía dictado lento, vocalizado, como a gili que te escribe.

Hace unos tres años encontré la solución. Un programa que me permitía escribir a mano, manuscribir sobre una tableta, y mi escritura se recogía en el ordenata. ¡Ya no hacía falta teclado! Y que luego podía corregir, ordenar, elegir fuentes y demás configuraciones de un texto… ¡Y podía escribir a mano, manuscribir! Me lo compré y lo instalé en el portátil con el que viajo. Asimismo fue un fiasco, algo denso, poco operativo, enredoso. Además sólo se podía hacer con un boli especial.

Para navegantes he de decir que lo de escanear mi escritura, hecha a folios, a mano, y que un programa me la pasara, tal como mi letra, no es convincente, es lento, enredoso, poco ameno, y muy mecánico. También lo intenté.

No dudo que tanto el programa para dictar y que te escriba el ordenata están desarrollados totalmente. Eso es estupendo para personas con discapacidades, para vagos, o para los que gusten de secretarios y secretarias, todo en uno. Pero esos programas no llegan ni llegarán a mí. Costes, secretos, etc. Dudo menos que el artilugio de la tableta y el subsiguiente programa para escribir a mano, como si se escribiera sobre papel, está más que desarrollado, completo… Pero estamos ante la concepción de la vida, de todo lo vital como mercado y mercaduría. Y cuando escribes un mail ya te están espiando las palabras que usas, y si aparece la palabra libro en tu escrito, ya te acosan con spam, anuncios en tu correo, envíos con todo lo relativo al palabro o palabras que has escrito, desde libro de familia hasta libro de citas. Que el mercado y sus miasmas lo son todo y no nos estamos dando cuenta. Que estamos pensando en las íntimas relaciones como mercado, cuchufleta mercachifle y publicitaria.

Pero voy a lo que voy, la escritura auténtica es la manuscrita, autógrafa, manual y caligráfica. En ella es verdad que se derrama y expresa cada quien. Llegué a hacer un curso sobre caligrafía y el conocimiento por la escritura, y otro sobre terapia por la escritura, o sea caligrafía terapéutica, aparte de los académicos sobre paleografía y diplomática. Y es para mí un gozo el recuerdo de haber manejado, hace más de treinta años, manuscritos importantes como un códice de El libro de Buen Amor, en Toledo, entre otras joyas literarias manuscritas, y antes, en Arenas de san Pedro, un ladrillo escrito por el mismísimo Tostado, aquel sabio que escribió tanto.

Y ayer inauguré la forma nueva de presentar mis poemas, siempre que la cosa lo requiera, o sea, manuscritos y que el lector pinche, con el puntero del ratón, en su imagen, o clique, y pueda leer a toda página esa escritura, que, según me dicen, es más directa, más amable, más auténtica que la fría fantasma de estas hormiguitas digitales sobre la pantalla. Que también tienen su cosa, no creamos.

DISQUISICIONES

Y pensar que todo esto ha venido porque uno deriva sus lecturas, de cuando en vez, por textos como Etimologías, en edición bilingüe, como no, de Isidoro de Sevilla. Libro sabio y que preña, inquieta noblemente, enriquece siempre, y que cada día me parece más una de las obras geniales de la literatura de imaginación de todos los tiempos, de pura creación, poesía, y ese género que estamos por crear y creer. Y, de todo, la lectura de su libro primero, De Grammatica, en el que habla del alfabeto y la escritura. Curioso lo que nos cuenta sobre la Z, tan de mala suerte en estos tiempos, tan usual en la publicidad política barata. Vean: Las letras son pregoneros de las cosas, imágenes de las palabras, y tan enorme es su poder, que, sin necesidad de voz, nos transmiten lo que han dicho personas ausentes... ( Libro I, 3.1). Luego continúa: Cinco son entre los griegos las letras místicas. La primera la Y, que representa la vida humana, y a la que acabamos de referirnos. La segunda, la Z (no puedo poner en el texto la equivalente a la letra Z en griego como hace la edición que manejo) que significa la muerte. En efecto, los jueces colocan el signo Z delante de los nombres de los condenados a muerte. Se la llama zeta, por derivar de thánatos, esto es, muerte. De aquí también el que presente en la mitad una cuchillada, es decir, una señal de muerte. Alguien dijo de ella: ¡Oh, letra zeta, la más desdichada de todas! (Libro I, 3.8). Y finalmente: Libro I.24.1. También en los registros en que nuestros antepasados escribían los nombres de los soldados se utilizaban unas siglas particulares por las que se hacían el recuento de cuantos eran los soldados supervivientes y cuántos los caídos en la lucha. Una T, tau , delante del nombre indicaba que era un superviviente; una Z, zeta, en cambio, era lo que se colocaba junto al nombre del caído. De ahí que esta letra presente en su mitad una cuchillada, es decir, una señal de muerte. De ella dice Persio (4, 13): Y puedes una negra zeta anteponerle al vicio. Para indicar la bisoñez solían utilizar la letra lambda, del mismo modo que para señalar que había muerto anteponían una zeta. En el pago de las soldadas empleaban igualmente notas particulares.

Leyendo esto y en tal texto no he podido más que recordar al innombrable bipartidario y su relación con la zeta y las circunstancias de muerte que rodearon su ascenso al poder, y que no digo que él o los suyos las provocaran, que sería mezquindad por mi parte y mentira infamente. No. Digo que sí, que esa zeta tiene connotaciones de muerte. Y que tal vez lo escrito por Isidoro de Sevilla, no el Isidoro otro, no el González de mando anterior, sino el antiguo, del que tomó en nombre por hispalense y paisano, no sea baladí y tiene más altos vuelos que hoy desconocemos. Y que la muerte y la zeta, zeta y la muerte, estén unidos de alguna manera. Lo desvelaría la p, la letra p. Por lo de ZP, claro. Pero eso lo dejo alambicar a los magos que se atrevan a bucear en sabiduría antigua al alcance de todos. Que en el antiguo Egipto relacionaban la escritura a la magia, el escriba al mago. Si echaran una vista, actual, a los periódicos y revistas quiosqueras y a la propaganda y la publicidad escritas, verían que es así, de formas más soezes y burdas, claro.

Y, por fa, no me metan en el saco de los seudoscurantistas, tan de moda de masas y de códigos de tontos vinciados (sic). Soy más riguroso, serio y solvente.

25 de marzo de 2008

PONERSE COLORAO















NOTAS.- Por causas ajenas a mi voluntad he retirado el soneto manuscrito y lo he sustituido por esta foto.

NOCTURNO IX




Si hay estrellas todo es silencio
paz y música celeste arriba
afirmada en lo más subido
por esos puntos blancos generosos
chiribitas destellos lámparas
de la vida que suenan
en el firmamento siempre
se ha parado un dromedario en el desierto
encima un nómada mira la noche
estrellada por tantas ventanas
que anuncian otros mundos
en el polo un oso blanco
lame sangre de la comida
por el tiempo navegan cientos
de naves de diversos años
al encuentro de estas estrellas
del silencio musical secreto



De Nocturniana, 2004


24 de marzo de 2008

ENSEÑANZA LIBRE

He sido docente, en centros públicos de enseñanza, durante unos años. Los suficientes para ver, desde el otro lado, que la enseñanza, tal como se concibe y practica, no es más que una domesticación y ahormamiento de los individuos al estatus político imperante, al servicio del entramado social, económico, de costumbres y valores caducos de los que mandan, siempre arbitrario, falso y viciado por taras e intereses que conlleva ese propio sistema. Y digo desde el otro lado porque ya sufrí mis años escolares esa visión y características. La escuela como norma de todo, como horario de vida, como forma de vivir, como forma de pensar, sobre todo, y por ende, de comportarse. La escuela o el lugar de la continuidad del todo, segura y domeñada.

Siempre que escribo de esto, o lo pienso, viene a mí, invariable, la fábula de Monterroso, mucho más genial que aquello del dinosaurio, ésta, de otro dinosaurio:

EL GRILLO MAESTRO

ALLÁ en los tiempos muy remotos, un día de los más calurosos del invierno el Director de la Escuela entró sorpresivamente al aula en que el Grillo daba a los grillitos su clase sobre el arte de cantar precisamente en el momento de la exposición en que les explicaba que la voz del Grillo era la mejor y la más bella entre todas las voces, pues se producía mediante el adecuado frotamiento de las alas contra los costados, en tanto que los Pájaros cantaban tan mal porque se empeñaban en hacerlo con la garganta, evidentemente el órgano del cuerpo humano menos indicado para emitir sonidos dulces y armoniosos.

Al escuchar aquello, el Director, que era un Grillo muy viejo y muy sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró, satisfecho de que en la Escuela todo siguiera como en sus tiempos.

de La oveja negra y demás fábulas, Augusto Monterroso, Seix Barral, 1981

Lamenté siempre la puerilidad de los escolares, siendo alumno o escolar. La lamenté mucho más al verla como el verdadero motor y ser de casi todos los docentes. Una puerilidad vestida de seria que da el pego de profesional. Algún compañero me comentó que los docentes solían ser así porque nunca salían de la escuela. Ya que pasaban en ella una parte de la vida, formándose para serlo, y luego volvían a ella siéndolo (docentes y pueriles), y que él lo atribuía a la influencia de los niños, púberes y adolescentes que en ella andan, y que determinan, con su democracia, o poder de mayoría biológica. Que eso tiene fuerza.

La verdad que nunca me gustó la escuela. Ni desde un lado ni desde otro. Y tengo vocación docente incuestionable, o digamos que más bien pedagógica. Ni me gustó siendo escolar, por el excesivo rigorismo y jerarquía, y que los tontos la dominaban, y digo lo de tontos no como insulto sino mera definición que ahorra explicaciones. Lo que luego acontece en la vida real, que los malos siempre ganan. Ni me gustó siendo docente, aún menos. Demasiada burocracia, mucho control personal, demasiado mando, autoridad de palo y no para servir sino servirse. Un sistema demasiado dominante, autoritario, arbitrario. Y maestros tiene el análisis de la escuela como institución represiva, junto a la cárcel, el estado, la familia, la tradicional y las inventadas por Zapatero y sus gentes de la neoderecha vestía de limpio, el sindicalismo vertical o los partidos políticos como bandas de reparto de botín social, los bancos, el ejército y ese largo etcétera de sagradas instituciones que se encargan que el tinglado sea opresivo para que se mantenga en su sitio y mantenga toda la injusticia acumulada y lo correcto apoltronado.

Cualquiera que me conozca sabe de mis críticas a la LOGSE, la última y culminada necedad con que el poder de los políticos pretende el dominio de la gente, con la excusa de la docencia y la enseñanza. Lo más asombroso era que la mayoría de mis compañeros no la ha leído, y sus críticas o apoyos las sacan de los medios o de oídas. Hay cuestiones clamorosas, ilegales y de un chusquerío vergonzante, que no pasan por lo aireado por los publicistas para ocultarlas. Una es eso de la enseñanza obligatoria; pero que viene de la Constitución nada menos, y recortando los derechos individuales y humanos simples. Que toda la progresía que no lee la LOGSE apoya como algo natural, mu progresista, maravilloso.

Y ahí me paro. Lo tengo claro de siempre, de tener un hijo nunca lo llevaría a la escuela, ni pública ni privada, eso seguro. Y que vengan los políticos erigiéndose en dueños del chavea y me lo quiten y lo escolaricen, como quieren hacer con los díscolos y sensatos.

Hombre, es que ya era hora, en este país de aborregados votantes contentos y jodíos por los mismos que berrean a lo chikichiki. Que no es perrea, perrea, sino berrea, berrea, del balido borreguil. Digo que era y es la hora de plantarse, y estar por una enseñanza libre de verdad. Que los curas y los políticos andan a la greña por la cosa con que adoctrinarán a los dominados y esclavizados. Que si educación para la borreguería, digo ciudadanía, que si religión o moralina ultra, que ni es religión ni na. Que si dineros para mantenimiento del clero y sus necesidades, que si dineros para comprar los manuales carísimos de las editoriales polanqueras a las que se deben favores mediáticos… Por ello cortar por la tremenda: la mejor enseñanza es la libre y en casa, o donde uno prefiera mientras no sea escuela. Sí creo necesario un tutor y bien me gustaría serlo de decenas de libres escolares, y de algunos hasta gratis, por amor a la causa. Los otros que me pagaran gastos solamente. Y no veas la de dineros que se ahorran los políticos en escuelas, subvenciones a la privada, etc.

Hay una asociación que funciona y tiene las cosas claras por el no a la escuela, por la enseñanza libre y no obligatoria. Razones hay. Esto comienza a funcionar. Me he informado de lo que rula por Internet. Primero mis sospechas ante algo de la gente ultramontana. Y creo que esa asociación es ecuánime y libre, respetuosa con derechos individuales, que son los únicos que hay a la postre, luchadora y clarificadora.

Estaremos atentos al proceso y nos informaremos mucho más y mejor.