Dice el refrán castizo que
un tonto la lía. Sobre to en España. Y que un tonto de aquí la lía
siempre y que lía a mil listos y la lía parda, casi siempre que lo
dejan. Y por lo general los dejan libres como tontos. Que incluso los
tontos tiene derechos de pernada y son especie protegida, de lejos y de
cerca. Como sabe cualquiera que sepa algo de historia de la de verdad. Pues
tontura y maldad van unidas, ya que es evidente que el mal sale de quien
no sabe, de quien no es, y que suele ser feo.
Los tontos españoles son especialistas en
liarla. No como el tonto -que se hace- Chaplin, que se lía él mismo y
lía el mundo y lía la risa y la marimorena. La figura del tonto anda
trastabillada y como con respetos en la literatura nuestra. Que no se ha abordado este tema y asunto del tonto liante. Sólo conozco
de cerca una magnífica novela de Felix de Azúa sobre este suceso, tan
castizo español. La picaresca, el donjuanismo, el quijotismo, los
locos, los pícaros, los ligones, las buscavidas tipo Celestina, las putas, con la Lozana Andaluza y todo lo
demás de meollo, como personajes y temas, tienen un algo de tontos, en tanto en cuanto que dañinos; pero
no llegan a la pureza prístina, que requeriría su tratamiento capital, como seres de novela intensa, densa y con pedigrí universal. Debe ser
porque los escribidores andan atareados en alguna novela histórica. ¡Ese
alto llamado intelectual! Bien leyéndola o bien escribiéndola, que no
dan pábulo a otros asuntos o personajes y dramas y temas. Como este de
la tontura como quintaesencia de noble factura literaria. Y entre los famosos españoles, aparte de Cervantes, quiero recordar a Velázquez que nos pintó algún tonto, incluso a pie, sentado y a caballo. ¡Y mira que
abunda la figura del tonto en la literatura clásica española, sobre to
en el teatro barroco! Pero ya sabemos que los tontos son de por sí o
por no, muy serios ellos.
Y ese es un problema esencial de la
vida y la muerte españolas. La tontura del tonto. Que acá el tonto se
suele hacer con el santo y la limosna, incluso, con el Poder y la Pasta. Que a los tontos españolíes les encanta el dinerito. Pues no son tan
tontos como para saber que el capital da capitalidad y que todo se
compra en estos tiempos, y también en aquellos, o los que vinieren, si
la cosa va así. Y los tontos compran inteligencias, o anulan las de los
inteligentes, y ¡listos! Ellos brillan por su oro
Tiene el
tonto gran poder de convocatoria y se agrupa siempre con los suyos, como
para tener fuerza y valor. Parece que sumados, los tontos, lo son
menos. De ahí que sean tan demócratas y tan resultados de cosas
democráticas al estilo que nos mata.
Suele el tonto ser muy
serio, y tomar muy en serio el boato, los titulitos, los valores
acendrados del poder y la publicidad. El tonto cree a pie juntillas
la publicidad y las proclamas del orden impuesto y del banco y sus mercados. Se apoya el tonto en todo lo institucional a ojos vista y lo
adora, pues lo hace ser algo que domina.
Asimismo el tonto tiende a reproducirse todo lo que puede. Bien por vía
familiar o por las otras. Que los galanes inteligentes no molan a las
más de las damas. Y es por ello que dicen ellas lo contrario. Porque
decir que los prefieren tontos queda como muy mal, ¿no? Y es así la explicación profunda de por qué se matan tantas señoras por parte de los tontos, y to eso del maltrato. Que viene de arrejuntarse con tontos. Son muy peligrosos. No es el machismo, no, es la tontura quien mata y maltrata. Pero a ellas les van los tontos. Son más machotes y manejables. A las más tal como es patente.
Tal vez
es por ello que los que mandan, los que han mandado y los que mandarán,
son los tontos. Y debe ser por esto que to anda tan mal y tan tonto
como virtud que brilla. La sabia virtud del tonto de baba; pero que se
agarra, como dicen por mi pueblo: sí, sí, es tonto, pero se agarra a las toscas. Las toscas con las piedras que brotan del mismo suelo.
Del borrador del ensayo Sobre la tontura y otras instituciones sagradas, en trances.
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