7 de diciembre de 2013

TONTOS








Dice el refrán castizo que un tonto la lía. Sobre to en España. Y que un tonto de aquí la lía siempre y que lía a mil listos y la lía parda, casi siempre que lo dejan. Y por lo general los dejan libres como tontos. Que incluso los tontos tiene derechos de pernada y son especie protegida, de lejos y de cerca. Como sabe cualquiera que sepa algo de historia de la de verdad. Pues tontura y maldad van unidas, ya que es evidente que el mal sale de quien no sabe, de quien  no es, y que suele ser feo.
Los tontos españoles son especialistas en liarla. No como el tonto -que se hace- Chaplin, que se lía él mismo y lía el mundo y lía la risa y la marimorena. La figura del tonto anda trastabillada y como con respetos en la literatura nuestra. Que no se ha abordado este tema y asunto del tonto liante. Sólo conozco de cerca una magnífica novela de Felix de Azúa sobre este suceso, tan castizo español. La picaresca, el donjuanismo, el quijotismo, los locos, los pícaros, los ligones, las buscavidas tipo Celestina, las putas, con la Lozana Andaluza y todo lo demás de meollo, como personajes y temas, tienen un algo de tontos, en tanto en cuanto que dañinos; pero no llegan a la pureza prístina, que requeriría su tratamiento capital,  como seres de novela intensa, densa y con pedigrí universal. Debe ser porque los escribidores andan atareados en alguna novela histórica. ¡Ese alto llamado intelectual! Bien leyéndola o bien escribiéndola, que no dan pábulo a otros asuntos o personajes y dramas y temas. Como este de la tontura como quintaesencia de noble factura literaria. Y entre los famosos españoles, aparte de Cervantes, quiero recordar a Velázquez que nos pintó algún tonto, incluso a pie, sentado y a caballo. ¡Y mira que abunda la figura del tonto en la literatura clásica española, sobre to en el teatro barroco! Pero ya sabemos que los tontos son de por sí o por no, muy serios ellos.
Y ese es un problema esencial de la vida y la muerte españolas. La tontura del tonto. Que acá el tonto se suele hacer con el santo y la limosna, incluso, con el Poder y la Pasta. Que a los tontos españolíes les encanta el dinerito. Pues no son tan tontos como para saber que el capital da capitalidad y que todo se compra en estos tiempos, y también en aquellos, o los que vinieren, si la cosa va así. Y los tontos compran inteligencias, o anulan las de los inteligentes, y ¡listos! Ellos brillan por su oro
Tiene el tonto gran poder de convocatoria y se agrupa siempre con los suyos, como para tener fuerza y valor. Parece que sumados, los tontos, lo son menos. De ahí que sean tan demócratas y tan resultados de cosas democráticas al estilo que nos mata.
Suele el tonto ser muy serio, y tomar muy en serio el boato, los titulitos, los valores acendrados del poder y la publicidad. El tonto cree a pie juntillas la publicidad y las proclamas del orden impuesto y del banco y sus mercados. Se apoya el tonto en todo lo institucional a ojos vista y lo adora, pues lo hace ser algo que domina.
Asimismo el tonto tiende a reproducirse todo lo que puede. Bien por vía familiar o por las otras. Que los galanes inteligentes no molan a las más de las damas. Y es por ello que dicen ellas lo contrario. Porque decir que los prefieren tontos queda como muy mal, ¿no? Y es así la explicación profunda de por qué se matan tantas señoras por parte de los tontos, y to eso del maltrato. Que viene de arrejuntarse con tontos. Son muy peligrosos. No es el machismo, no, es la tontura quien mata y maltrata. Pero a ellas les van los tontos. Son más machotes y manejables. A las más tal como es patente.
Tal vez es por ello que los que mandan, los que han mandado y los que mandarán, son los tontos. Y debe ser por esto que to anda tan mal y tan tonto como virtud que brilla. La sabia virtud del tonto de baba; pero que se agarra, como dicen por mi pueblo: sí, sí, es tonto, pero se agarra a las toscas. Las toscas con las piedras que brotan del mismo suelo.

Del borrador del ensayo Sobre la tontura y otras instituciones sagradas, en trances.


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