21 de noviembre de 2007

POETA EN LLERENA 8


VÍCTOR TRINIDAD MARÍN, O EL POEMA CONSTANTE
De entre el cúmulo de colaboradores que tenemos, y entre las decenas de búsquedas y encuentros, esta vez ha destacado Víctor Trinidad Marín, nacido en Llerena por el final de los meses del año de la última guerra social abierta de 1936, de forma circunstancial, verdad es, pero no por ello menos válida para darlo como uno de nuestros avezados vates, de preclaro ingenio y con una sólida obra, que la forma un solo título, Muralla, y que se engrosa con el paso del tiempo y de los espacios, en sus sucesivas ediciones. Víctor vivió en Llerena hasta los veintitrés años; de donde marchó para no volver más, como tantos. Residiendo en la ciudad de Lisboa, en la que trabaja en una agencia bancaria de una entidad financiera norteamericana acreditada en la capital lusa.
A pesar de todo Trinidad Marín escribe en castellano desde siempre. Buen conocedor de la poesía portuguesa de los tres últimos siglos, ha publicado diversos ensayos sobre autores de la misma en diversas revistas especializadas y minoritarias; lo cual no ha impedido que los publique con el título Los hijos del mar oeste, en la prestigiosa editorial Don Quijote, de Oporto.
Es indudable que las vivencias de los primeros años de vida, las características del espacio urbano, y del espacio que uno vive, en general, marcan profundamente a las personas. El caso de Víctor Trinidad es parangón. Llerena y su muralla, o esa cerca medieval medio confusa como cincha de la ciudad, que la revienta por fortuna, la supera y la engulle. Pues ese ser esencial de la muralla, como opresión y protección, marca toda la obra de nuestro poeta.
Se limita toda la creación a la extensión, siempre ampliada, de un largo poema, de corte experimental, que considera la muralla como el lugar, o la palabra, donde se sitúa todo el mundo lírico del poeta. Mundo lírico extramuros e intramuros, mundo lleno de palabras-muros y palabras-puertas, o palabras-postigos, puertas-amorosas, palabras-portillos… En fin, vocablos de connotación y denotación (a veces ni se sabe) con el campo léxico de muralla, como vientre envolvente y horizontal, cálido, unas veces; cárcel y prisión fría, otras veces, como vemos en una lectura atenta de la obra de este escritor singular, grandísimo poeta.
Quien conoció a Víctor Trinidad Marín lo hizo en Lisboa, en los años finales de los ochenta, cuando realizaba la operación de cambio de pesetas en escudos, en la oficina bancaria donde trabaja. Al extender el DNI, Víctor se dirigió en castellano y preguntando por algo de Llerena, que sólo podía conocer alguien de allí. A partir de ahí, nuestro colaborador entró en contacto con él, y nos ha hecho llegar noticias, obras, escritos, etc.
Siete ediciones diversas y distintas componen Muralla. Por supuesto la última es la definitiva. Las otras se pueden leer como un llegar a ser de la última. Publicada, como no podía ser menos, en tirada corta y poco comercial. Generalmente costeada por el autor o amigos que se la financiaban, sobre todo Fitzjamer, un compañero yanqui, generoso y rico, que trabaja en el banco como uno de sus dueños.
Destacamos antes la experimentación verbal de este poeta. Para que nuestros lectores se orienten les recordaremos a Huidobro, por ejemplo, y su libro Altazor. Pero Víctor asume todo lo que de juego, investigación expresiva y formal tiene la lengua. No escribe pensando en el qué dirán sus presuntos lectores, como hacen los escritores muy malos, sino en lo que dice el escritor y creador que lo hace. En su juego se pueden rastrear influencias de los surrealistas franceses, pasando por James Joyce, llegando a ese maestro de la verborrea poética, y de voltereta, llamado Julián Ríos, al que también trató alguna vez en algún verano vacacional, en sus viajes a Londres. No por ello nuestro poeta deja de ser rabiosamente original, creativo y lúdico con el lenguaje, como materia poética única de desentrañamiento del ser, del mundo y de uno mismo, derruyendo murallas o levantando muros de una belleza que sobrecoge, como si se tratase de la propia muralla china en todo su esplendor. Recomendamos vivamente a nuestros lectores que lean la tercera entrega o versión de Muralla (2004), de Víctor Trinidad Marín. Es algo que no defraudará, entre la hojarasca y caminos trillados sin valor y el ruido del mercadeo y falsario de tanta poesía del día, hecha sin pasión y sin valor, sin amor, devoción o entrega. Posiblemente, a partir del próximo número, nuestro hombre se digne colaborar con nosotros en este proyecto de publicación y nos envíe algunos de sus torreones, piezas poéticas capitales en el armazón de obra tan compleja como la propia Muralla.
Sin embargo hemos preferido reproducir, como brevísima antología, el arranque de la primera versión de Muralla (1973). Tal vez por su frescura e inmediatez del recuerdo de lo amurallado y de lo liberado. Esperamos no habernos equivocado y que los lectores gocen de semejante pedazo, o lienzo, de tan singular Muralla de palabras, que no de piedras o ladrillos.
Por cierto, Víctor, como escritor de veta brava y auténtica, nos habla, en su libro de ensayos, de dos tipos de escritores: uno, el riguroso, artístico y que apuesta por caminos no trillados, por el riego de la creación, aun a costa de equivocarse y perder. Y dos: el simple pesetero, oportunista de modas y nada creador, y al que le importa sólo la cuenta bancaria. Este último es el que abunda hoy entre el cúmulo de plumíferos gatuferarios hispanos y arrimadillos. O sea, el ladilla famoso y premiado y al que en su pueblo le dan todo los honores porque no tiene honor…
La metáfora, o el símbolo mejor, de la muralla en Víctor Trinidad, es algo negativo, aunque se puede entender como doble valor: protege y encierra (que son los dos negativos respecto al campo léxico libertad). Es un símbolo que encierra lo que es el ser del hombre: cerrado a veces y libre merced a esa protección, y protege la libertad y la vida. Ciertas partes del largo poema pudieran recordar algún pensamiento liberal del siglo XIX, tendente a destruir las cercas medievales, que en ciudades como Llerena no tenían ningún interés arquitectónico, y eran reflejo de aquel pasado feroz, carcundo y conservador que era preciso destruir, volar, eliminar. En ese sentido Víctor se muestra como el último discípulo de ese pensamiento libertario. Y no pocas veces la autocrítica y la crítica de sus versos levantarían ronchas en los bienpensantes llerenenses, sobre todo entre la linda progresía historicista y trasnochada,, amante de una muralla por motivos de una estética de cartón piedra de película yanqui de aventuras holiwudiense.
MURALLA
(selección)
vivo cabe el portillo enmurallado
de frasco vaca
(tiene mi puerta postigo y no la cierro nunca con llave)
portillo de la muralla
de la morralla
de la mirralla
de la muralla
de la meralla
la mura ya
la mira ya
la mora ya
la mera ya
que endosa en ella amasándolas
como magno vientre las casas y las almas
las mermas y las armas
la vivienda el vivir y el sinvivir
protege y separa la muerte
encarcela cela y liberándonos como una madre
imprecisa muralla que me encierra
el tiempo pena y pone vieja
innecesaria mole de recuerdos tristes
porque la historia es otra muralla mala
terrible como la peor muerte
otra muralla la costumbre
la manía y el rito y el miedo
la ignorancia y el hambre
el miedo y el odio la necesidad
la ideología y el mando
sobre todo el mando y el juez
todo cae algún día
no es necesario
entonces vienen los rescatadores
los restauradores de murallas
sabia tribu internacional que habita
allende la china
amurallaos en la ley y el orden
en el registro el notario y el tinglado
ordenan la edificación de muros a manos
de todos los muros que encierran
protegen privilegios y mando franco
y mundo infecto como una malla
mayor que el mal

viene
toda esa caterva de ciegos historiadores
histéricas trabas del pasado pesado
y jueces y especialistas y legionarios y abogados
y caciques y banqueros con sus paramentos
y parlamentos de palo
sus barbas canas con barbacana su baluarte
barrera tapia cerca y fortificación
poniendo orden y ordenando lo de dentro y lo de fuera
puertas al campo
portes al campo
puentes al campo
y leguleyos y electos y notarios
usan a los albañiles mudéjares
a los peones de brega y braga
para poner coto
cierre aherrojo frontera
meter en verea y acotar acortando
la libertad de lo abierto
y lo valiente si los griegos no los gringos
que hacían fuertes y fronteras
pensaban
que la muralla era la defensa de los cobardes
nido de tiranos
ayudas a restituir
restablecer reponer rehabilitar
reconstruir renovar reintegrar
reparar reanudar recuperar y recobrar
y retorcer las murallas y sus cuernos
sobre nosotros sobre los otros
sus fauces fieras favorables
al encierro cierto y la conciencia estrecha
malditos sean de mi poema
mal dichos esos bichos de poder y construcción de ceguera
malos dichos para ellos
dichos malos
para sus parentelas de policías amurallados y jueces en las leyes para matar
para condenar y zaherir
jamás para bendecir o decir bien
jamás nunca
malditos no benditos
ditos todos mal
ben de ningún modo
… … … … … … … … …
Víctor Trinidad Marín

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