11 de diciembre de 2013

MISTERIO





Para mí fue siempre un misterio eso que decían, y que repetían como monodia o salmodia, o cuentas del rosario, o jaculatorias u otras añagazas de los que buscan negocios, aquello de: hayn (sic) que apoyar a la cultura , o lo de cuando hayga (sic) curtura (sic) ataremos los perros (y las perras o parné) con longanizas. Que si la cultura pacá, que si la cultura pallá, que si lo que hacen farta (sic) es más cultura. Y todo ese fraseo y parafraseo, que me hacían coger, desde jovencito, sospecha de que lo que uno hacía y vivía fuera cavernícola o salvaje, o incivil, o inculto total... Desde escribir mis poemas a leer la edición, ilustrada por Gustavo Doré, del Quijote o la Divina Comedia, en mamotretos grandiosos, en los veranos de Llerena, de la biblioteca pública municipal. Institución de la que hablaré en su día, y de sus frutos, y de don Antolín, el su bibliotecario de entonces. O el mero hecho de ir por yerba pa los conejos era para mi sospechosos de incultura. Y no digamos, mismamente, el hacer gazpacho, por indicación de mi madre, o rebanar migas. Por la publicidad de los medios de entonces la aparición de la palabra cultura era esencial, y callaba todo. Y en la calle y foros del progresío. Así, cultura sin definición, como un producto de consumo y un milagro y misterio.
Con el tiempo me fui dando cuenta de que los que más decían eso, y más vacío, eran los que se han dedicado a la industria cultural, que llaman, y más bien al espectáculo y al circo, terrible y huero, casi siempre subvencionao por las instituciones. Muchos de ellos han hecho un grandísimo capital, y cogido famas y abolengos y poder. Todo merced a la cultura y sus garitos institucionales. A los que nunca tuve arrimo. Cosas mías. Y así lo mismo es que soy un salvaje, no cultivado ni pasado por la harina cultural.
Esos que dominan en paño son los que llamo los culturetas: casi todos los famosos de le tele, o por algo curturá y esos de premios y famoseos diversos que andan siempre en los falsimedios a tope. Hace pocos días asistí, de lejos y de testigo, a la cola que el personal consumidor hacía para adquirir un libro que presentaba una tal Belén Esteban. A la que supongo poeta de fuste, o novelista de estas nuevas, que lo mismo ha ganado el famoso premio Trompeta de la editorial Corneta.
Así que, como oí de alguna vez -creo que fue en una peli, de segunda mano y en un cine de verano, comiendo tortilla de patatas y bebiendo cerveza-: cuando oígo la palabra cultura echo mano a la pistola, cuando no, al bolígrafo.


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