22 de noviembre de 2012

MIGUEL







En España había además, para una persona que se había formado como Cervantes en una paradógica marginalidad, otro estímulo paradójico a la marginalidad, a la disidencia respecto de la ideología dominante. Otro elemento capaz de suscitar pasión por la diferencia y un anticonformismo radical, así como el deseo y la necesidad de reírse sonoramente -que es el terreno para la invención y para la escritura.
pág. 54
Una risa que libera no sólo de la censura exterior sino sobre todo del gran censor interior, del miedo a lo sagrado, de las prohibiciones autoritarias, del pasado y del poder.
pág. 53
En el segundo Quijote predomina el tema oscuro de la despiadada burla a que fue sometido Cervantes.
pág. 80
Una actitud, la humorística, que también puede crear en torno a la persona una gran soledad si se está rodeado de gentes fideístas o aferradas a la seriedad de la vida;... 
pág. 85
La escritura como el sueño y el juego como la escritura.
pág. 96
Quien escribe el prólogo del segundo Quijote es un Cervantes victorioso: un Cervantes que al verse atacado una vez más, en el prólogo del apócrifo,  en el terreno personal y sexual, e incluso en el plano de la minusvalía y la mutilación, pierde esa paciencia en las adversidades que había aprendido a tener, como dice en su prólogo a las Novelas Ejemplares, desde los tiempos de Lepanto y de Argel, y ataca frontalmente al mandante de aquel killer intelectual: a Lope de Vega. Lope se sentía infravalorado por Cervantes en la narrativa e incluso parodiado en algunos textos teatrales.
pág. 112
Kundera afirma también que todas las vidas humanas están construidas como una composición musical.
pág. 117
Rosa Rossi
Tras las huellas de Cervantes.
Perfil inédito del autor del Quijote, 2000

El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir.
Miguel de Cervantes


Fue en 1979 cuando escribí un texto sobre mi visión, libre, de Miguel de Cervantes y de su obra. Digo libre de ese academicismo casposo y de esa vileza con que ha sido manejado el hombre, el escritor y poeta, y su obra: Tanto por la convención de los valores dominantes como por el poder y sus creadores de la supestructura que lo justifica, lo edifica y lo sostiene. Todo para mantener el orden económico vigente en cada momento, que para eso sirve al poder, y la sociedad dada en cada caso. Con el tiempo ha resultado victorioso el autor, o los autores, que pretendieron robar, birlar, estafar y chulear la obra de Cervantes, en nombre del orden y de la moral imperantes. El que maquinó, o los que maquinaron y trazaron el Quijote Apócrifo, sabían bien lo que se hacían para servicio de la carcundia postrera y futura. Esa que siempre tiene la sartén por el mango y atiza a cada quien y cada cual. Su pretensión no era otra que desinflar, ningunear una obra tan intensa y de tanta metralla como tiene, para hacer de las personas seres libres, con criterios, sabios, valientes y con todo el amor, de la ironía. Pues no hay risa sin alegrías, ni ironía sin inteligencia. Que eso no conviene jamás a los poderes establecidos arriba, sea en tiempos de Cervantes, sea luego o después y más allá.
Y digo que la pretensión del autor del Quijote Apócrifo hoy se cumple, largamente, contra Cervantes. Y Cervantes está secuestrado y bien a resguardo por los que mandan y quitan y ponen. Y su obra está tamizada e interpretada por los valores imperantes en esos que mandan y tienen los medios de producción de su propiedad privativa. Eso es indudable y ante esa verdad desagradable uno escribe esto. Porque Cervantes suena mientras interese al poder y dé prestigios y todo eso. Mientras rente. Que aquí todo es rentar y capitalizar.

Hace pocos días terminé de releer, despacito, el interesantísimo libro de Rosa Rossi, Tras las huellas de Cervantes. Perfil inédito del autor del Quijote, 2000. Y bien digo interesantísimo, pues más allá de la alharaca levantada, en su día, sobre si en este libro, esta dama hablaba de los usos sexuales de Cervantes, más allá de todo eso, trata de aspectos hurtados por la crítica sin criterios y de cuchufleta, en los periódicos y falsimedios varios, y por los estudiosos, docentes y públicos en general, a la hora de entender en su realidad total la obra cervantina. No ya sólo con el pretexto de la llamada historia de su tiempo. No ya con los textos contemporáneos. Sino con despertar y saber sobre la vida y las situaciones que Cervantes, sin duda, vivió. Con las excepciones pertinentes. Y que no le van a aparecer  a los sabios académicos argamasillescos en sus archivos oficiales, sino que están explícitos en sus textos literarios, si se saben leer bien o adecuadamente. No ya interpretar. Lo que destacaron y destaparon del libro de Rosa Rossi fue la mostración de la condición homosexual de Cervantes. Cuando eso mismo es meramente anecdótico y  folclorete barateiro. Lo que de fondo se muestra es lo que importa. Que Cervantes es el menos español de nuestros clásicos en lengua castellana, en su sentido institucional y patriotero. Y que era un perfecto extraño a los valores que entonces se imponían como sagrados, en todos los órdenes de la vida y del espíritu de su tiempo, y luego. Que fue persona que siempre estuvo a contrapelo de todo lo consagrado como normalizado. Desde  la familia hasta los recursos para poder vivir. Y que en aquellos tiempos de grandes glorias e imperio, o imperiales, fue un fracasado en casi todo lo establecido como valores gloriosos o normales. Y digo casi porque sólo triunfó en lo que todos los demás fracasaron, o casi todos: narrarse a sí mismo, contarse, aparecerse, reflexionarse..., y levantar una gloriosa obra artística como nadie. Pero para nadie también. O para muy pocos iniciados.
Por todo eso que salta a la vista de un lector avispado que sepa leer entrelíneas la obra cervantina. Sobre todo esos valores imperiales y del Poder, que son tratados con un desprecio absoluto por Cervantes. Con el arma única de su ironía y la hábil escritura por montera. Por todo eso, o por más, el poder y la propaganda dominante, están siempre al quite con Cervantes. Están siempre apoderándose de su obra, de su figura, de su nombre, reducido a marca o institución sombría de corte político. Y chabacaneándolo, en la medida que pueden los que manejan ese poder. Bien como gloria y otros éxitos o valores, tipo futbolero, bien como silencio especializado y pastoso sobre su ser. Sin temor a equivocarme, resulta Cervantes el menos patriota de esa España cultureta al uso y moda, pues de su obra no se impregna ni la edición de lujo de ellas mismas.

A continuación traigo el texto que escribí en 1979:

Cervantes fue un desgraciado. Lo que hoy es considerado como un desgraciado. Sólo quien ha pasado hambre, quien durmió al raso, estuvo preso, sufrió, en definitiva, puede entender a Cervantes. Que se vayan quitando de la cabeza los críticos, ladinos y mendaces buscadores de la Perfección, el pretender entender ni un ápice cervantino. La mayoría nació con el estómago lleno, sufrió sensiblerías y sufrió gilipolleces sobre la literatura. Tengo que reconocer que estoy inventando un nuevo género: la recrítica (crítica de los críticos, que por otra parte ya apuntó Guillermo de Torre). Sólo una persona que vivió cervantinamente puede usar la ironía y la libertad unidas a la tolerancia, como puntales básicos de su escritura. El discurso cervantino es el producto de un tipo que se ha comido el coco con las putadas de la vida y saca o entreteje, en un lenguaje que sólo es producto de esta labor, la obra que escribió.
Se habla del Quijote. Se intenta obnubilar con las ejemplificantes novelas. Yo, la verdad, nunca entendí eso de ejemplares. Les miré otra cosa. Quizás el gracejo lenguaraz. No sé. En Cervantes están todas las vanguardias. 
Pero resulta que, según colijo, Miguelito era todo imaginación, nada de la zarrapastrosa realidad.  Esa piojosa realidad pretendida en Cervantes es falsa. Precisamente esos que le atribuyen  ese pelagateril realismo son los herederos de las Realidades que padeció. El destino de las paradojas, por huir del tópico.
Decía antes que siempre se recuerdan los mismos libros cervantinos. Personalmente, y en  esto doy una afirmación provisional, síntesis imperfecta y perfectamente perfectible, lo que más me gusta es su Persiles y Segismunda, novela que disfruté en corta edad, leyéndola en una edición del siglo pasado (XIX), con un encanto de letra negrilla y alargada. Me gustó bastante. Pasaron los años y en el recuerdo quedó aquella sin par aventura por las encrucijadas de la novela (bizantina añade algún criticón) de Miguel. Para mí es su gran obra aún sin descubrir, un paso adelante en el Quijote y de la que no en vano dice Cervantes que sería su mejor o peor novela. Dada la claridad mental del encausado en los momentos de su muerte opino que entre líneas diría: si son lectores la saben leer. Su lenguaje desde luego es de lo más digno, aquilatando incluso al del Quijote. La verdad es que un comienzo por un mozo dando voces desde lo hondo de una gruta es, ni más ni menos, que la recreación del nacimiento de todo ser humano, saliendo asimismo del fondo de otra caverna, el lecho uterino. Lo demás la vida...
Para mí si el Quijote es la puesta en candelero del alma hispana (en ridículo o sin él), la visión de dos naturalezas psíquicas en los hombres, el reírse o vituperar la monomanía (al estilo de un Canetti) , Los Trabajos de Persiles y Segismunda suponen la visión, el retrato, la alegorización del hombre modélico, de todo hombre, del género humano, en visión cervantina.
Por otra parte valores que me admiran es el de invención de lugares geográficos, su propia geografía, a lo Tolkien en El Señor de los Anillos, pero sin tanto bombo. Otros placeres estéticos inenarrables que me provocó. Sobre todo un sugerente cúmulo de predisposiciones arquetípicas que sólo están frescas en la infancia.


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