30 de noviembre de 2012

LAZARILLO






Releyendo, por enésima vez, el Lazarillo. Gozo como la primera vez que me lo leyeron. Fue en la escuela. Uno de los compañeros, Guardado de apellido, nos leía un trozo cada día, mientras llegaba el profe de lengua, el eximio poeta Francisco Mena Cantero. Y cuando entraba en el aula, esperaba un ratito, hasta que llegaba, el lector, al momento que consideraba que debía parar en esa faena. Y hasta el próximo día.
Guardado incluso, con el tiempo, llegó a ser profe de matemáticas y locutor de radio comarcal, para programas deportivos, en la radio municipal de Azuaga. Que yo sepa, como poco. 
Incluso recuerdo que nos leyó la Segunda Parte del Lazarillo, la de Guy de Luna, que a mí me parecía más desmadrada y no tan interesante como la primera y genuina. Sé algo sobre las interpretaciones múltiples sobre el Lazarillo; pero todas concuerdan que pone a la sociedad de su tiempo a escuadra, de forma artística y genial. No por el realismo que tanto predican, sino por la forma que entonces se debía usar. 
Ha habido también otras veces que me han leído el Lazarillo. Sobre todo la de El Brujo, en su puesta teatral -ingeniosísima- del texto literario. Y eso fue sobre 2002 y tal vez en Zaragoza. Y creo que antes en Murcia.
Pero ahora lo leo en solitario y me lo releo en vivo y en alta voz. Es un texto muy aleccionador sobre la dureza de la vida para los de abajo, para los que deben servir a los de Arriba. Y de como los de abajo deben solventarse la ganancia del pan, el pan, matar el hambre, hambre, hambre (como decía El Brujo), y doblegarse ante la realidad tremenda y cutre de una sociedad en crisis y estafada, desde lo más santo a lo más sucio. 
Y esto me ha hecho reflexionar sobre la situación de los ciegos, los bulderos, los sacristanes, los clérigos o políticos de hoy, los hidalgos de hoy y todo el personal acanallado y vil que pasea por el Lazarillo y que sobreviven hoy en las calles y casas y todo del ahora. Que da mucho de sí, y de no, esta lectura, al contrapelo y comparación de la sociedades, en lo que llaman crisis. Y no digo nada sobre La Celestina, que en esa canta y profundiza su autor sobre la crisis honda del personal, en las mismas miserias de hambre y necesidades; pero que regurgitan de piel adentro, que es donde está el magma crudo de todo el misterio del mal criterio, digo de la crisis. Bueno, de la estafa que cada quien se hace y se suma en todos los que nos la hacen. Suman y siguen. Enésima parte del Lazarillo.



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