8 de febrero de 2012

GUSTO


Una de las palabras más gastada, por su uso inadecuado y vulgar -no dudo en calificar-, es gusto, y gustar como su verbo. Todo se mide, o casi to, por esa expresión. Incluso como sentido de libertad. El empobrecimiento léxico puede comprobarse en la abundancia de ese uso. Así como la de opinión o bonito. Pero dejemos estas para otra ocasión.

Evidentemente gusto tiene que ver inmediatamente con consumos y usos de esta sociedad del espectáculo, como negocio o creación de necesidades para ganar dineros, esto es, la reducción de todo a transacción, tráfico, compra y venta. No en vano en casi todas las redes sociales de esta red, la única alternativa de valoración es de sí te gusta o no te gusta. Mayor simpleza mental, tal vez derivada del inglis, imposible. Planicie de mollera absoluta. Que con esta crisis nadie quiere complicarse la muerte de cada día. Decir vida sería una intensa ironía, rayante en sarcasmo supremo y celestial. 
Porque esos son los gajes del oficio de vivir en el mercado, para el mercado, por el mercado, etc., etc. To se reduce a precio, utilidad, interés, dividendos, estipendios... Y to se mide por esos parámetros. Incluso el arte y la poesía. Un beso o un abrazo. Sobre todo el arte y la poesía. Digo o rectifico. Que en esa expresión de el arte por el arte siempre hubo erratas, pues debía decir el arte por la parte, que la p se la tragaban o decían con boquita chica, y el artículo el era la.
Así que el lucro, digo el gusto, es el patrón de medida del valor de todo, como el metro lo es de longitudes. Y la utilidad consecuente, como filón, ganga y operación. Así se lee lo que gusta, y gusta lo que dicen e imponen los trajineros de todo que, a la postre, comen el coco para imponer el gusto como tarea y servicio. No otra cosa es la moda y sus modos. Amanerada tarea y labor de trato mercantil. Desde la cuna a la sepultura la publicidad (en formas de familia, escuela, educación, universidad, estudios, preparación, teles, canales, prensa, libros, novela histórica, del oeste, polimili, fiestas, turismos, traslados llamados viajes...) trabaja sin parar los cacúmenes, ahormándolos a lo que deben gustar. Así que se debe sospechar cuando no gusta algo, y sospechar del gusto propio como algo errado. La duda fue siempre salvador principio de sabiduría.
Y por supuesto que el gusto (personal, como dicen), no tiene patrones ni matronas. Tiene impositores sibilinos: ignorancias, miedos y odios en sus múltiples laberintos y recovecos soterrados y extremos. Que se engendra por arte de birlibirloque, o de resultas que somos todos generosamente libres, sabios, valientes y bondadosos, por la gracia de la naturaleza, que dios la dejó ya de fabricar. La gracia, digo, y no sé si la naturaleza. Y así si le dices a cualquiera que su gusto no vale un pimiento, o dos, enseguida se ofende y se ve agredido. Y si le dices que su gusto lo marcan determinadas intenciones manipuladoras, de varia índole e intención, y que en manera alguna es libre, ni sabio, verdadero o bello incluso, lo mismo te mata o te elimina como ser. Porque de su gusto to dios es muy bien pagado y creído, cuando no engreído y sicario. Porque el gusto es sagrado. Ese gusto que se ha impuesto a la chita callando a to quisque, claro. 
Pasa en esto como con el asunto del consciente e inconsciente. Y lo pongo de ejemplificación cultural para que se me entienda. Y sé de la simpleza, y espero perdón. Que to dios cree ser muy consciente de su vida, y resulta que hay comportamientos que guía, en sus fondos, otra cosa, que llaman subconsciente, y que no se sabe ni asume, ni lo pillamos siquiera, y que realmente ordena nuestros más profundos deseos. Algo similar ocurre con el gusto. De que nadie es dueño. Que está ordenado por otra entidad fuera de nuestra libertad, y en nosotros mismos. Y de eso saben una jartá los que manipulan modas, modos y campañas, bogas, usanzas, manías, hábitos y estilos, desde el mundo del espectáculo, en que to se ha convertido, desde la vida a la muerte, pasando por el arte, la comida y la misma respiración o un boca a boca.
Por ello  tengo desterrada la palabra gusto y gustar de mi vocabulario, siempre que puedo. Lo mismo que bonito u opinión, que ya veremosPrefiero otras más precisas. Y en el caso de opinión prefiero criterio. Y cuando me gusta algo lo pongo en solfas y debates conmigo mismo. Para aseguranza de mi libertad. La duda metódica a rajatabla.

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.