20 de julio de 2009

URBANITAS EN DESKOKO

En mucho se ha de tener el hombre
que tiene corazón para menospreciar
un reino o un imperio; mas yo en
mucho más tengo al que menosprecia
a sí mismo y que no se rige por el
su parecer propio; porque no hay
hombre en el mundo que no esté
más enamorado de lo que quiere
que no de lo que tiene. Por muy
ambicioso y por más codicioso
que sea un hombre, si camina
diez días tras el tener, caminará
ciento en pos del querer; porque
los trabajos que los hombres pasan
no es por tener lo que deben, sino
por alcanzar lo que quieren.
Si caminamos, si nos fatigamos,
si trasnochamos y nos desvelamos,
no es por cumplir con la necesidad,
sino por satisfacer a la voluntad;
y lo peor de todo es que, no contentos
con lo que podemos, procuramos
de poder lo que queremos.
Antonio de Guevara

Lo último que he leído de Antonio de Guevara es su Relox de Príncipes, los inicios, y espera una visita en cuando pueda. Es conocido el fraile por su Menosprecio de Corte y Alabanza de Aldea... ¡Sus y a ello...!

Todo esto me ha venido a la memoria cuando estaba pergeñando una vindicta o, más bien, una exortación desde este púlpito de pueblo y lugar habitable, y que llamo intempestiva en este sitio..., contra la mala vida perfilada, ¿afilada vida?, por el sistema sociopolíticoeconómicomercachifle dominante hoy en los cocos y molleras de los más que dominan y vencen sin convencer y mandan y ganan elecciones como guerras para el destrozo de los otros, y de ellos mismos, que no son mancos del espanto...
Ahí es na. Lector de don Miguel Foucault, a la postre, algo me supura por los costados. La invectiva iba contra el playeo y el turisteo, el zascandileo rural y todas esas costumbres modernas de la industria quitamugre, aplicada lo más a los habitantes de grandes ciudades colapsadas o urbanitas cuaresmales. Un tipo me dijo, la primera vez que muy joven arribé a una, que lo realmente hermoso en ellas era lo que recordaba a los pueblos, tanto en sentimientos como en cosas o animales, o sea lo que antes fueron y perdieron... En ellas la gente vive estabulada y de mala manera, sometida a ser mera mercancía y cosa, cuando no reducida a números fríos o simples habitantes. El invento de las grandes ciudades es cosa del mando, del poder en su despótica manifestación. El ejemplo, en lo que llaman Historia, siempre es Roma, aquella gran ciudad terrible e imperial..., eso es antigüedad y pasado, cuya averiguación es dudosa, pantanosa. Modelo y moda. Porque la moda nace en la urbe condita, eso de las pelis en que los urbanitas ven a uno mear, por poner un poné (un poné es un ejemplo, así se dice en Llerena), ver mear digo al protagonista de una peli sobre las nieves del Kilimanjaro y a todos se les abre el culo por hacerlo, y lo demandan y se corre la voz y quieren, y todos como en tropel y cuerda para el África y su sagrada montaña a mear sobre la blanca nieve, ¡¡kesapuestodemoda!!,como el prota de la peli, para ver en aquella realidad si la meada se vuelve roja, y luego contarlo en el vecindario, en el barrio y dar y ser la envidia de todos, que querrán venir a lo mismo hasta que todos y todas las meadas consigan derretir esas nieves del Kilimanjaro vivas para los restos... Que así son de propio los urbanitas y esos sus usos consumistas e imitativos entre ellos. Así de paletos integrales.
Nunca me gustaron las grandes ciudades, ni siquiera para verlas arder como merecen. No me gustaron ni con aliños o mayonesa ni en sus tintas. Aquello de que en ellas uno se pierde y se vuelve anónimo también acontece con más delicia en los campos naturals y en visita natural... Tienen algo de antesala de todos los infiernos, de todas las taras, de todos los males humanos y de todas las enfermedades. No hay más que ver al ciudadano medio de una de ellas, su infelicidad, sus desasosiegos, sus pobrezas, su impersonalidad, sus manías, sus ignorancias... Y abomino de grandes urbes, de ese hacinamiento concentrado y masivo de humanos que dejan de serlo porque de ellas suelen emanar los gases del dominio, control y males estructurales que nos abochornan y terminan, que nos reducen la libertad y nos matan. En ellas sientan sus reales los poderes ciegos y los mecachifles contables, los poderosos, son como los castilllos de los nuevos señores medievales de horca y cuchillo, erigidas en todo lo alto de las cabezas de toda la gente, amenazantes, amuralladas de redes de carreteras..., control de almas y dineros, en ellas los bancos, todos los bancos sientan sus reales sedes, los fabricantes de armas y de palos pal personal, de leyes, los grandes tribunales y los mamelucos especilizados en controles...

Es evidente que quien vive en un entorno determinado, la mayor parte del tiempo, queda determinado asimismo por ese entorno, sus usos, imposiciones, y que le calan lo más profundo del alma y los tuétanos. Quien vive en cárcel o en espacios cerrados, especulados, medidos, estrictos, cerrados, es de pensamiento y sentimientos similares a lo vivido y de alguna manera no conoce ni sabe de espacios abiertos, libres, para uso y no para especulación, etc. Doctores tiene la cosa de la sicología para determinar este tipo de males de los habitantes de espacios estabulados o vulgo urbanitas puros y duros. Y hablando de establos lo comparo con los cerdos que viven a su bola por el campo y los montes y los que viven en cochiqueras industriales. La diferencia es absoluta y opuesta. Pues a mi creer lo mismo, o peor, pasa con los humanos. Los de ciudad conforman un determinado pensamiento restrictivo y de trinque y amenaza para todo, aunque no sean conscientes de ello. Restrictivo a la forma que lo conforma esa ciudad grande..., claro. Por ejemplo, cuando una persona encerrada casi lo más del año, en esa ciudad, sale fuera de ella y encuentra espacios abiertos, no contaminados, libres, diferentes, se vuelve como locuela y, de alguna manera también (el uso crea el órgano) lo añora y tiende a actuar como si todo el monte fuera orégano, y ha usar y ha hacer y ha comportarse como si el uso de esos espacios diferentes fueran la ciudad que lo atenazaba y contenía, con lo cual, si son muchos los que salen, en esas circunstancias, de las grandes ciudades tienden a convertir los espacios libres en ciudad con todas las taras elevadas al cubo. Por ejemplo el uso de playa como se estila en verano, esa masificación de tumbaderas al sol y metidas en las aguas litorales o playeras y demás playeo, es uso de los desmadrados ciudadanos de grandes ciudades, como primeros usuarios de esa forma, luego los catetos de pueblo los imitaron... Los autóctonos habitantes de lugares cabe el mar no lo hacían, les era absolutamente extraño, agresivo, risible, cateto total y de gilis absolutos... Con el tiempo esos han hocicado en el error impuesto por los urbanitas. Porque desde ahora llamo urbanitas a esos paletos agresivos y salidos de los encerrojados lugares de vida estricta y comercial que se dan en las grandes ciudades y sus epónimos y consecuencias imitativas. Porque encima ese tremendo error: se convierten en modelos de organizarse los núcleos de vida humana, que en su modelo quieren ir a más, y más y más y más habitantes, que la cantidad da el poder, no la calidad...


Cuánto añoro a los vikingos que arrasaban las costas en verano, su vuelta sería un control ecológico maravilloso para tanto uso mercantil y farfullero turístico, limpia merdes de gente que ensucia por hacerlo y como deporte consumista que no lleva a ningún sitio... Vamos que estoy contra el uso de playas veraniegas como de bosques y montes asolados por zascandiles andariegos de ciudades colapsadas en invierno y que en verano son inhabitables por su mal gobierno y la mentecatez de sus habitantes: todo contribuye a la destrucción..., y lo que han de hacer los que habitan grandes ciudades es saber y hacer habitabless sus entornos: hacer sus playas si las quieren ahí donde viven, sus bosques igual..., y que sepan elegir los que lo hagan. Eso de ciudades grandes masificadas e inhabitables es cosa cebollera que termina con el planeta, y salpica a otros que no las vivimos y las soportamos, y encima como despreciados y ninguneados por esos centros de poderes agresivos a tope y depredadores, llamados grandes ciudades y las que están deseando. Por ejemplo, en Extremadura, Mérida está deseando convertirse en una gran ciudad, capital y castillo de dominio territorial de toda esta tierra, una masificada y triunfante urbe congestionada para su subida al cielo, y habitada por los señores de dominio de la llamada Junta de la Caradura por mí. Extremadura es nombre respetable para llamar con ella a sus instituciones de dominio y trinque del dinero y prebendas públicas, ¡hombre! Y cuentan sus mandamases cada día la gente que la habita y se hacina y la trajina...

He vivido al lado del mar por imperativos de trabajo. No suelo ser chominoso con eso del ¡oh el mar, qué bien! y toda esa cosa que obnubila a los más de los urbanitas, que nunca entendí sino como suprema catetada. Conozco el paño y la forma. Prefiero vivir en el interior y en lugares habitables, abiertos, libres al campo y espacios no comerciados o vendidos... Eso comporta, en el sistema y organización del poder absoluto urbanita, ciertas carencias de servicios, atenciones..., cada día menos por fortuna. Y cada día veo como los urbanitas quieren hacer del todo una enorme ciudad pantagruélica y horrorosa, como la que tienen en sus molleras. No otro intento es eso del petróleo y los autos, y sus derivaciones, hace como un siglo escaso y que está poniendo al planeta contra las cuerdas... Avanzada de la misma son las playas en verano y las cada vez más depredadoras costumbres de asaltar los campos y montes, sierras y lugares con excursiones invernales de millares ya de zascandiles urbanitas, que se tiran a esos montes para ir abriendo boca del dominio y construcción de su gran urbe total en el colapsado planeta Tierra, todo él convertido en un castillo amurallado urbano total... Y claro, se suelen poner la careta de ecologistas, para que no se vea el lobo...

Esta serie de reflexiones conformarán la etiqueta, que llamo motivo en este sitio, menosprecio de corte (de mangas), dedicadas a la elucubración y males de los llamados catetos ontológicos de ciudades y sus peligros, poderes, guerras y miasmas contra la vida, el amor, la libertad, la igualdad y la salud si me apuran... Son el peligro, el gran peligro... Pero como pasa que son mayoría, bueno son la chusma en marcha y mancha, pues por aquello de la ley del número y la democratitis crónica mal entendida, pues si matan a todos, como así lo decide esa mayoría, pues a jodernos los que apostamos, desde siempre, sobre todo habiendo elegido nacimientos, por otra cosa más humana y vital, más racional, y que deberíamos dirigir la reconversión de esas grandes urbes en lugares vivibles, certeros de vida y en medio del campo, campestres lugares más y más vacíos de gente, mejor repartida... No será así y algún día esos urbanitas aprietan el botón y todo va a la basura, porque será su basura, imposible de reciclar.
Tomo mi texto, editado por Cátedra, del Menosprecio de corte, alabanza de aldea del sabio Antonio de Guevara y entreleo para una cita... Les invito a visitarlo.

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.