20 de enero de 2009

NOVELA HISTÉRICA

Desde luego los escribidores compulsivos de novela histórica no se enteran. Como tampoco se entera su público masivo y adorador del bodrio. Creen que porque muchos lean sus productos son de calidad. Creen que porque estén de moda, y fama, de la cultureta dominante y mercachifle son de calidad. Porque ya sabemos que alguien es muy bueno, un buen escritor, si vende mucho, si es famoso, si tiene premios, si el mando lo adora y le da poltronas, y banquetes, y condecoraciones, y academias, y honores… O sea si está impuesto en el Mercado, el Poder y el Capital. Pues eso de la literatura y su calidad de base, ¿qué es sino lo que ellos digan, o sus representantes? Que el Mercado es el que impone calidades. ¡¡Aha!!, y la diosa Propaganda y Publicidad, dos en una. Y luego siempre habrá algún crítico honorable de alguna universidad que diga que siempre fue así. Y se quede tan ancho y pancho en si Dominio y Competencia, que pa eso el Poder asegura su valía con el título oficial...

El público lector que consume novela histórica no deja de ser el mismo que leía novelas del oeste o sentimental hace escasamente quince años y que ha desaparecido por arte de birlibirloque. ¿Desaparecido?, noooo, sino que fue reciclado y reconvertido, al igual que el régimen político totalitario del movimiento años antes (al que siguieron todos los tics culturales y demás) con una pasada cultural y ese barniz que tanto caracteriza al culturetariado militante. No hay más que recordar que en los años ochenta, cuando esta moda y reconversión efervescían, el presidente del gobierno de España, seor González, don Felipe, recomendó la lectura de una novela histórica que se traía entre manos. Bueno, era moda del Mercado que los políticos en mando dijeran lo que leían, o que leían, para que se pusiera de moda entre la aguerrida hueste culta del que manda, que no era como antes, en donde los que obedecían no leían siquiera... Era bochornoso y ejemplificante a la contra, y ponía en negro sobre blanco el pajeo mental, y del otro, del culturetariado militante.
Digo que siguen sin enterarse del fondo criticado por Cervantes en su Quijote, y que llama novela de caballerías. Pero es sin duda un concepto, no se refiere Cervantes a la realidad de la novela de caballerías, pues en su tiempo real era residual y nadie escribía ya ninguna. Como ahora es residual la novela del oeste y sentimental, al caso comparativo que endoso. Cervantes usa metáfora. Referida a lo acostumbrado como perverso, a lo repetitivo como nefasto, a lo no creativo como peor. En todo sentido, desde el político y social hasta el artístico, pasando por el cotidiano. Y la novela de caballerías era un baile de hipos continuados, algo huero, sin vida ya. Una moda, eso es, una moda cansina y rellena de tópicos típicos y todo eso. Y que ahormaba una pacata visión mental y unas verdades terribles. Lo que pasa con la novela histórica, lo mismito. Y todo ello es la locura y la tontuna más bien, el entontecimiento del mero espectáculo espejeante y atrabiliario de los mismo.
Pero no se enteran, no han leído el Quijote más que como museo, como costumbre y como fama, porque sí, que hay que leerlo y todo eso. No como algo vivo sino algo pesado y antiguo ya. Algunos dicen que superado… Algo que no pega con el espectáculo dominante y moderno de parque cultural colectivo y global. Lo de global lo digo por hinchado y vacío y nada... Por eso no se enteran ni a tiros. Y vuelven a los libros de caballerías. O sea a lo repetitivo, lo habitual, lo que no remueve nada y sirve de lenitivo consuelo y para dormitar el espíritu, sino para hacer muertos vivientes y zombies zumbados que vegetan en la corte de la propaganda de la nada y lo vacuo.
También es que la inventiva está mal vista, y al público le gusta lo real, lo palpable, y que cuando lee gusta que se le dé vaselina mental con alabanza y masaje de meninges a sus bagajes culturales y lo que estudiaron en la carrera. De manera que si un autor se tira describiendo, con un uso del lenguaje erudito y de esa realidad de descriptor de filminas en el aula, una magnífica portada de una catedral o iglesia gótica, o románica de fuste, pues estupendo, pues los estudiantes y titulados de la material harán descender sus babas al subterráneo del gozo. Y eso puede ocupar un quinto de la novela, que luego le sirve al escribano descriptor para enlazarlo con la historia y alguna entrada secreta en la panza del fraile orondo, o entre las faldas de la santa tallada opcionalmente. Por donde penetra el malo de la historia para sus felonías. Si es innecesario para la narración, pues peor para la narración, pues para ellos eso de describir, como se debe canónicamente, un marco histórico, artístico y monumental da indicio de toda calidad, incluida la literaria, o por supuesto la literaria. Nada de devaneos e imaginaciones. La verdad histórica a machamartillo.
Que para esta gente escritores como James Joyce, Kafka, Musil, Borges, Juan Goytisolo, Canetti, Miguel Espinosa, Julián Ríos, Italo Calvino, Álvaro Cunqueiro, Juan Rulfo y una larga lista de lo escogido de los últimos dos siglos son nada y humo. Como para los escribidores de las novelas del oeste y sentimental. Igualitos, sólo que adaptados al nuevo medio del consumidor medio(cre).
Ya hace tiempo que quiero hacer esta cruzada contra semejante subgénero subliterario que remeda la epopeya, no llega a etopeya y todo lo estrella. Para que rime. Lamento si algún lector se molesta, pues es vicio que invita a identificarse con el mismo, digo que la lectura de semejantes cosas hacen identificarse al lector con el producto, en extraño maridaje, de manera y forma que toda crítica, desdén, ataque a la novela histórica parece suponer ataque y embiste a sus degustadores. A tal punto ha llegado la vesania y le droga. Fui testigo de esto mismo con la novela del oeste y sentimental, y en mi más tierna juventud hacía de recadero para dos personas enganchadas, la una era chica como de veintipocos años, que su madre apenas dejaba salir a más de doscientos metros de casa, y que incluso me regalaba la vista y el tacto con sus donosuras y encantos, para incentivarme a que le consiguiera material, novelas sentimentales y fotonovelas, y el otro un viejales casi paralítico, que a lo que me contaba estuvo en la guerra de Cuba, y devoraba historias del lejano oeste con devoción y necesitaba su dosis más que la medicina que lo mantenía vivo, a su longeva edad, que recuerdo llegó a casi los cien años.

1 comentario:

  1. Sabrás Agustín que el otro día descubrí un blog que iba sobre novelas, etc. en catalán que han sido premiadas pero que no han tenido apenas impacto. Y quien el blog ese escribe se lamentaba de que no le dejaban apenas comentarios a sus reseñas. Yo, que soy un poco mala (solo un poco), le dejé uno: "Habrá más comentarios cuando los subvencionen". O algo así.
    Me imagino que esta señora estará forjándose una colección de libritos laureados que no leen ni las abuelas de los autores... Manera de no gastarse un duro.

    Después de Walter Scott y los Episodios galdosianos no he leído nada de novela histérica, y mucho menos de la guerra civil.

    Un saludo grande.

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.