8 de julio de 2008

RESPIRAR

Ante todo esto, realmente preocupante, los políticos pasan…, al ataque y contra los ciudadanos. Todos los políticos con mando, claro. Eso está claro. Les importa un pimiento la salud de todos y la salubridad del aire que respiramos. Esa es la verdad y al tenor de sus actuaciones. Miren sino a Ibarra y la herencia de la refinería que nos deja, en su despachito lindo, trabajando por Gallardo día y noche, y por esos caciques afines, con devoción y corruptela, sin parar y con ese amor que le destaca. Porque Gallardo es todo un símbolo del las características de caciquismo atroz en esta tierra, e Ibarra su profeta, por supuesto seguimos mencionando que desde su despachito cabe la Junta, cerca de la influencia y su tráfico, el poderío, la cosa de mando que le flipa al tío...

Precisamente hoy, cuando esperaba a la cola del pescado, en el mercado, he estado hablando con un conocido de todo esto, a propósito del frigorífico que pretenden hacer en los lugares públicos, con la excusa de que es verano y hace calor. Y es que estimo que el llamado aire acondicionado es puro veneno y algo perverso para la salud. Mi cuerpo lo repele y es testigo de sus males.

El aire lo respiramos, es el alimento principal para nuestra vida. Mientras más natural y sano sea el aire, mejor para nosotros. Alguien pensará que estoy diciendo perogrulladas. Pues no. Con esto me refiero a que los lumbreras que inventaron el llamado aire acondicionado y a los que permiten su uso en espacios públicos, con el consecuente daño al común de la gente, no saben eso, o lo olvidan. O el negocio es el negocio, y se basa en el chantaje con la necesidad creada. Y así se están provocando enfermedades continuamente, por no pasar un poco de calor, o utilizar medidas naturales de acondicionamiento climático…, que haberlas las hay.

Así no es raro que uno respire en la calle un aire a unos 35 grados centígrados, o más, y al entrar en un local acondicionado (¿a quién, a qué, cómo, para qué?) de pronto y porrazo te obliguen a respirar un aire a veinte grados, por ejemplo, sino menos. Eso, la primera vez, el cuerpo lo recibe sin mal aparente; pero posteriormente se va resintiendo todo el sistema de vida, ya que el choque térmico es tremendo y se le pide al organismo que se adapte en poco tiempo para el que necesita, esto es, segundos. Y repito lo que daña es el aire frío respirado, que es vital para nuestro organismo. Y, generalmente, cuando salimos de esos locales enfriados pues nos enfrentamos y sometemos a nuestros pulmones al aire caliente de la calle o del exterior... Y si eso ocurre en un espacio de poco tiempo estamos sometiendo al cuerpo a temperaturas muy diversas, no ya el cuerpo, sino esos pulmones a través de los cuales nos alimentamos de los elementos necesarios para nuestra vida, que lo olvidamos, en eras a una presunta comodidad falsa que pagamos posteriormente con nuestra salud. Así no es extraño el dolor general del cuerpo, como apaleado, tras una experiencia de este tipo, cuando no otros síntomas más desagradables, y mucho más que haber pasado un poco de calor.

Especialmente he sufrido este tipo de maltrato en hospitales, curiosamente, donde la frialdad era tal y tan malsana que apenas podía respirar bien y con dolores en general y molestias tremendas. Tuve que tomar la decisión de no quedarme más de una hora en este tipo de recintos, salvo que tuviera que estar largos días postrado, con un resfriado o muy mal, algunas veces. Esto, que explico claramente y breve, a las personas con las que he tenido que vivir peripecias hospitalarias, no es siempre entendido, no entienden que ese frío hospitalario me mate y lo evite, por no llamarle aire viciado y enfermizo. Si la mayoría lo aguanta o no lo siente, me alegro mucho. Todos no tenemos la misma salud. Sobre todo no he podido quedarme de noche velando un enfermo, como acostumbran en estos lares, por ese tipo de artilugio del aire acondicionado. Me iba la vida y la salud en ello.

Pero, ya se sabe, todos hemos de ser iguales a iguales agresiones de la llamada modernidad. Y como soy radicalmente distinto y distante de mis congéneres, quieren que sea igual a ellos a la hora de tragarme las miasmas que ellos generan; como me tengo que tragar los mandamases que ellos me imponen, con sus votos y botas -yo no voto, no impongo, no mando...-, o he de pagar impuestos para el mentenimiento de servicios pésimos, trinque de políticos en mando y otras lindeces...

Y uno tiene que oír gilipolleces como que el aire acondicionado es necesario, como el coche también, y ese largo etc., etc., de esto que llaman modernidad, que se carga el planeta y la vida y la salud. Y es que el destino da habas a quien no sabe roerlas. Eso.

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