17 de junio de 2008

LEXI

Llevo como casi treinta años, más de la mitad de mi vida, atento a las palabras del entorno donde crecí y me crié; no sólo de las palabras sino del lenguaje en general, porque lo considero expresión de los valores profundos del hombre, de la gente, que puede ir desde un cuento o leyenda popular hasta una cancioncilla, refrán o frase hecha... Lo es la lengua –un valor- y la forma particular de realizarse en cada uno, esto es, el habla. Por lo tanto también es expresión cultural de primer orden al uso que una comunidad hace de la misma. Muy por defuera del espectáculo que se concibe como cultura en esta sociedad espectacular y groseramente museística de los valores reales para esclerotizarlos y hacerlos inservibles a la libertad de la gente y al servicio del poder y los poderosos, expresados en Dinero, Mercado, Saber, Política, Banca y etc.
Sin embargo, y pese a haber razones de peso más que suficientes, de interés histórico; pero del de la historia de verdad, no de la cuchufleta institucional de eventos, personajes y la historia batalla que tanto hostigaba mi maestro Ángel Rodríguez, y del que tan poco aprendieron los discípulos que estudiaron historia con él, precisamente. Digo que hay razones de todo tipo para estudios detallados del habla de la comarca de Llerena: históricos, literarios, antropológicos, filológicos, sicológicos, folklóricos, sociales, políticos e incluso diría que médicos…
Bien, pues casi nada hay, salvo alguna cosa de poco calado y universitaria, algún trabajillo de curso…
De esa atención a las palabras -que están en mi habla, queno la hago consciente- de este entorno, hay días –va por rachas- que cazo una buena cantidad. Verdaderamente cuando me he descubierto más palabras, llamémosle de por aquí, ha sido estando fuera, y como he estado más de media vida, pues la cosecha no es menor, sino rica. En serio el proyecto de un Diccionario del Léxico Llerenense me ocupa hace como nueve años. Pero es evidente que no es una improvisación ni un capricho, repito que van más de treinta años detrás, en recopilación, contraste, trabajos, investigación, etc. Ya, ya sé que hay muchísimo atrevido que está haciendo barbaridades acientíficas con el léxico local popular de casi todo sitio en Extremadura, mucho aficionado, y precisamente en Extremadura donde los aficionados son legión y legión de ineptos y con poco amor a la lengua, pese a sus golpes de pecho de tipo folklorista y de sensiblería política localista y extremeñía cañí. La seriedad se muestra en la preparación, entrega o saber metódico. Pero claro, como eso no mata, no hacen falta estudios metódicos, científicos y solventes, como para practicar medicina…, por ejemplo.
Sin ir muy lejos, esta mañana me ha asaltado la palabra engurruñar, que como otras muchas del léxico en Llerena, no viene en el Diccionario de la RAE, entre otras razones porque el cúmulo de palabras, la riqueza léxica del común de la gente en Llerena es muy superior a la media del hablante español normal, sobre todo en palabras que ya no usa ese habla común, me atrevería a decir sin temor a errar.
Pero tiro de cajón, donde voy metiendo, en papeles aparte de vario tipo, desde una servilleta de bar hasta papel higiénico, las notas en donde escribo LEXI, y a continuación las palabras o palabra. Sin ir muy lejos refiero zandaula, nombre que se da a una planta olorosa de la que trato aquí… No viene en todo Internet, con lo sabio que dicen que es todo esto los que no saben nada… Y anoto tal como salen las notas tomadas al vuelo, que cada cual compruebe, porque se me ha ocurrido la noble idea de abrir un blog con la meta de recopilar léxico de la zona, de forma metódica y con debate. Sería noble labor, y hermosa, creo, por lo que depararía. Fuera de monsergas de coles y trabajos inanes de instis u otros oficios. Algo de la gente y para la gente. Como hace tiempo tuve la idea de lanzar un Diccionario de Léxico de Llerena, y que cada lector o persona apadrinara una palabra y velara por su uso, ya que el academicismo, la chufla televisiva y el ahormamiento de la jerga que llaman español actual tiende al uniformismo léxico, a la pobreza de palabras, y otras taras propias de la estupidización colectiva muy votada, eso sí, y deseada, porque el dominio político y social sabe que esa es la primera batallla a ganar para dominar el cotarro y a la gente: la de la lengua, base de la comunicación y vehículo de la misma. En fin, voy a ser directo, al objeto de esta entrada, porque veo que ando lanzando idea tras idea, proyecto tras proyecto, que algún hedihondo sabio, de porte manijero, de estos del día, aprovechará para medro, trepa y uso particular.
De las notas últimas saco las palabras esgumitar, churreteo, estumpir, enmelotar, estempanar o topete. Algunas son verbos y tienen sus correspondientes sustantivos o adjetivos y usos léxicos, en según qué contextos (esgumitao, estumpío, etc.).
Otro día seguiremos, que no hay que dejar el saber de estas cosas en manos de chusma de poder, que siempre las usa para explicar su dominio, justificarlo y ejercerlo contra la gente común. Por ello la historia y la lengua han de estar en manos de gente libre, porque sino se usan contra esa turba. No tengo más que nombrar las muchísimas barbaridades que se están haciendo en lo que llaman mudéjar en Llerena. Por tomar una ejemplificante manifestación del poder cotidiano y opresor, como antaño era el encalado a todo precio. Una etapa no ha superado a la otra en libertad y las dos son enrevesadamente dominantes y muestras del mismo poder de mando contra la gente por parte de los que mandan, siempre imponiendo formas y decorados, asesorados por los presuntos sabios, especialistas y demás rufianes de servicio. En una se manejaba el encalado en esta el mudéjar de cartompiedra de decorado holivutiense… El mudéjar, éste de panllevar, e inventado, no es sino una moda del poder para decorarse alegremente, dictar modelos, marcar sus territorios. Realmente es una pena esto que se está haciendo con los vestigios mudéjares en Llerena. Para eso más hubiese valido haberse estado callado, en su día, allá por los años finales setenta y ochenta, en donde hablar del mudéjar era algo muy raro y que costó algún disgusto a algún amigo, sensato, preparado y honesto, que reivindicaba el mudéjar llerenense con más pena que gloria, en no poca medida habiéndole puesto en la pista un servidor. Pese a todo no pudo evitar el destrozo de lo más genuino de esa expresión del arte de la gente, que sólo se conserva, por fortuna, en algunas fotografías. Lo que llaman ahora mudéjar no deja de ser penoso pastiche encebollado, al arrimo de historiadores de aluvión y jornadas o congresos de las alturas y bajuras más recalcitrantemente serviles al poder de dominio y de la mentira cultural, como espectáculo baladí y oneroso al erario público y a la honestidad intelectual del común, cuando no a la trepa social y profesional de algunos, que no tienen otra forma de hacerse valer que la que les da el dominio y la imposición política. Pero el mudéjar, el de verdad, va por otras vías que están más en lengua, las costumbres, la gente, la mentalidad y la literatura o cosmovisión, cuando no vestigios de usos en construcción, del que sólo nombro la palabras polme, del léxico llerenense de la gente…, por poner un poné o ejemplo. Curiosa palabra, de posible origen luso, cuyo significado encuentro en Internet con un parecido similar, ahí referido a la comida o cocina, y en el caso de su uso en Llerena, con la construcción, o más bien el enlucido de paredes, como en cocina enluce los preparados... Construcción y cocina, tan sumamente presentes en nuestra cultura que llamamos mudéjar. Los expertos ni lo huelen.
Pero la lengua, al ser uso de la gente más cotidiano, no puede manejarse. Así que usémosla para decir verdades, analizar hechos y desenmascarar el espectáculo de la cultureta y su culturetariado. Nombrarla nos libra -en no poca medida- de los usos y abusos del poder, de todo poder mermante, encasillante, de dominio. Por mucho espectáculo democrático que use para ampararse.

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