23 de octubre de 2007

ESTILITAS

Este simpático, este plumífero, este grasioso, este opinante estilita hace la pregunta innecesaria, utilitaria, improcedente, respondida.

Una columna de las corrientes sirve para apuntalar y sostener los poderes dominantes, aguantar el sistema bancario y el simpar capitalismo y sus políticos, que son todos, mantener el status impuesto y el orden, ese orden, y todo eso que deben saber. Sino lean y despanzurren cualquier cosa que un opinante muestre en los diarios famosos, en los apuntaladores de la cosa. Salvo el ínclito Vázquez Montalbán, que ya nos ha desaparecido, ninguno cantea nada, son todos ambiguos o bipolares (esto es del tanden ppsoe).

Luego está la columna como resto del fracaso del dominio, como aquellas columnas de ruinas que dan testimonio del preclaro poder y suerte de la libertad, entendidas como las columnas al estilo de la de Durruti y los anarquistas ibéricos, cuerpo revolucionario y fuerte que se usa como puntal de los libres…

Respondida la pregunta innecesaria de para qué sirve una columna, queda la pregunta de para qué se hace esa pregunta…

He visto, con sorpresa siempre, aquellas iglesias en las que había varios lugares para la prédica, eso que llaman púlpitos, casi todos adosados a columnas casualmente, o meras columnas donde se subiría el columnante predicador, como un Simón Estilita. Y siempre, invariablemente, me imaginaba la iglesia atiborrada de público, callado, recogido, tatamita, que diría Quevedo (que distingue dos formas de ser marica: la tatamita y la sodomita), votante, ordenado, ungido al yugo, atento a la lectura del texto emitido.

¡Jo!, que hábil comparativa, el columnista como estilista, no ya estilita (dicho de un anacoreta: que por mayor austeridad vivía sobre una columna, dice la RAE), no ya un Simón del Desierto subido a su columna, que uno recuerda al personaje de Buñuel y a los santos padres del desierto, con arrimo a columnas del periclitado poder romano, y antes egipcio, que ellos hundieron, coptos los tales ellos, o sea cristianos antes del cristianismo, que atribuyen la formación de su iglesia por los devotos de la sagrada familia cuando huye a Egipto, en aquel exilio tan poco conocido del vulgo, nada más que por aquella cancioncilla, que nos cuenta faenas de María, como el lavado de su túnica azul, de que:
la virgen lava pañaaaales
y los tiende en el romeeeero,
los pajaritos cantaaaando
y el romero florecieeendo...

Que el romero era de flor blanca hasta entonces, y tiñe al azul que tiene hoy porque María tendió en el mismo su manto, que era azul y destiñó, ¡que vaya manipulación genética con la planta!, ya por aquellos siglos, dicen las leyendas y canta la gente luego de tantísimo tiempo, que eso sí que es columna, aunque la cancioncilla tal vez se gesta, primitiva, en esos siglos oscuros, cuya memoria histórica es borrosa, medievales de inicio…

Que me enrollo con teologías, pasión de mi ser y entretelas, de la que algún día trataré, pues es la teología filosofía superior que presupone todas las filosofías y se eleva alto y fuerte en la iluminación del conocimiento, para rabieta de entendido y tituladillo en filosofías hueras. Que ha sido mi amiga Lupita la que me ha reverdecido la afición, mermada por la vida que llevamos, tan lejos de dioses y más de sus estudios. Aunque a poco que escarbemos se nos aparecen en el barro diario. Cuando se conoce a hombres como Escoto Eurígena, o el del Eire, o el gordo Tomás de Aquino, personalmente, o el libérrimo Arias Montano, por tirar a paisano, por no nominar gente moderna de la teología de la muerte de dios, uno está crecido, iluminado, alumbrado y superior para todo debate y con las cosas mu claras para entender los dioses de barro que adora toda esta grey de columnistas bipolares del ppsoe. Pese a la rabia de la progresía, regresada a la caverna, que detesta lo que ignora, y su ignorancia es mucha, y que confunde teología con meapilismos, meapilas, devotos, votos, algo similar a sus devociones beatas y de andar por sus casas, o moda al uso, cuando no religión y catecismo… Y lo mismo digo de los neocon y asimilados sabios que en el mundo son… Porque cuando uno da ostias a los de una parte izquierda no puede evitar fostiar a la otra parte derecha, siquiera por el bamboleo de las manos que tengo grandes, y es que todos están arriba, que es donde atizo realmente, a los encaramados en púlpitos y a lo que representan en sus prédicas columnistas.

Y vayamos a la cosa del estilismo columnista, o sea la visión de los encaramados a columna de opinión en prensa de influencia, o sea la que admite dividendos de publicidad a cambio de hacer propaganda por el partido político con mando en las instituciones que pagan esa publicidad, que es la verdad, toda la verdad y nada más que ella, la del negocio político diario. No todos somos llamados a subir a columna, no. Tiempo hubo, allá por los finales años ochenta, en que me encaramé en columna móvil de El Periódico Extremadura, y opinaba desde ella urbi et orbi, pontificaba a placer, como luego he hecho aquí, o en otros medios libres, y seguiré haciendo, siempre subido en los restos de columnas en el desierto, que son las de los derrotados poderosos de arriba, clamando, predicando en el mismo desierto, en este caso de internet, como voz de los de abajo.

Y no sigo, a buen entendedor, devoto de lectura columnaria, se le han de alumbrar las mientes para discernir el servicio en columna, para columna, por columna, de columna, con columna, desde columna. Que las hay de palacios y de chabola perdida que tiene una como resto perenne de mansión apuntalada, o la encontrada en desierto como prefiero la mía, y etc.

Y continuaré otro día, con nuevos bríos, y mejor cordura e hilado fino, esta suerte de teología del estilita, ya que no del estilista, o de entrambos encaramados en podio, columna, pilar, pilastra, poste gordo, sostén, apoyo, cilindro, sustentáculo, balaustre, rollo, cipo, estípite, macho, contrafuerte, puntal, refuerzo, cepa, atlante, cariátide, picota, línea, fila, caravana, ringlera, convoy, tropa, hilera, formación, vertebral, espinazo, raquis, espina dorsal, lomo, espalda, vértebras, encima... Y que el lector vaya cogiendo cada una de las palabras anteriores y orqueste entendimientos con el plumífero escribano en columna a sueldo del de arriba, o con el que se encarama en ella para arrear en los guevos desde abajo, como poco, al de arriba y mando o zamarrear a los siervos voluntarios del voto bipartidario que merman la libertad, el saber, la creación...

Sea como fuere, los místicos navegamos por el caos, los locos estilitas de arriba, los políticos, sucedáneos, los premios Planetas y la gente bienpensante y de orden se pierden en él, y tratan de arrastrarnos con el peso de sus columnas (véanse sinónimos), atadas al cuello, por eso mismo tiran a mantener el orden y contra el caos. Y quiero recordar al navegante Pier Paolo Pasolini, y su libro de ensayos El Caos, que me viene al recuerdo al escribir la palabra y relacionarla con místico, navegación, columna, estilitas diversos; porque es libro publicado en revistas y diarios como estilita, que era de los buenos Pasolini, y de abajo... Y mi amiga Zarca, no sé por qué, sabiéndolo. Qué lo sepan.

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Hay algo que se llama libertad, y que debes ejercer libremente. Así que distingue bien entre las ideas, los sentimientos, las pasiones, la razones y similares. No son respetables; pero cuida, que detrás hay personas. Y las personas, "per se", es lo único que se respeta en este lugar. Muy agradecido y mucha salud. Que no te canse.