31 de julio de 2006

GUERRA SOCIAL 1936-1939





Posiblemente, de haber vivido en aquella época, hubiese tenido problemas con estos y aquellos, con las derechas y las izquierdas. O sea, con la mostrenquez sempiterna de los llamados españoles. No hay cosa que me haya consolado más que la lectura temprana de Juan Goytisolo. Su trilogía: Señas de identidad, Juan sin tierra y Reivindicación del conde don Julián. Mi falta de patria al uso. Ser un simpatria es lo mío. En el sentido histórico, claro. A lo menos no a esas patrias heredadas del siglo XIX a golpe de Historia. La Historia es algo calamitoso, plúmbeo, cerril, justificación de patrias, panes, propiedad privada de recursos, reyes, nobles, bancos, ejércitos, y de todo aquello correlativo. Por eso lo que llaman Historia, mayusculizada, nunca me atrajo. Territorio mezquino y cizañero, lleno de mentiras y pantanos cuajados de mosquitos, banderas, carcas, antigualla y falta de intelectualidad, o sea la falta de uso de la inteligencia aplicada para resolver problemas, entender el mundo y a uno mismo, y ser más feliz superando la ignorancia. No conozco a ningún historiador sabio, ni en camino. Entendido por sabio en su sentido tradicional y correlativo a bueno. Son todos tan engreídos que, con falsa humildad, dicen que ellos lo que quieren saber es lo que ocurrió en el pasado. (Por favor no se crean historiadores aquellos que hacen la rama de Historia en facultades y etc. Ellos se dedican a ver lo que dicen los que mandan, los historiadores de los que hablo).
Ahora le ha dado a esos intelectuales de pacotilla, y tocados todos por la manía histórica (que mejor sería llamar histérica), por reproducir con fruición la belicosidad y el cerrilismo, tan carpetovetónicos ambos, de los años que llaman de la guerra civil de 1936-39, con fervor y tras más de 70 años del triste sucedido. Que si un tal Pío Mola y sus revisiones, que si rebuscadores de cadáveres de asesinados en los campos, que si checas, que si matanzasd de moros o monos azules... Penosa sensación la que se percibe, con escepticismo, desde fuera del tendido. No les interesa a ninguno de los bandos la verdad de hechos ocurridos en el pasado (entre otras cosas porque esa verdad es más difícil de saber que el futuro, si no imposible, según mi ateísmo histórico, más que agnosticismo). Lo que les interesa es tirarse trastos a la cabeza, usar ésta para embestir al otro, y viceversa. Pero alguien se beneficia de todo. Que esa es la extrema perversión de los historiadores: su servicio siempre es a un amo, al Amo por antonomasia. Y ni se enteran, apegados a su ciencia estrecha e infusa de adivinar lo pretérito. Los que han estudiado la materia en universidades son simples secuaces de ese enredo de lo que llamo las nuevas teologías y sus manijeros.
Hay más verdad en Aparta de mí este cáliz, terrible y hermoso libro de poesía, escrito al calor de la contienda por César Vallejo, que las tendenciosidades, turisteos y construcciones especulativas de todos los caducos vetustos que dedican sus meninges a hurgar el pasado de aquella guerra social manifiesta, cruel, palpable. Y cuando digo guerra social llamo con su nombre lo que es. Y esa guerra continúa. Aquello fue una manifestación virulenta y extrema, que pocas veces se da. Pero cada día ha continuado, continúa, y de seguir perdiendo el tiempo en trajineos de memoria, continuará en el futuro. Es la guerra social por la libertad en todos sus sentidos, por la liberación del hombre en todas sus facetas, o de aquellos que queremos ser libres realmente. Sin patria, ni partidos, ni sindicato, ni ejércitos, ni Historia... Ni... Porque de todo el trajín, de los que quieren memoria, saca partido alguien que sirve a los Bancos, al Capital y al Estado. Y esos son los que hacen la guerra diaria e incivil a los que queremos ser libres. Algún partido va a llevarse los beneficios de los aguerridos recuperadores de la Memoria, y ese partido es de mando en plaza, de horca y cuchillo, y que en Extremadura -por ejemplo- ha mostrado, con fehaciente ardor que está en la trinchera de los que vencieron aquella guerra, aunque algunos inocentes útiles crean que no, que es el heredero de los perdedores de aquella etapa de la guerra social por ganar. Pues adelante con los faroles. Desde bien pequeñito tengo esto muy claro, como perdedor de esa guerra social. Mamé de labios de mi madre esa memoria y nadie me viene con cuentos, historias ni enseñanzas asilvestradas y servicios a traidores y quintocolumnistas en mi campo.
Por otro lado pienso que aquella guerra la perdieron los libertarios españoles, los anarquistas admirables ibéricos. Que es con los que siempre me identifiqué cuando pensé y me informé de cosillas de le contienda. Ya en el año 1988 dediqué mi primera novela a su recuerdo, que no era ni novela histórica ni sobre la guerra esa de los memoriosos (y no precisamente como el personaje de Borges, Funes el memorioso). La dediqué como tributo de algo artístico. Y son ellos los que son ninguneados por los historiadores y recuperadores de memoria. No sólo ninguneados, sino chuleados, traicionados, utilizados, malversados. En fin para mayor gloria del partiodo zapatero, que ni es el partido que existió en aquellos tiempos, sino una terrible impostura, una ficción felipista al servicio del bando hasta ahora vencedor en la Guerra contra la libertad. Y si no ya se encargará el tiempo de ponerme en esa razón, que es contumaz.
¡Vaya lacra de la de la miseria mental de moda!: la Historia y sus productos ideologizadores: la novelucha histórica y la memoria histórica de la guerra social de 1939-1939. Que ahí se resume todo el saber y la creación, y la sabiduría, y lo importante y todo de todo en la superestructura triunfante y de dominio, para justificar la que está cayendo, suponemos, y con la venia de los marxistas. La suerte está echada. Y lo digo sin paños calientes.

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